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Carolina Campo, jugadora de rugby: “En este deporte eres parte de una familia porque, si no, no te partes la cara con ellas”

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La demostración de unos neozelandeses que llevó el Independiente Rugby Club de Santander a un colegio de Cantabria marcó para Carolina Campo (Santander, 1984) el inicio de su idilio con este deporte. Para la jugadora cántabra y algunos de sus compañeros supuso el descubrimiento de una actividad sobre la que apenas habían escuchado nada así que, fruto de la curiosidad, acudieron en grupo a un entrenamiento de prueba. “Me encantó. Nos quedamos un montón de ellos y yo aquí sigo”, cuenta la deportista encogiéndose de hombros.

En el mismo club de siempre, pero no de la misma forma. Hoy, además de ser una integrante del equipo senior femenino, también es entrenadora y forma parte de la junta directiva del Independiente. Sin embargo, hubo unos años en los que Carolina se vio obligada a cambiar el equipo cántabro por el de Getxo Rugby Taldea. “En el rugby, como en otros deportes, al principio son mixtos, pero hay un momento en el que las cualidades se desarrollan de forma diferente en niños y niñas. Ahora, a partir de los 16 años ya puedes competir con chicas, pero antes había un tiempo que estabas un poco en el limbo. Lo que pasa es que aquí en Cantabria nunca había habido equipo femenino”, explica.

Aunque intentaban juntarse para entrenar varias jugadoras de la comunidad que formaban parte de otros equipos, no tenían suficientes integrantes como para crear el suyo propio. La situación cambió en 2013 cuando se formó en el Independiente Rugby Club, una de las primeras plantillas exclusivamente femeninas de Cantabria. “Fuimos las primeras, las pioneras, y una vez empezamos nosotras el resto se animó”, relata visiblemente orgullosa Carolina, que destaca el tiempo y el esfuerzo que necesitaron para conseguirlo.

Al compararlo con otros deportes más mediáticos como el fútbol, plantea que quizá fue necesario un mayor volumen de trabajo porque la falta de visibilidad complica aún más la tarea de reclutar jugadoras. Si bien, a base de contactar a mujeres que estaban desplazadas en otras comunidades y a familiares de jugadores del equipo masculino acabaron formando su cantera. A día de hoy el equipo no deja de crecer, participa actualmente en la liga Astur-Cántabra y la deportista describe este año como uno especialmente bueno. Tras algunos encuentros de promoción en los que se da la posibilidad de competir a clubs más pequeños, en enero han comenzado los que enfrentan a las agrupaciones más grandes.

Carolina confiesa que “siempre llegas nerviosa a cada partido, por más que lleves 20 años jugando a rugby”, aunque al mismo tiempo reconoce que es una parte del deporte que le fascina. “Soy competitiva en todo, incluso en los entrenamientos. Tengo a una compañera que es igual que yo y me encanta estar de pareja con ella, nos picamos constantemente. O cuando tienes la pelota, el avanzar, el chocar, el golpear, el placaje… Todo eso es de lo más divertido que tenemos”, enumera sin dejar de sonreír.

“En realidad lo que más te gusta es el ambiente que se ha creado en el que estás a gusto con las chicas entrenando o jugando los partidos. Eres parte de una familia porque, si no, no te partes la cara con ellas”, añade la deportista cambiando el tono de la conversación a uno más serio. Este sentimiento de pertenencia es uno de los motivos de que no se haya planteado dejarlo. Ni siquiera cuando tenía que recorrerse los 100 kilómetros que separan Santander de Getxo lo consideró.

En ese momento tenía 17 años y vivió por primera vez la experiencia de formar parte de un equipo: “Nunca había tenido tantas compañeras porque aquí -en Cantabria- tenías cuatro o cinco, pero yo no sabía lo que era entrenar junto a 20 chicas. Así que cuando llegas allí te merecen la pena las horas de autobús y todo lo demás”, defiende. Solo podía entrenar un día a la semana, pero aprovechaba algunos sábados o domingos de partido para quedarse allí. En cualquier caso, destaca que en ningún momento lo vivió como un sacrificio: “Lo consideras parte de ello porque es: 'o hago esto o no juego'. Y jugar quieres, es lo que más te apetece”.

Carolina se siente especialmente privilegiada y afortunada por haberse sentido respetada en su círculo en todo momento, pero sus vivencias favorables no le impiden valorar muy positivamente la evolución del rugby femenino. “Antes decías: 'voy a hacer un equipo femenino' y todo el mundo te deseaba buena suerte...”, recuerda la jugadora, que considera que este y otro tipo de comentarios “no solo se hacen en el rugby, lo hacen cada vez que ven a una mujer en algún deporte que les desencaja de las cosas que consideran normales o más para chicas”.

Incluso dentro de su experiencia positiva en los más de 20 años que lleva jugando al rugby valora que hoy en día sus palabras tienen más valor y que, tanto ella como el resto de jugadoras han encontrado “nuestro hueco, tanto en el club como en el deporte”. En este 'juego de animales practicado por caballeros', la cántabra afirma que “nos ha costado ganarnos un sitio que por derecho suele ser siempre de los chicos”.

