Juez de paz, la figura presente en los pueblos desde hace 160 años que se resiste a desaparecer: “Solo lo mantienen por los mayores”

Blanca Sáinz

12 de febrero de 2023 20:53 h

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Los primeros jueces de paz fueron nombrados el 1 de enero de 1857 y 166 años más tarde esta figura continúa funcionando como órgano jurisdiccional a pesar de que sus competencias han ido evolucionando con el tiempo. Actualmente, los jueces de paz son elegidos por los ayuntamientos y nombrados por las Salas de Gobierno de los Tribunales Superiores de Justicia para suplir la falta de Juzgados de Primera Instancia en los municipios más pequeños, y entre sus labores destacan la resolución de conflictos vecinales, entregas de votos electorales y citaciones judiciales o labores del Registro Civil como nacimientos, bodas o fallecimientos.

Además, estos jueces legos que no forman parte de la carrera judicial pueden resolver algunos asuntos civiles y penales siempre y cuando sean menores. A medida que han pasado los años y sobre todo a raíz de los cambios producidos en la organización judicial a lo largo del siglo XX, estos han visto como cuestiones como los juicios de faltas hayan pasado a desarrollarse en la Justicia 'oficial', quedando su labor cada vez más relegada a un segundo plano.

José Antonio Sánchez es el presidente de la Asociación de Jueces de Paz de Cantabria y el secretario general de la Federación de Jueces de Paz de España. Además, a sus 76 años es juez de paz en el municipio cántabro de Cartes desde hace 35 años con un parón intermedio, por lo que ha sido partícipe de esa evolución en primera persona en la que también les han quitado competencias como la retirada de los carnés de conducir, algo que le alegra “porque no era muy cómodo”.

Así todo, Sánchez adelanta que a pesar de que muchos cambios ya se han producido, aún quedan otro tantos por realizar: “Va a haber cambios en la estructura, y uno de ellos será digitalizarlo todo”, señala, y es que continúan haciendo todo su trabajo a mano, y solo disponen de ordenador las secretarias que les acompañan. “Dicen que ahora con los fondos europeos se va a llevar a cabo, pero ya lo han dicho más veces y al final no se ha hecho nada, así que no sé yo...”, indica dubitativo.

Por otro lado está Agustín González, que tiene 92 años y ha cumplido 60 como juez de paz el pasado mes de octubre “más otros dos o tres que estuve de suplente, así que empecé hace 62 años y aunque no dejan de quitarnos competencias aquí sigo”, añade orgulloso. Este gerente jubilado sigue cumpliendo con su cargo en Bárcena de Pie de Concha, un pequeño pueblo de Cantabria que desde que González comenzó como juez de paz ha perdido cerca de la mitad de su población situándose actualmente en 663 habitantes.

“Tengo la sensación de que nos quieren quitar porque, cada vez más, tratan de que sean los Juzgados de Instrucción y de Primera Instancia los que se encarguen de todo. Pero aunque quieran quitarnos creo que no lo hacen porque habría que trasladar los registros civiles a las ciudades y que todo el mundo tuviese que ir allí, incluida la gente mayor a la que no le resulta tan sencillo. Así que creo que solo lo mantienen para no generar más problemas a las personas mayores ”, explica antes de afirmar que, además, a la Administración ellos “casi no les cuestan dinero” y les quitan de mucho trabajo.

Sobre esta cuestión, que también comparte Sánchez, añadiendo que es un sueldo “simbólico”, las cantidades varían dependiendo de la población. Así, en un pueblo como Bárcena de Pie de Concha, la cantidad establecida es de 1.174,88 euros al año. Mientras que en uno de 15.000 habitantes o más, el salario alcanza los 4.698,38 euros.

No obstante, volviendo a esas responsabilidades que les han ido recortando, Agustín González recuerda cómo durante muchos años tuvo que ir a los levantamientos de cadáveres que había cada vez que se producía un accidente de cualquier tipo. “Hubo una época en la que había muchísimos accidentes de circulación y ahí tuve que presenciar muchísimas autopsias porque cuando se levantaba el cadáver, se llevaba al depósito y ahí tenía que estar presente el juez de paz hasta que se lo llevasen. Era muy poco agradable, la verdad”, argumenta.

