La portada de mañana
Acceder
El Supremo amplía la investigación de los correos de la pareja de Ayuso
La Generalitat reconoció por escrito que el seguimiento de ríos es su responsabilidad
Opinión - Lobato, en su laberinto. Por Esther Palomera

Tres nuevas metáforas contra la colonización cultural

The Influencers se define como un festival de “arte no convencional, guerrilla de la comunicación, entretenimiento radical”. Empezó en Barcelona hace más de una década con la performance política de The Yes men y Critical Art Ensemble, siguió con la contramemética de Adbusters y la reapropiación del espacio visible con The Artvertiser o el Frente de Liberación de las vallas publicitarias.

En los últimos años ha reunido artistas de la contravigilancia y hasta de la identificación con musas de la era post-Snowden como Holly Herndon y Heather Dewey-Hagborg. Lo fundaron Eva and Franco Mattes de 0100101110101101.org junto con Bani Brusadin hace más de 10 años. El hilo que une todos los proyectos que van al festival es la capacidad de usar el lenguaje del poder contra el poder, desde los uniformes y la retórica del corporativismo a la imagen publicitaria o las redes sociales.

Este proyecto está en crisis: hoy son las redes sociales las que se han apropiado del lenguaje artístico. El reto es encontrar nuevas metáforas para la era de la vigilancia masiva, en una disciplina que se mueve constantemente entre los gatitos voladores y el Armageddon. Brusadin vino a la última edición de Resonate (Belgrado) para proponer tres conceptos nuevos para la reapropiación del imaginario rebelde: Free falling (Caída libre), The stack (La pila) y el materialismo humanista. Como es natural, están íntimamente relacionados entre sí.

1. Una pila para dominarnos a todos

The stack (La pila) propone una integración de todos los procesos computerizados en una megaestructura de seis capas: Tierra, Nube, Ciudad, Dirección, Interfaz y Usuario. Está inspirada en la “pila de protocolos” anidados, diseñado para conectar sistemas muy distintos con interdependencias complejas. Hay vasos comunicantes entre ellas y leyes que gobiernan sus relaciones. Esta metáfora es el ambicioso ensayo del atrevido académico Benjamin Bratton, cuyo TED para acusar al propio TED de hacer tecnorradicalismo placebo hace que Morozov parezca una azafata del World Mobile Congress.

Bratton es profesor de artes visuales en la Universidad de California y director del thinktank de Diseño y Geopolítica del Instituto de Ciencias y Tecnologías de la Comunicación, entre otras muchas cosas. Su libro sugiere un nuevo paradigma de geopolítica internacional, desvinculado de los estados naciones, para reflejar la sociedad postInternet y sus nuevas soberanías múltiples y cambiantes.

La geografía misma de ese mundo, que incluye Internet pero también a nosotros, es tan accidental como la de nuestros cinco continentes y tiene su propia idiosincrasia. Toda nuestra legislación está tan obsoleta como la fuerza de la gravedad en la luna. Hay que inventarse otra en este nuevo oeste que todos queremos habitar.

2. Suspensión animada en la cueva del capitalismo digital

La caída libre es un concepto de la artista alemana Hito Steyerl que aparece en Los condenados de la pantalla, cuya edición de Caja Negra reseñamos el año pasado. Para entendernos, caída libre es lo que le ocurre a Alicia cuando cae por la madriguera del conejo.

Solo que en vez de caer, Alicia flota en suspensión animada, con tiempo suficiente para empezar a hacer cosas como leer o tomar el té, pero sin pararse lo bastante como para acabarlas. Para Steyerl, este es el estado en el que nos mantiene el capitalismo superacelerado, una especie de parálisis en la que consumimos sin control, suspendidos en un trance angustiado del que tratamos de despertar consumiendo más y más cosas. Hay millones de imágenes flotando ante nuestros ojos, pero nada a lo que agarrarnos, y tampoco hay un suelo bajo los pies.

Como la sumisión en El cuento de la criada, este flotar se convierte en el estado natural de las cosas. La resistencia es cada vez más débil. A la larga, no hay campamento de desintoxicación digital que lo arregle.

3. Dios no existe y la nube, tampoco

La tercera propuesta como metáfora contra la colonización cultural es un materialismo humanista que vuelva a poner en crisis la religión como una superestructura ideológica que interpreta la realidad. En este caso, la religión no está representada por un conjunto de ceremonias de oración o sacrificios, sino la falsa capa invisible que discrimina lo virtual de lo analógico.

Pero hay iconos religiosos como La Nube, y un sistema de pensamiento mágico diseñado cuidadosamente para generar nuestra confianza. También son metáforas. Por ejemplo, la idea de que la presencia de una aplicación en nuestro sistema o el acceso de una empresa a todos nuestros movimientos acaba cuando la desinstalamos. La idea de que nuestros datos desaparecen cuando los borramos del disco duro, del teléfono o de la web. La idea de que, si dejamos el móvil en casa o nos desconectamos de la Red, volvemos a ser invisibles.

La verdad es que ya no hay dentro o fuera, pastilla azul o roja, conectado o no. Lo que hay es una capa de metáforas que tapa los procesos reales que nos implican y nos devoran cada segundo de nuestras vidas. El materialismo humanista sería, parafraseando a Bratton, empezar a entender la diferencia entre cosmopolitismo digital y feudalismo de la nube.

Este es el proyecto en el que trabaja Joana Moll con su taller en el mismo Resonate, Bratton con su libro y todos aquellos trabajos diseñados para visibilizar la pesada estructura enterrada que hace posible nuestras comunicaciones y también su control. También Santiago Alba Rico con las metáforas de aceleración y multiplicación en su último ensayo, Ser o no ser (un cuerpo), donde que quiere “abordar la cuestión de la corporalidad amenazada por el capitalismo” y estrechar la distancia entre el lugar donde vivimos y el lugar donde se decide nuestra vida.