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CV Opinión cintillo

Naufraga la prensa, el periodismo resiste

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“No talleu mai el brot del concepte,

senyor del discurs amagat a l’armari.

Com el riu recordeu que, més enllà

de la turbulència o la claredat de l’aigua,

el que sempre perdura és el cabdal:

aquell fil gros d’idees que desvetla

una i altra vegada la sorpresa de qui sospira“.

Lluís Alpera, València. ‘Amb Cendres i Diamants’ - 1995

Es una una excusa que el periodismo se tambalea por la amenaza digital. Ni tan siquiera la prensa escrita en otras latitudes sufre por las innovaciones tecnológicas. Las dificultades surgen desde dentro de las empresas periodísticas incapaces de adaptarse al cambio. Su rigidez les lleva a responsabilizar a la demanda de falta de fidelidad. El problema viene de la oferta que se adocena en su zona de confort y arremete contra los profesionales, redactores y colaboradores, sin calibrar que los recortes en personal–número, sueldos y cualificación– repercute directamente en la calidad de los periódicos. Mejor sería analizar cómo se ha perdido el alma de los medios y su razón de ser: el servicio al público con amplios contenidos actuales y competitivos.

De Snowden a Assange

Rosa María Calaf, veterana corresponsal de TVE por todo el mundo en una entrevista a ‘El País’, asegura que “nos creemos informados y realmente sólo estamos entretenidos”. El periodista ha de permanecer en sintonía con su oficio y con su público. No es fácil. Ni cualquier profesional sirve para informar de cualquier cosa. Es conocido que si un periodista no incomoda a alguien de los poderosos algo está haciendo mal en su trabajo. El periodismo complaciente deja de ser periodismo y la empresa periodística que depende directamente del poder económico o del político, jamás podrá cumplir su misión con dignidad. Los periódicos de partido no funcionan. Más bien ponen coto a su futuro digital, audiovisual o en la prensa impresa. Los periodistas estamos condenados a ser malditos, a capear persecuciones y amenazas en una carrera que nos lleva de medio en medio para sortear la muerte de la prensa. Aunque la prensa muera el periodismo sobrevivirá. Más Assange, más Snowden.

‘Premis Rei Jaume I’

La ola tecnológica acecha y avanza imparable. Así lo corrobora la mesa de profesionales multidisciplinares propuesta por la fundación FVPRJI para analizar las claves de la crisis del periodismo. El mundo de la comunicación se mueve confundido entre periodismo, medios de comunicación, ciencias de la información, los periódicos y el concepto clásico de la prensa que los aglutina a todos y los representa con dignidad. No hay más periodismo que el periodismo crítico y no existe opinión pública imparcial o neutral. Induce a error confundir el periodismo con los medios de comunicación y con las empresas que los gestionan: los editores, que hoy pocos ejercen como tales.. La Fundación Valenciana Premios Jaume I ha celebrado una mesa redonda de debate, en la sede de la CEV, sobre el sugerente tema: ¿Periodismo en crisis?. Bien por la fundación y su presidente ejecutivo, Javier Quesada y su equipo que, por fín, se han acordado de fijar la atención en las humanidades. Si les sirve para centrar la discusión, lo que está en crisis no es el periodismo sino los medios de comunicación y las empresas que tratan de rentabilizar el negocio y su propiedad. La esencia del periodismo permanece incólume y lo que hace agua son sus derivaciones, tentáculos y flecos. Tan solo una recomendación de rigor y consecuencia: que la fundación se aclare y resuelva si prefiere llamarse: Premios Rey Jaime I o Premis Rei Jaume I.

Cabemos todos

El periodismo es un oficio que ejercen miles de profesionales obligados a compartir su cometido con el intrusismo de hecho que se practica en las empresas del ramo. La prensa, desde sus orígenes, se ha movido en torno al poder económico-financiero y al político. La labor informativa nació manuscrita. Se desarrolló a partir de la invención de la Imprenta por Johannes Güttemberg en el siglo XV y ambos sistemas convivieron durante muchos años. Los primeros promotores y clientes estables fueron los banqueros. De los Fugger de Augsburgo –siglo XVI- a los Rothschild, ya desde Paris, en el siglo XIX. Esa constante no cambia en la actualidad y son los señores del dinero quienes están detrás de la prensa contemporánea. Los políticos se sirven de ella y tratan de mediatizar su orientación y contenidos, con variable fortuna. El periodismo es de otra categoría y se mantiene, como puede, dentro de los cánones y las normas que establecieron los maestros reconocidos de la profesión: de Emile Zola a George Orwell y Albert Camus. En el entorno valenciano: de Teodoro Llorente i Olivares a  Blasco Ibáñez, Peris Mencheta, Martín Domínguez Barberá o Vicent Ventura Beltrán. Ejercieron y sufrieron, desde distintas trincheras, el periodismo que da sentido a la prensa. Por mucha inteligencia artificial que se quiera imponer desde los cubículos galácticos de la informática, la trama digital nunca cubrirá el espacio del arte, la habilidad, la voluntad y la inteligencia de quienes dan valor a la prensa desde el periodismo. En este campo quedan muchas bazas por jugar y múltiples peligros a evitar. La primera batalla se ha de dar en la enseñanza y en la preparación rigurosa de los estudiantes, a todos los niveles, para formar a las nuevas generaciones en el interés por la información fiable y plural. El bagaje informativo de profesionales y directivos es caro en el acceso a los medios de comunicación, su adquisición y en el tiempo que hay que dedicar a su asimilación constante. Hoy, ya no diaria sino al instante, por la celeridad de los acontecimientos de actualidad y los múltiples sistemas de difusión casi en tiempo real.

