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La estirpe de Brueghel el Viejo: la gran familia del 'segundo Bosco' que revolucionó el arte flamenco

En 1567, dos años antes de su muerte, Pieter Brueghel el Viejo fue descrito por primera vez como 'el segundo Bosco'. El sambenito se lo colgó el comerciante florentino Ludovico Guicciardini en un escrito tan influyente que llega hasta nuestros días. Y lo cierto es que, durante años, este pintor flamenco se sirvió del imaginario de quien pintase El jardín de las delicias para cultivar su arte.

Sin embargo, más allá de la sombra de El Bosco, Pieter Brueghel el Viejo fue uno de los más grandes artistas del XVI, exponente imprescindible de la pintura flamenca. Es más, fue el patriarca de una estirpe de artistas que cambiaría, por siempre, la historia del arte.

Brueghel el Viejo tuvo tres hijos, dos de los cuales -los varones- se dedicaron a la pintura. Uno de ellos tendría otros siete sucesores, el primogénito se hizo pintor. Al otro le sobrevivió un vástago que también se dedicó al arte bajo el auspicio de Rubens. Y este fue, a su vez, padre de once criaturas más, de las cuales cuatro se dedicarían también a la pintura.

Todo un linaje de artistas responsables de una ingente obra de la cual se puede ver un centenar de excelentes ejemplos en Brueghel: Maravillas del arte flamenco. Una exposición que acaba de abrir sus puertas y que se podrá visitar hasta el 12 de abril en el Palacio de Gaviria del centro de Madrid.

Pieter Brueghel el Joven: el primero de su nombre

Son escasos los documentos de archivo concernientes a la vida de Pieter Brueghel el Joven, el primer hijo de Mayken Coecke y Pieter Brueghel el Viejo-la originalidad en los apodos no era lo suyo, aunque también se le conoció como Pieter II-. Se sabe que nació en Bruselas en 1564 y que se formó en la Guilda de San Lucas, prestigioso gremio de pintores presente en ciudades como Amberes, Delft o Amsterdam y por el que pasarían personajes como Rembrandt o Vermeer.

Sin embargo, no sería osado afirmar que hoy conocemos la obra del 'segundo Bosco', gracias a la labor de este primogénito esforzado. Según Klaus Ertz, historiador del arte alemán especialista del linaje Brueghel, “su fama se debió en gran medida a las copias elaboradas por su hijo, Pieter el Joven”.

Así lo afirma en un artículo que forma parte de los textos académicos del catálogo de Brueghel: Maravillas del arte flamenco, editado por Arthemisia Books. Según el especialista, el hijo mayor se esforzó en imitar el estilo de su padre, que se volvió popular entre la burguesía flamenca de principios de 1600. Fue el responsable de la mayor parte de adaptaciones tradicionales de las composiciones de su padre.

“Si el padre era el visionario y el moralista, su hijo fue el cronista de su época”, escribe Ertz. “Es crítico, pero sin ser evidente, como su padre, sin ser moralizante. El hijo es un narrador de los más ínfimos detalles y representa a la gente tal y como es”.

En la exposición del Palacio de Gaviria podemos observar, eso sí, algunas obras que muestran su excepcional oficio. La trampa de los pájaros, estampa invernal de increíble composición, sería un buen ejemplo de sus capacidades para divulgar el estilo de su padre, que contaba con bocetos de esta.

También lo serían obras como Paisaje de colinas con campesinos en un camino rural. De su habilidad para volar sin las ataduras de su padre, también encontramos varias obras tales como la que abre este artículo Baile de boda campesina al aire libre, la moralista Las siete obras de la misericordia o la comedida pero maravillosa Un gaitero y un caminante en una aldea.

Jan Brueghel el Viejo: el genio de la familia

La obra de Pieter II popularizó el estilo del padre y proporcionó un nombre a la familia de artistas, más preocupado por el legado del apellido que por su carrera particular. Por eso, tal vez, “nunca gozó de tanto éxito económico como su hermano Jan I”.

Jan Brueghel el Viejo -también conocido como Jan I- era cuatro años menor que su prójimo, pero su carrera gozó de mejor fortuna. Recibió formación desde muy pequeño, cuando vivía en Amberes y su abuela -la miniaturista Mayken Verhulst Bessemers- le enseñaba los fundamentos del dibujo.

