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'Carta a Catalunya'

Em dic Dina. Vaig néixer a Tànger fa 27 anys. He decidido escribir esta carta sin ningún ánimo de representar a nadie más que a mí misma. A pesar de mi apellido, aprendí a leer y a escribir en español antes que en árabe. Crecí como Manuel, como Antonia o como Ramón, viendo Barrio Sésamo y leyendo a Teo y a Babar. A los 15 años descubrí que aquel sitio donde mi padre vivió tanto tiempo y que por accidentes del destino no pudo ser, aquel iba a ser mi sitio también: Madrid. Dos años más tarde estaría cursando Ciencias Políticas en la que hoy es mi ciudad. En mi corta vida he tenido que sufrir diferentes situaciones xenófobas, ya sea por mi color moreno de piel (¡vaya mundo, en el que las blancas quieren ser morenas y las morenas sufrimos por no ser blancas!) o mi apellido “raro”. Nunca he consentido que nadie me mire por encima del hombro, porque la dignidad lo es todo. Pero reconozco haberme sentido ignorada, a veces silenciada, y tratada injustamente en situaciones tan normales como acceder a un piso por el centro (es que no nos gustan los extranjeros, decían).

¿Qué es ser extranjero? ¿Haber nacido en otro sitio te hace ser de fuera toda tu vida? ¿Y todo lo que eres no cuenta? ¿Tu cultura? ¿Tu educación? En fin, continuemos. ¿Soy musulmana? ¿Qué importa eso, no? Pues para muchos, importa mucho. Desgraciadamente. Desde el pasado 17 de Agosto, muchos musulmanes se sienten señalados. ¿Pero qué culpa tiene el pobre Abdel que vive en Tarrasa –y es español de nacimiento por cierto– y trabaja todos los días arreglando desagües y tuberías? ¿Y Fátima? Ella que se levanta a las 5h de la mañana, coge el tren de Sant Pere Pescador a Figueres para cuidar de Lourdes. Y Aicha, concejala que en un ayuntamiento de la provincia de Tarragona, ¿también es culpable?

Me niego a aceptar que toda esta gente –y me incluyo– tengamos que llevar sobre nuestras espaldas la locura de unos monstruos asesinos. ¿Acaso todos los vascos eran etarras? ¿Todos los italianos eran fascistas? ¿Todos los alemanes eran nazis? ¿Verdad que si los terroristas asesinos fuesen de otra religión nadie se preocuparía por señalar a esa religión? El hecho de que algunos ignorantes ataquen a ciudadanos inocentes –muchos de ellos son ciudadanos españoles– se llama Islamofobia. A mí me da igual la religión de Aicha, Fatima o Abdel. Yo defenderé siempre la libertad de culto y la laicidad del Estado. Pero no me parece justo que tengan que pasar miedo simplemente porque su dios se llame Alá. Por culpa de unos miserables que colocan bombas, principalmente a los musulmanes. ¿Hace falta recordar a quienes está matando el ISIS en Siria o Irak? ¿Hace falta recordar de dónde sale el ISIS y quiénes son sus fuentes de financiación? ¿Hace falta recordar a estas alturas quienes venden armas a países que no respetan los derechos humanos como Arabia Saudí? ¿Hace falta decir que nuestras democracias son hipócritas?

Por otra parte también me niego a tener que salir a gritar “condeno”, como si necesitase justificar que a pesar de tener un nombre árabe no soy terrorista. Siento vergüenza –y aquí algunas izquierdas tienen mucho que aprender– cuando se le exige a las comunidades musulmanas que emitan comunicados de condena y sale el progre de turno a hacerse eco de la noticia como si fuese un logro. ¿Acaso si el terrorista fuese cristiano, estaríamos esperando que el arzobispo de Madrid, por poner un ejemplo, saliese a dar una rueda de prensa que posteriormente difundiríamos por diestro y siniestro para justificar que no todos los cristianos son terroristas? No, ¿verdad?. Y con todo, los musulmanes son los primeros en salir a manifestarse contra el terrorismo, mostrando su dolor y rechazo, aunque para algunos será siempre insuficiente. Porque en sus mentes racistas, el enemigo no es el que te roba y cotiza en Suiza, sino el que tiene diferente color de piel. Por eso, defender la democracia es ser antifascista, y también antiRracista.

Y a pesar de todo esto, hay esperanza. Ayer fueron los propios vecinos y vecinas de Barcelona los que echaron a los neonazis al grito de “Fuera fascistas de nuestros barrios”. Por eso escribo esta carta. Para ti que vives en Catalunya, que vives en Barcelona. Que has visto o vivido de cerca esta barbarie cometida por terroristas asesinos. Te escribo a ti para que no olvides nunca que Aicha y tú no tenéis la culpa. Para que Aicha y tú os cojáis de la mano sin miedo y caminéis por la Rambla. Porque la solidaridad es la ternura de los pueblos. Ni un paso atrás en las conquistas de nuestros derechos y libertades. Ni un paso atrás en la defensa de los valores democráticos. Fuera fascistas y racistas de nuestros barrios.

Em dic Dina. Vaig néixer a Tànger fa 27 anys, però avui em sento catalana, com tu i com Aicha. Avui, vosaltres sou exemple.

Em dic Dina. Vaig néixer a Tànger fa 27 anys. He decidido escribir esta carta sin ningún ánimo de representar a nadie más que a mí misma. A pesar de mi apellido, aprendí a leer y a escribir en español antes que en árabe. Crecí como Manuel, como Antonia o como Ramón, viendo Barrio Sésamo y leyendo a Teo y a Babar. A los 15 años descubrí que aquel sitio donde mi padre vivió tanto tiempo y que por accidentes del destino no pudo ser, aquel iba a ser mi sitio también: Madrid. Dos años más tarde estaría cursando Ciencias Políticas en la que hoy es mi ciudad. En mi corta vida he tenido que sufrir diferentes situaciones xenófobas, ya sea por mi color moreno de piel (¡vaya mundo, en el que las blancas quieren ser morenas y las morenas sufrimos por no ser blancas!) o mi apellido “raro”. Nunca he consentido que nadie me mire por encima del hombro, porque la dignidad lo es todo. Pero reconozco haberme sentido ignorada, a veces silenciada, y tratada injustamente en situaciones tan normales como acceder a un piso por el centro (es que no nos gustan los extranjeros, decían).

¿Qué es ser extranjero? ¿Haber nacido en otro sitio te hace ser de fuera toda tu vida? ¿Y todo lo que eres no cuenta? ¿Tu cultura? ¿Tu educación? En fin, continuemos. ¿Soy musulmana? ¿Qué importa eso, no? Pues para muchos, importa mucho. Desgraciadamente. Desde el pasado 17 de Agosto, muchos musulmanes se sienten señalados. ¿Pero qué culpa tiene el pobre Abdel que vive en Tarrasa –y es español de nacimiento por cierto– y trabaja todos los días arreglando desagües y tuberías? ¿Y Fátima? Ella que se levanta a las 5h de la mañana, coge el tren de Sant Pere Pescador a Figueres para cuidar de Lourdes. Y Aicha, concejala que en un ayuntamiento de la provincia de Tarragona, ¿también es culpable?