No hay ninguna fórmula mágica por la que se haya avanzado tanto a la hora de equiparar el rugby femenino y el masculino más allá de las dos palabras que quizá más repite Carolina a lo largo de la entrevista: trabajo y esfuerzo. Para el camino que queda por recorrer, la deportista afirma convencida que “se va a conseguir” gracias a la perseverancia que han mostrado hasta el momento.

“Es ahora cuando estamos empezando a tener niñas que empiezan desde abajo y continúan hacia arriba hasta llegar a estar con nosotras en el equipo senior”, relata la jugadora. Ella y sus compañeras han formado parte activa del cambio que ha permitido que las más jóvenes tengan “un reflejo donde mirarse” del que ellas carecieron en su momento. “Ya no veo eso, ahora sabes que cuando crezcas vas a tener un equipo en el que poder jugar, en el que poder competir. Lo tienes en casa y es tu equipo, tu club de toda la vida”, cuenta visiblemente emocionada.

Además de como jugadora, Carolina también ha formado parte de esta transición desde el ámbito directivo, actuando como enlace y representante del equipo femenino. Aunque asegura que con un poco de organización son tareas que acaban consumiendo poco tiempo, el compromiso de la deportista con el rugby parece no tener límites. De hecho, es uno de los valores que, junto al respeto, considera fundamentales en este deporte: “Si somos 15 jugando, hay que placar, hay que correr. Si uno no lo hace, es evidente, se ve. Si dos no lo hacen, se ve.”

Como entrenadora de los pequeños del club, que tienen entre 6 y 8 años, su principal motivación es que disfruten, pero también que interioricen estos principios que considera que le ha aportado el rugby. Parte de la filosofía del club consiste, por ejemplo, en no decirles a los niños el resultado de los partidos hasta que rondan los 12 años. “Ni siquiera el árbitro. O sea, cuando metes el ensayo sí que te lo canta, pero no te dice el resultado. ¿Cómo habéis quedado? Empate”, así ejemplifica Carolina una conversación con sus pupilos.

El objetivo es que entiendan que la competencia va más allá de ganar o perder el partido. La jugadora asegura que la verdadera motivación es “que el rugby crezca, que haya más, que haya muchos partidos y que sigan jugando”. “Ellos saben quién gana y quien pierde, no son tontos. Saben que uno ha metido dos y el otro uno, pero no tienen ese nivel de competitividad que se crea en otros deportes y que a veces no es tan sano si lo que quieres es fomentar unos valores”, argumenta la jugadora.

En las categorías de más edad, la preparación física se convierte en otro factor a tener en cuenta, aunque para Carolina es también la parte más dura del deporte. “No es solo bajar a entrenar, tienes que cuidar un poco la alimentación y luego el gimnasio es bastante importante. Sobre todo, para que tus músculos estén a tono porque al final recibes muchos golpes”, explica. “Es un complemento que igual no te hace tanta gracia pero que sabes que conlleva. Yo que ya no tengo el mismo cuerpo que tenía con 20 años sé que las lesiones no son iguales y que antes te recuperabas en dos días y ahora te cuesta más recuperar de los golpes que te llevas en cada partido”, comenta entre risas.

En un deporte de contacto como el rugby, las lesiones son una parte inherente. Aunque la preparación ayuda a reducirlas, no siempre se pueden evitar, una realidad preocupante para los que se inician en esta práctica. “Cada persona que viene al club lo primero que dice es: 'yo quiero jugar a esto, pero no quiero lesionarme'”, cuenta Carolina. A lo que la jugadora solo puede responder que lógicamente ni ella ni nadie quieren lesionarse, pero es cierto que “nadie estamos libres de lesiones, nadie está exento”, recalca.

¿Y por qué vuelven? Porque saben que es un riesgo que conlleva, aunque lo habitual sea acabar solo con unos cuantos moretones, y están dispuestos a asumirlo. Cada vez más personas se están sumando al club en todas las categorías. Las propias hijas de Carolina han seguido la estela de su madre y han empezado a entrenar. Por el momento, la jugadora solo pide “retirarme aquí, que no me quedará mucho”, bromea. Incluso si llegase el momento de la retirada espera “seguir aportando parte de lo que me ha dado el rugby. De una manera u otra estaré vinculada y trataré de ayudar desde donde pueda”, concluye.

La demostración de unos neozelandeses que llevó el Independiente Rugby Club de Santander a un colegio de Cantabria marcó para Carolina Campo (Santander, 1984) el inicio de su idilio con este deporte. Para la jugadora cántabra y algunos de sus compañeros supuso el descubrimiento de una actividad sobre la que apenas habían escuchado nada así que, fruto de la curiosidad, acudieron en grupo a un entrenamiento de prueba. “Me encantó. Nos quedamos un montón de ellos y yo aquí sigo”, cuenta la deportista encogiéndose de hombros.

En el mismo club de siempre, pero no de la misma forma. Hoy, además de ser una integrante del equipo senior femenino, también es entrenadora y forma parte de la junta directiva del Independiente. Sin embargo, hubo unos años en los que Carolina se vio obligada a cambiar el equipo cántabro por el de Getxo Rugby Taldea. “En el rugby, como en otros deportes, al principio son mixtos, pero hay un momento en el que las cualidades se desarrollan de forma diferente en niños y niñas. Ahora, a partir de los 16 años ya puedes competir con chicas, pero antes había un tiempo que estabas un poco en el limbo. Lo que pasa es que aquí en Cantabria nunca había habido equipo femenino”, explica.