Canal 9: los 25 días de una condena y ejecución en directo

De un tribunal a un sitio policial, con leyes de urgencia, secretismo y nocturnidad desde la Generalitat, y con récords de audiencia, manifestaciones, registros policiales, rebeliones y, posiblemente, más información que nunca de por medio. Todo ello ha cabido en 25 jornadas, las que ha tardado el PP en apagar Radiotelevisión Valenciana, una condena y ejecución vivida en directo por primera vez.

Todo empezaba una mañana de martes, el 5 de noviembre, cuando el TSJ anunciaba la anulación del ERE presentado por RTVV y obligaba a readmitir a un millar de trabajadores. De la euforia inicial se pasaba a un ambiente enrarecido por la falta de reacción de la Generalitat. Y cuando habló fue a través de El Mundo, desde la directora del ente público hasta los trabajadores se enteraron de este modo de que se iban a quedar sin trabajo, Alberto Fabra decidía echar el cierre a Canal 9 y Ràdio 9. Esto dolió en las redacciones, los refractarios se sintieron aniquilados y los afines traicionados, se rebelaron, empezaron a morder en público a la mano que hasta ese momento les daba de comer, y ellos sabían dónde duele más, porque hasta entonces lo ocultaban.

Pero no hubo explicaciones públicas del President hasta el día siguiente, cuando apareció en el Palau de la Generalitat para asentar la decisión en dos pilares: sacrificaba RTVV para no sacrificar hospitales ni colegios, y repartía culpas para todos (directora del ente, trabajadores, sindicatos y hasta a la oposición), pero él y su gobierno eran inocentes. Junto a estas justificaciones resonaba atronadora la palabra “innegociable”, no había marcha atrás.

El mismo miércoles el poco control que le quedaba al PP de RTVV lo perdió del todo con la dimisión de la directora del ente, Rosa Vidal, y de los consejeros nombrados por la Generalitat. Canal 9 estaba completamente perdido para el PP, no paraban de desfilar miembros de la sociedad civil apoyando la pervivencia de RTVV, nunca antes se vieron tantos políticos de la oposición cargando contra el PP, y al final hubo arrepentimiento con el que seguro fue el caso más bochornoso de la televisión pública: el silenciamiento a las víctimas del metro.

A golpe de ‘decretazo’

Perdido el control de su antiguo brazo de propaganda a la Generalitat sólo le cabía acabar pronto con la agonía, la suya, no la de los trabajadores. Porque ahora se informaba de la corrupción, de la petición de indulto y de la que afecta directamente a Canal 9 a través de Gürtel. Hasta una deserción se produjo en las filas populares a cuenta del cierre.

Para ello hubo un ‘decretazo’ para imponer al liquidador del ente, tenía que ser lo más rápido posible. El mazazo del cierre y el ensañamiento del decretazo provocaron esa misma semana la primera manifestación con miles de personas reclamando el mantenimiento e la televisión y la radio públicas.

Mientras tanto acciones judiciales, intento fallido de paralización del cierre en las Corts, comparecencia del liquidador en la cámara para explicar su cometido, e insistencia del comité de empresa de seguir negociando un nuevo ERE pactado para que se pudiera mantener RTVV a bajo coste, y la Generalitat dos semanas después de anunciar el cierre aceptaba sentarse con los trabajadores. Pero no hubo negociación, ni siquiera hubo conversación, por muy abiertos que tuviera los ojos el vicepresidente éste estaba sordo. El día 26, la víspera de de votarse la ley de liquidación de RTVV, Fabra ratificaba que la decisión estaba tomada y no había marcha atrás.

Punto de no retorno

Y llegó la fecha fatídica del 27 de noviembre, no hubo más deserciones y el PP apoyaba la decisión de Fabra y se confirmaba la pena capital. Ya en el corredor de la muerte sólo cabía esperar que día se iba a producir la ejecución, y no se demoraría.

Al día siguiente y con urgencia se reunió el Consell para desarrollar la ley que finiquitaba el ente, y otro golpe de efecto, una nueva publicación del Diario Oficial de la Comunitat Valenciana a la medianoche, con nocturnidad, fechaba en ese mismo día el apagón. De manera inmediata se silenció la radio, pero la televisión resistió 12 horas más, lo suficiente como para ver el fin de la televisión en directo, el ‘reality show’ nunca visto.

La madrugada y la mañana del viernes 29 de noviembre tuvo de todo, desde el sitio policial hasta el verdugo que pasó a héroe, Paco ‘Telefunken’, huidas y entradas clandestinas por la ventana, hasta que llegó la amenaza de desalojo. Tardó en confirmarse pero fue inevitable, con ordenamiento judicial entró la policía y todo se hizo negro. Pero antes los amotinados ya rompían sus gargantas con su “Fabra dimisión”, y se marcó el récord de audiencia histórica con más de un 30% de share.

RTVV está ejecutada, clínicamente muerta, y dejará un cadáver monstruoso. Pero el espíritu que ha surgido de esta muerte no van a dejar de atormentar a los responsables del asesinato, ni de noche, ni de día.