A los 21 años viajó a Italia, donde se empapó de determinadas corrientes del arte europeo, conoció a artistas e hizo amistades que le situarían entre los ambientes en los que debía triunfar en Roma, Nápoles y Milán. Estaba en el sitio adecuado en el momento preciso.

“El mayor logro de Jan I en la pintura del siglo XVI es el pausado cambio que ejerció de un siglo al siguiente, de lo viejo a lo nuevo”, explica Kertz. No renegó del apellido pues también se dedicó a copiar durante años a su padre así como se preocupó por preservar su legado. Sin embargo, su idoneidad y su técnica le proporcionaron la fama que nunca tuvo su hermano mayor.

Destacó en el paisajismo, el relato de época, la temática bíblica y en su excepcional trazo para las naturalezas muertas. En la exposición Brueghel: Maravillas del arte flamenco se pueden observar diversas expresiones de su arte que van desde los paisajes con carácter espiritual como San Jerónimo en la naturaleza o Descanso en la huida a Egipto, hasta su visión de lo cotidiano de Vista de la ciudad costera con un puente o Viajeros con coches en una carretera de campo.

Jan Brueghel el joven, el heredero del trono

Antes de su fallecimiento, Jan I había establecido una fructífera amistad con Rubens -uno de los más grandes pintores barrocos de la historia-. Este se convirtió en albacea del patrimonio de su amigo a su fallecimiento, víctima de cólera, en 1625. El genio tuvo, no obstante, dos hijos con su primer matrimonio: Pascasia Brueghel y Jan Brueghel el Joven -conocido como Jan II-. Ella no se pudo dedicar a la pintura. Él, sin embargo, llegaría más lejos aún que sus antecesores.

“La popularidad del 'estilo Brueghel' alcanzó su máximo apogeo después de la muerte de su padre, y Jan II cosechó un enorme éxito vendiendo los cuadros que este había dejado, completando aquellos que estaban sin terminar y creando nuevas obras con su estilo”, explica el historiador del arte Klaus Ertz.

Nació en 1601 y se inició en el taller de su padre cuando aún no levantaba mucho más de cuatro palmos y contaba con diez años. Pronto se marchó a Italia, como hizo su padre, y no volvió a Amberes hasta que este falleció. Entonces se hizo cargo de su estudio, se unió a la Guilda de San Lucas -como su tío-, se casó y tuvo once hijos. Once.

“Sus mejores obras son extensos paisajes”, afirma Kertz. No obstante, “a pesar de que empleaba los mismos vivos colores puros, Jan II nunca llegó a igualar la destreza de su padre. Allí donde la obra de Jan I tiene una clara y coherente interconexión [...], los cuadros de Jan II parece que son menos densos”.

Abraham, Philips, Ferdinand y Ambrosio: los Stark del arte flamenco

Sin embargo, el talento de Jan II poco o nada afectó a su extensa y su fulgurante carrera. De hecho, consiguió que su progenie defendiese y ampliase durante años el poder del 'estilo Brueghel'.

De los once retoños de Jan II, cuatro -de nuevo todos varones- se conviertieron en pintores profesionales. El mayor de estos -que también fue bautizado como Jan Pieter Brueghel-, se especializó en pinturas florales.

Su hermano, Abraham Brueghel fue además un célebre paisajista y pintor de de naturalezas muertas. A ambos les intentaron seguir la pista Philips Brueghel, grabador profesional y maestro del gremio de San Lucas, y Ferdinand Brueghel -el menor y del que menos se sabe-.

Y por si la historia del linaje no fuera suficientemente complicada, Jan II también tuvo hermanastros y hermanastras. Del segundo matrimonio de Jan I con Catharina Van Marienberghe nacieron cuatro hijos. Solo el varón -de nuevo- se dedicó a la pintura: Ambrosio Brueghel, especializado en paisajes y naturalezas muertas.

De todos y cada uno se pueden ver muestras en Brueghel: Maravillas del arte flamenco. Una exposición que aúna didactismo y ambición. Una aproximación a uno de los linajes más brillantes e influyentes de la historia del arte.