Información, información e información

Hay pobreza socioeconómica y pobreza cultural. Antón Costas, catedrático de economía y presidente del Consejo Económico y Social de España (CES) está obsesionado por los índices de pobreza y sobre todo en su incidencia en la población infantil y juvenil ( 27,6 % junto con Rumanía a la cabeza del ranking europeo), con la conclusión de que la sociedad justa y la eficiencia económica no se contraponen porque se complementan. Antón Costas repite constantemente en sus intervenciones que la solución a los grandes problemas de la sociedad española a largo plazo es :’ Información, información e información’. No caudales inabarcables de información teledirigida desde los intereses del poder económico y político, sino la necesidad de selección y dosificación de las claves originales del periodismo: informar, formar y entretener, de acuerdo con la capacidad de asimilación de cada uno de los públicos en su segmentación por niveles de edad, preparación, conocimientos y cultura. En su imparable actividad, Antón Costas se reúne con ministros, con los padres de la patria y con quienes puedan aportar programas eficaces de promoción social. En Barcelona, Madrid, Dénia o Aldaia. De nada sirve disponer de los instrumentos sin la concienciación previa y argumentada para que las nuevas generaciones adopten el sacrificio de dedicación y entrega a su plena educación. El primer nivel es el local, seguido del comarcal y provincial–responsabilidad de las Diputaciones– para llegar al autonómico - que obliga a las administraciones autonómicas en las áreas de educación y cultura– . Finaliza en la cúpula del gobierno central del Estado y en la orientación de los medios de comunicación de titularidad pública, cuya distribución de contenidos, orientación de informativos y selección de espacios se decidan por criterios de calidad y eficiencia.

Rentabilidad garantía de futuro

La solución a la crisis de la prensa únicamente puede venir de abajo hacia arriba. Se habla mucho de la prensa sin conocer sus fundamentos. Las empresas de medios de comunicación no pueden gestionarse del mismo modo que una fábrica de tornillos o un supermercado, por su peculiaridad, No es cierto que la prensa impresa en papel esté necesariamente en crisis. Hay rotativos que gozan de excelente salud y la prensa que influye en los grandes centros de decisión en el mundo es la impresa en gran medida. Tiene handicaps en su falta de agilidad para competir en la inmediatez. Los medios digitales ganan esa batalla. El papel cumple su cometido en la reflexión, con la ventaja imbatible de que permanece en el tiempo frente a la naturaleza etérea de otros medios audiovisuales y las redes sociales que a menudo incurre en imprecisiones. La prensa ha de preservar su razón de ser y cumplir con su papel de interlocución entre el público al que va dirigida y la conjunción de los intereses periodísticos que la editan y la hacen posible. Del éxito en la misión intermediadora depende su viabilidad a medio y largo plazo. La prensa ha de ser “rentable” para su audiencia si quiere pervivir y aportar el caudal de información que requieren sus clientes. Su declive no está tanto en el crecimiento de sus costes sino en la confusión de sus objetivos periodísticos y en el deterioro de la calidad informativa cuando se pretende reducir gastos en vez de esmerarse a la hora de ofrecer un producto válido, suficiente, competitivo y adaptado al segmento de mercado al que se dirige.

Sin eco

Entre las motivaciones de la FVPRJI para convocar este encuentro sobre la prensa, está la inquietud manifestada de que los ‘Premis Rei Jaume I’ no consiguen la resonancia ni el eco adecuados en los medios de comunicación ni en la sociedad. Los ‘Premis Rei Jaume I’ deberían alcanzar mayor repercusión por la dotación elevada de estos galardones anuales, por el boato de sus actos de entrega presididos por la Casa Real y por el número de premios Nobel (más de 40) que nutren los jurados que deciden quién merece este mérito de excelencia entre los candidatos. Varios de los componentes de la mesa sugirieron que la falta de presencia en los medios de comunicación puede deberse a la insuficiente dotación presupuestaria destinada a la prensa para preparar y “engrasar” la preparación, mejor conocimiento y arropamiento publicitario o de relaciones públicas. Puede ser, pero sin duda no es sólo eso, porque si así fuera los medios, la prensa y los periodistas resultan mal parados.

Sin épica

Los premios son notables, los mejor dotados económicamente en España en su nivel. Están bien gestionados, tienen una larga historia –asistí y participé en su gestación desde la Cámara de Comercio de València en 1989–. El solemne acto de entrega, presidido por la Casa Real, en la Llotja dels Mercaders, goza de todas las bendiciones en un marco inigualable del mejor gótico civil valenciano y mediterráneo, pero carecen de épica. No se ha conseguido hilvanar un relato ni generar la necesaria epopeya en su entorno. ¿Qué se pretende con los premios? ¿Emocionan? ¿Se entienden? ¿Se ha hecho lo necesario para que la sociedad valenciana los asuma como propios? ¿Cuál es la ventaja de que tengan titularidad público-privada con participación de la Generalitat y gestión empresarial? ¿En qué benefician a los valencianos? ¿De dónde vienen y adónde van? Ninguna empresa consigue el éxito sin un plan de actuación o si su proyecto es sigiloso y desconocido, salvo para los escogidos de un selecto círculo elitista. No se puede servir simultáneamente a dos señores: a Jaume I, fundador del Regne de València (1237), confederado en la Corona de Aragón – con Furs y leyes propias–, y a los intereses político-económicos actuales que se inclinan más ante Madrid que hacia el País Valenciano.

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