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Vino y cambio climático: ¿durante cuánto tiempo podrás beber tinto de La Rioja?

Vino y cambio climático

Darío Pescador

15 de diciembre de 2022 23:15 h

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Estas Navidades muchos consumidores en España y en todo el mundo beberán vinos espumosos: cava catalán, prosecco del Veneto, Champagne francés y, sorprendentemente, vino espumoso inglés de los condados de Kent, Essex o Surrey. 

El verano de 2022 ha sido el más cálido desde que hay registros en Inglaterra, y también uno de los más secos. Sin embargo, no es un fenómeno aislado. Desde hace años el tiempo frío y lluvioso, que antes era la norma en los meses de verano en el Reino Unido, está dejando paso a más días soleados, y esto ha convertido el sureste británico en una región vinícola. En solo diez años, las extensiones de viñedos se han duplicado.

El cambio en el clima ha hecho posible que variedades de uva tradicionalmente utilizadas en la producción de vinos espumosos, como la Chardonnay y la Pinot Noir, prosperen en los viñedos ingleses.

Además, los veranos más largos y cálidos han ampliado el periodo de maduración de las uvas, permitiéndoles desarrollar sabores y aromas más complejos. El resultado son vinos espumosos ingleses de excelente calidad.

Pero lo que beneficia a Inglaterra puede ser un desastre para las regiones vinícolas al sur de Europa. Según el Ministerio de Agricultura Francés, la producción vinícola de aquél país ha descendido a mínimos históricos

La Vitis vinifera es una planta muy delicada. Las uvas necesitan calor y pocas lluvias para madurar y que se formen azúcares, pero al mismo tiempo necesitan frío y algo de lluvia para conservar la acidez.

Si hace demasiado frío, las uvas no maduran a tiempo, y esto da lugar a vinos demasiado ácidos. Por el contrario, el calor hace que las uvas maduren demasiado pronto.

Esto hace que contengan mucho azúcar, y que durante la fermentación se produzca demasiado alcohol. Pero además, la maduración acelerada impide que las uvas desarrollen los aromas más complejos. El resultado son vinos sin matices.

Por eso las regiones vinícolas del mundo están en una estrecha franja con el clima adecuado: ni mucho calor ni mucho frío. Es el motivo por el que difícilmente encontraremos vinos de Tailandia, y tampoco de Finlandia. Sin embargo, esta última opción se está haciendo cada vez más plausible.

En 2012 se publicó un estudio sobre el cambio climático y su efecto en los viñedos del mundo, con un modelo matemático para predecir su estado en 2050. A continuación, cruzaron estos datos con información sobre las vides para descubrir qué regiones se verían más afectadas a medida que aumenta la sequía y las temperaturas en todo el mundo.

El estudio reveló una realidad aterradora: en 2050 la mayoría de las regiones vinícolas actuales en Europa serán inviables. Adiós al vino en Ribera del Duero, Rueda, Rioja, Penedés, Priorato, Burdeos, Languedoc, Provenza, y la mayor parte de Italia.

También se ven afectadas Sudáfrica, California y Chile. Las regiones que podrían ser más adecuadas para los viñedos son impensables: Noruega, Polonia, Canadá o Montana en EE UU. 

El caso de España es aún más crítico, en un país que tiene el mayor riesgo de desertificación de Europa. Las temperaturas más cálidas provocar un aumento de la evaporación, lo que puede causar estrés hídrico en las vides y, a su vez, reducir el rendimiento y la calidad de la uva.

Además, fenómenos meteorológicos extremos como tormentas de granizo o inundaciones pueden causar daños en los viñedos de los que tardan años en recuperarse.

Los vinos del futuro

No todo está perdido. Los viticultores tienen dos estrategias principales para mitigar los efectos del cambio climático y mantener la producción. La primera es ir montaña arriba.

Bodegas Torres comenzó a plantar Pinot noir cerca de Tremp, una localidad del Pirineo leridano. Ramón Bilbao, cuyos viñedos se encuentran en la localidad riojana de Haro, a 450 metros de altura, ha comenzado la producción de Tempranillo y Garnacha a 700 metros, poniendo a los vinos resultantes la etiqueta de “vinos de altura”. Bodegas CVNE ya ha trasladado muchos de sus viñedos de la Rioja Baja a la Rioja Alta, donde las temperaturas son más bajas.

La otra solución es emplear nuevas variedades de uva más adecuadas para climas cálidos. Por ejemplo, sustituir la uva Tempranillo por Monastrell, o la Pinot Noir por Tempranillo, dependiendo de la zona.

Pero cambiar los varietales es un riesgo enorme para el productor. Las viñas no rinden durante todo el primer año, y necesitan una década para producir vinos de calidad. Un error al elegir la variedad puede significar la ruina.

Es posible que la sequía también obligue a los productores al riego de las vides, una práctica prohibida en muchas denominaciones de origen, como La Rioja, y que si no se modifica puede suponer la desaparición de viñedos en los próximas años.

Pero incluso aplicando todas estas medidas, hay una realidad inescapable: el vino del futuro ya no será el mismo. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de París (COP21), en 2050 la región vinícola de Burdeos sufrirá un aumento de la temperatura de entre 2 y 4 °C, granizadas, sequías e inundaciones. 

Como experimento, la Asociación Francesa de Periodistas por el Medio Ambiente (AJE), en colaboración con investigadores, científicos y periodistas, decidió crear un vino que simulara el sabor exacto de un Burdeos cultivado en el futuro: BORDEAUX 2050.

Los enólogos ensamblaron vinos tintos de dos variedades de uva típicas de la región de Burdeos, Merlot y Cabernet Sauvignon, pero producidas en día en latitudes más cálidas, como Túnez y otras zonas de la cuenca mediterránea. El resultado, según los críticos, fue un Burdeos más denso, menos refinado, menos elegante, con un final seco y tánico.

El experimento no se ha llevado a cabo aún en España, por ejemplo, para producir un Rioja 2050. Pero sí sabemos que la uva Tempranillo, una seña de identidad de la región, se verá afectada por las altas temperaturas.

La acidez de la uva y también la concentración de antocianinos, los pigmentos que le dan color al vino y también suavizan la astringencia de los taninos. En el caso de La Mancha, se prevé que la uva Tempranillo se vea igualmente afectada. 

Los viticultores de todo el mundo se están esforzando por encontrar formas de mitigar estos los efectos del cambio climático, y con un poco de suerte, la producción de vino se mantendrá durante muchos años en el futuro. Pero puede que ya no sea el mismo vino.

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