Asimismo, aclara que hasta algunas cosas de las que siguen estando bajo su responsabilidad se han reducido, como los actos de conciliación, que solían tener que ver con problemas con fincas o disputas menores entre vecinos. Aunque ahora, en una localidad que sufre de despoblación, los trámites más frecuentes son las órdenes de enterramiento: “Intento dejar firmadas las órdenes de enterramiento cuando vengo al Juzgado para que estén preparadas, pero hay veces que las funerarias tienen que venir a casa a por ellas. Siempre tengo que estar disponible”, asevera.

Por su parte, Sánchez reconoce que a lo que más tiempo dedica es a las bodas ya que, además de la gente del municipio, muchas parejas optan por el pintoresco pueblo de Cartes para realizar su boda civil: “Tengo anécdotas para escribir un libro, pero las que más cuento son las del novio que dejó plantada a su novia y luego tuvo que hacerse cargo de los gastos; y la del novio que vino justo después de casarse para preguntarme si podía romper los papeles que acababa de firmar. Luego, en cuanto se aprobó el matrimonio homosexual comencé a casar a parejas de chicos y chicas, algo que nunca me hubiese imaginado y que me parece perfecto, claro”, relata el hombre que, por cierto, durante un tiempo tuvo la intención de estudiar Derecho.

El relevo generacional

Lejos de pensar que las bajas remuneraciones e incluso la propia despoblación podrían hacer mella en este oficio, lo cierto es que, según cuenta el presidente de la Asociación de Jueces de Paz de Cantabria, cada vez hay más gente joven interesada: “Hay chicos jóvenes que acaban de hacer Derecho que quieren optar a esto porque no les quita mucho tiempo, les sirve para rodarse y les da puntos para la carrera judicial a la hora de opositar”, afirma.

Y claro, teniendo en cuenta que solo en Cantabria hay 94 Juzgados de Paz, opciones hay para aquellos que se planteen optar a un trabajo que se renueva cada cuatro años y que, pese a que ya se está llevando a cabo un proyecto piloto en Albacete para sustituir a estos juzgados, parece que la intención de la Administración, al menos en Cantabria, es modernizar una institución que, como bien repiten ambos entrevistados reiteradamente, “beneficia” al sistema.

Pero resultará complicado que los jóvenes que ahora empiecen lleguen a cumplir con las 400 bodas, los 700 actos de conciliación y los 300 juicios de faltas que lleva a sus espaldas Agustín González, quien ya se ha convertido en el juez de paz más longevo de España.

Sobre la posibilidad de dejarlo, tanto González como Sánchez tienen claro que de momento no tienen intención ya que no les exige mucho tiempo y les mantiene activos mentalmente. Pero al hablar de lo negativo, ambos tienen claro que no es una cuestión económica sino el estar siempre disponible: “Somos el último escalafón de la Judicatura, pero responsabilidades las tenemos todas”, asevera el presidente de la asociación.

En el otro lado, Agustín reconoce que cada vez le cuesta más cumplir sus funciones aunque tiene al lado a Mónica, su secretaria, que le facilita la función: “Si el trabajo fuese como hace unos años no hubiese podido seguir”, confiesa. Aun así, el mismo se queda perplejo al afirmar que cuando termine este mandato tendrá 96 años: “A ver si llego”, confiesa divertido.

Por el momento, desde su ayuntamiento planean hacerle un homenaje conmemorativo por estos 60 años de servicio a su pueblo, y es que Agustín ha conseguido pasar del franquismo a la democracia, y por un Consistorio en el que le han votado desde todos los partidos: “No tengo enemistad con nadie y lo puedo decir bien orgulloso porque no siempre ha sido así. Ahora con la gente con la que he tenido enemistad, trato de invitarles a un café si me les encuentro, hablar con ellos, y si alguien tiene algún recelo, ser lo más cordial posible para conseguir tener una buena relación. Hay que llevarse bien entre vecinos”, sostiene alegre, demostrando por qué ha conseguido conservarse en ese puesto durante tanto tiempo: “Y ojalá pueda ser más”.