Uno de los conceptos acuñados por el independentismo y que se ha demostrado como uno de los más ridículos fue el de la “jugada maestra”. Durante tiempo se anunciaban estrategias que no se explicaban, que se revestían de épica y que lo menos que puede decirse es que resultaron fallidas. Pero el tacticismo mal entendido no es exclusiva de las fuerzas secesionistas, algunas de las cuales parecen haber aparcado esta vía a riesgo de que les acusen de traidores a la causa. También en otros laboratorios se cuecen operaciones que no está claro que sean tan exitosas como pretenden sus artífices. La última es la 'operación Illa', un plan que ha disparado al PSC en las encuestas pero que estaba pensado para unas elecciones inmediatas y que permitía al ministro de Sanidad seguir unas pocas semanas en el ministerio mientras los sábados se dedicaba a ser candidato a la Generalitat. El objetivo era saltar de un despacho a otro casi sin necesidad de hacer campaña y sin tener que asumir decisiones impopulares, que para eso están las competencias transferidas a las autonomías.
El ministro tendrá que seguir al frente de la cartera de Sanidad muchas más semanas de las que su partido y la Moncloa habían previsto. Su nombre ha hecho ganar hasta seis escaños al PSC en las encuestas. Es un gran revulsivo y aunque todavía no está primero ya disputa el segundo puesto a Junts. Aunque eso es ahora y nadie sabe qué pasará el 30 de mayo. En Junts están convencidos de que, dada también su progresión ascendente, incluso pueden superar a ERC y lograr que Laura Borràs sea la ganadora de las elecciones.
Illa tenía prisa mientras que a sus adversarios, cada uno por motivos diferentes, ya les va bien retrasar las elecciones. Quien esté libre de contradicciones que lance el primer tuit. Que esta legislatura no da más de sí lo reconocen todos los partidos. Quim Torra la finiquitó hace un año. Él es también responsable de que la situación se haya podrido hasta un extremo que institucionalmente no es aceptable. Pudo convocar las elecciones cuando aún no estaba inhabilitado definitivamente por el Tribunal Supremo, haber ejercido esa potestad para no dejar a Catalunya sin presidente durante tantos meses, para que la situación de interinidad no estuviese a merced solo de la evolución de la pandemia. No lo hizo porque, aunque su intención inicial era convocarlas, los suyos le convencieron de que Junts necesitaba más tiempo. Tiempo para muscularse como partido, para preparar una candidatura competente y para que ERC, con Pere Aragonès (que no es presidente pero que en teoría es el que más manda en el Govern), y los consellers republicanos, en primera línea de la gestión de la pandemia, se desgastasen todo lo posible.
Tienen razón aquellos que consideran que el Ejecutivo catalán debería haber previsto unos mecanismos de votación más seguros para que las elecciones fuesen compatibles con los pésimos datos de contagios y unas UCI cada vez más cerca de la saturación. Aunque tampoco podía innovar mucho puesto que Catalunya, después de cuatro décadas de autonomía, sigue sin disponer de ley electoral propia. La cuestión es que los expertos sanitarios, los del departamento de Salut y también los que no están a sueldo del Govern, todos, han coincidido en recomendar un aplazamiento de los comicios. Se calcula que más de 200.000 catalanes no podrían votar de manera presencial en la fecha que se había previsto. Nadie sabe cuál será el escenario en mayo, pero el actual es el que es.
Los defensores de mantener la cita del 14F argumentan que Portugal, con unos datos epidemiológicos también disparados y desde esta semana con un nuevo confinamiento que solo ha dejado abiertas las escuelas, mantiene los comicios presidenciales previstos para el 24 de enero. Pero existen diferencias entre ambos casos. La más importante es que en el país vecino, donde nadie se ha planteado un aplazamiento, para cambiar las elecciones deberían acometer una revisión constitucional. En cambio, en el anterior decreto de convocatoria de las elecciones catalanas ya se estableció que “si por razones derivadas de la protección del derecho a la salud frente a la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia generada por el virus, el desarrollo del proceso electoral no se pudiera llevar a cabo con las garantías de salud pública necesarias, se podrá dejar sin efectos esta convocatoria y posponer la votación para una fecha posterior que ofrezca dichas garantías”.
El aplazamiento responde a criterios sanitarios pero no solo se explica por las curvas de contagios. En el nuevo escenario, ERC, que sigue primera en los sondeos, pero con Junts y PSC pisándole los talones, intentará recuperarse. Oriol Junqueras hubiese ya podido participar en la campaña del 14F y estará más presente todavía de aquí a mayo. Es algo que los republicanos ven como un refuerzo y que Junts, sus socios y más rivales que nunca, piensan que a quien acabará beneficiando es precisamente al resto de formaciones independentistas. En el partido de Puigdemont consideran que las últimas apariciones del líder de ERC, lejos de ayudar a los republicanos les ha perjudicado, sobre todo entre el electorado más duro del independentismo.
También los 'comuns' y Ciudadanos necesitan ganar tiempo, ambos para recuperar los votos que Illa les ha comido y, en el caso de Carlos Carrizosa, para frenar a la vez la fuga que sufre hacia el PP, un partido que ha optado por estar ausente en la polémica por el cambio electoral. La CUP lo que quiere es consolidar a su nueva candidata, Maria Dolors Sabaté, como cara visible de su lista, con el propósito de ganar apoyos entre electores indecisos que igual podrían votarla a ella que a ERC o los 'comuns'.
La única formación que, junto al PSC, tiene prisa por votar es Vox y habrá que estar atentos a si la extrema derecha decide presentar un recurso contra el cambio de fecha y la última palabra sobre la fecha de las elecciones la acaba teniendo la justicia. Para Vox, a diferencia de los socialistas, apelar a los tribunales no supondría ningún desgaste. Así que, tila y paciencia, porque a la legislatura más agónica que se recuerda en Catalunya parece que le quedan más de cuatro meses.
Uno de los conceptos acuñados por el independentismo y que se ha demostrado como uno de los más ridículos fue el de la “jugada maestra”. Durante tiempo se anunciaban estrategias que no se explicaban, que se revestían de épica y que lo menos que puede decirse es que resultaron fallidas. Pero el tacticismo mal entendido no es exclusiva de las fuerzas secesionistas, algunas de las cuales parecen haber aparcado esta vía a riesgo de que les acusen de traidores a la causa. También en otros laboratorios se cuecen operaciones que no está claro que sean tan exitosas como pretenden sus artífices. La última es la 'operación Illa', un plan que ha disparado al PSC en las encuestas pero que estaba pensado para unas elecciones inmediatas y que permitía al ministro de Sanidad seguir unas pocas semanas en el ministerio mientras los sábados se dedicaba a ser candidato a la Generalitat. El objetivo era saltar de un despacho a otro casi sin necesidad de hacer campaña y sin tener que asumir decisiones impopulares, que para eso están las competencias transferidas a las autonomías.
El ministro tendrá que seguir al frente de la cartera de Sanidad muchas más semanas de las que su partido y la Moncloa habían previsto. Su nombre ha hecho ganar hasta seis escaños al PSC en las encuestas. Es un gran revulsivo y aunque todavía no está primero ya disputa el segundo puesto a Junts. Aunque eso es ahora y nadie sabe qué pasará el 30 de mayo. En Junts están convencidos de que, dada también su progresión ascendente, incluso pueden superar a ERC y lograr que Laura Borràs sea la ganadora de las elecciones.