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'Emmanuelle', la nueva mirada feminista al clásico erótico prohibido por el franquismo

Una mujer se recoloca la falda, tratando de cubrir sus muslos, en un avión. Llama a la azafata y le pide protector labial. “El ambiente está muy seco”, se queja desde su asiento en primera clase. En seguida se lo traen. Hay unos ojos que supervisan todos sus movimientos. Un hombre la está observando. Ella se quita la chaqueta, coge un preservativo de su bolso, lo enseña y se dirige hacia el servicio. Él acepta el juego y sigue sus pasos. Se encierran juntos en el baño. Mantienen relaciones sexuales sin mediar palabra. Él acaba. Cuando vuelven a su sitio, los ojos de ella no pueden denotar más tristeza, y su gesto no pasa desapercibido para el resto de los pasajeros. En especial para otro hombre que asiste en primera fila a su desganado regreso.

La mirada triste pertenece a Emmanuelle, la protagonista de la nueva versión de la película que en 1974 se convirtió en un fenómeno internacional por su contenido sexual y erótico; y que a su vez estaba basado en la novela homónima escrita por Emmanuelle Arsan en 1959. El estreno del largometraje en Francia marcó tal revuelo que, mientras allí las salas se llenaban en cada uno de sus pases, en España fue prohibido por el franquismo. Los únicos que pudieron verla fueron quienes cruzaron la frontera para llegar a los cines de Perpiñán y Bayona.

La primera traslación del libro a la gran pantalla fue capitaneada por Just Jaeckin y Audrey Diwan, directora de El acontecimiento, por la que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia en 2021, ha sido la encargada de traerla de vuelta –y actualizarla– en 2024. La obra, que pone el foco en el deseo y placer femenino, fue la encargada de inaugurar la sección oficial del Festival de San Sebastián este viernes. Al resto de salas llegará el próximo 27 de septiembre.

La película sigue el viaje de su protagonista, una mujer que se dedica a evaluar los hoteles que una cadena de lujo tiene repartidos por todo el planeta. En este caso, de Hong Kong, donde su directora, encarnada por Naomi Watts, le deja claro desde el inicio que ella también fue “una tiburón”. Sabe que viene para darle problemas y “buscar la falla” que hará peligrar su puesto de trabajo. Complacer a los adinerados clientes es la prioridad de la máxima responsable. Para ello, satisfacer su deseo es primordial, incluido el de la compleja supervisora que encarna Noémi Merlant (Retrato de una mujer en llamas).

El erotismo y el sexo imperan en todo el metraje –hasta el punto de rozar el límite de la verosimilitud–, liderando la propuesta que llega al cine en un contexto donde ambos no son ajenos ya no solo al público cinéfilo, sino al conjunto de la sociedad, en gran parte por lo ampliamente extendido y accesible que está el consumo de pornografía. Apostar por representarlo en la pantalla genera intrínsicamente una reflexión y debate a los que directora y protagonista aseguran haber dedicado mucho tiempo y conversaciones. “Es verdad que estamos expuestos a muchísimas imágenes de lo que es el porno, pero la sensación es que siempre se repite la misma dinámica, con la mujer presentada como un objeto sexualizado y dominado”, reconoce ante un grupo de medios entre los que está presente elDiario.es la actriz Noémi Merlant.

Desde el MeToo, las mujeres tenemos más espacio para expresarnos y explorarnos. Podemos no saber en qué punto estamos y qué tipo de placer queremos. Y podemos permitirnos buscarlo

“Aquí se trataba de hacer una exploración nueva. Siento que desde el MeToo tenemos más espacio para expresarnos y explorarnos”, amplía indicando que comparte con su personaje la sensación de que está bien que las mujeres “no sepamos en qué punto estamos y qué tipo de placer queremos”. “Ahora estamos en un momento en el que nos podemos permitirnos buscarlo”, celebra al tiempo que defiende que el objetivo “no es enfrentar el erotismo con la pornografía. Hay espacio para las dos cosas”.

Consentimiento y excitación convivientes

Audrey Diwan comparte que es consciente de que al situar su historia en Hong Kong, el escenario remite inmediatamente a Deseando amar (Wong Kar-Wai, 2000), que está considerada como “la mejor película erótica de todos los tiempos”. “Pero es que si lo piensas, en realidad iba de gente frotándose en los pasillos y nada más”, critica. Embarcarse en la nueva versión de Emmanuelle le llevó a reflexionar sobre qué es el erotismo: “A veces es una cuestión tan sencilla como la distancia entre los personajes. Cinco centímetros más o menos lo cambian todo, generan otra situación”.

El largometraje refleja el crecimiento personal de Emmanuelle, que lograr mirar hacia dentro e ir dilucidando qué le sienta bien y qué no, cuándo actúa por seguir el patrón impuesto por la sociedad y cuándo respondiendo realmente a su propio interés y apetito. La escena más potente de la cinta refleja el clímax de lo que implica para ella tomar sus propias riendas y alzar su voz hasta ya no solo guiar al hombre con el que mantiene relaciones sexuales, sino hasta a la propia cámara. “La dirige por lo que dice, cómo lo dice, cómo mira. Es ella quien establece el ritmo. Y sí, es un hombre que la escucha pero consigue que no solo sea él, sino todo lo que les rodea. Logra que todo se ponga de acuerdo para que ella obtenga el placer que busca”, describe la actriz.

La directora Audrey Diwan apoya su postura indicando que el resultado es que “no solo es excitante para ella. Y eso funciona”. “En la película queda claro que el consentimiento y la excitación pueden ir de la mano”, reflexiona. El consentimiento fue protagonista dentro del propio rodaje, del que otra de las intérpretes, Chacha Huang, que encarna a una joven asidua en el hotel con quien también tiene encuentros sexuales la protagonista.

“Tuvimos muchas conversaciones y ensayos. Audrey es muy directa al explicar cómo son los personajes y de dónde vienen. El resto ha sido muy fluido. Las escenas de sexo están tan bien escritas que rodarlas no ha sido diferente de lo que hubiera sido grabar a alguien caminando por la calle. Tienen una lógica, no son gratuitas, no están forzadas ni impuestas. Hay un fondo”, destaca.

El contrapunto masculino lo aportan Will Sharpe (The White Lotus) y Jamie Campbell Bower (Sweeney Todd, Crepúsculo, Cazadores de sombras). El primero en la piel de un misterioso huésped que tarda poco en captar la atención de Emmanuelle, y el segundo como un productor que comparte en el lujoso spa sus quejas sobre la directora con la que está trabajando en un anuncio de yogures en ese momento.

El que se convierte en el 'compañero' de la protagonista en su viaje es un ingeniero que nunca pasa las noches en su habitación y que aún así acepta que la empresa para la que trabaja se la pague porque determina su 'precio' como trabajador. También le reconoce que lleva tres años sin mantener relaciones sexuales, porque ha aborrecido el deseo, como si se tratara de un videojuego y hubiera superado hasta la partida final. “Mi personaje ya no tiene necesidades y entre ambos se genera una conexión porque ambos están perdidos en el mundo. Él sabe escuchar y comprender a Emmanuelle. Me gusta cómo en la película se explora el erotismo desde el consentimiento. Hay un baile entre ambos que desentraña lo que ella quiere y el resultado es un viaje muy conmovedor”, apunta Will Sharpe.