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La importancia de criarse entre sabias amazonas para llegar a ser Wonder Woman

En Isla Paraíso, las amazonas entrenan con fiereza a la espera de un ataque de Ares, el dios de la guerra. Saltan desde sus monturas, empuñan espadas, lanzan flechas y se defienden con piruetas etéreas antes de propinar la estocada mortal. A lo lejos, una niña de ocho años las observa con admiración sin saber que ella está destinada a convertirse en la guerrera más invencible de Temiscira. 

El origen de Wonder Woman ha sido prioridad editorial durante estas semanas, justo antes de que llegase a las salas la nueva heroína de DC. Se ha dicho que el poliamor, el bondage y la Segunda Guerra Mundial fueron el caldo de cultivo de las primeras viñetas creadas por William Moulton Martson. El guionista primigenio imprimió un carácter irreemplazable a su criatura, pero la historia de la princesa Diana ha sido decorada con diferentes pinceladas a lo largo de sus 76 años.

La que nos interesa ahora es la versión elegida por Patty Jenkins, capitana al mando del regreso de Wonder Woman y directora de la cinta estrella de la cartelera. Por sus más de 600 millones de dólares de recaudación, merece la pena echar un vistazo a las decisiones de la mujer que estuvo tras las cámaras de Monster y que hoy firma el fenómeno cinematográfico del año.

Las amazonas de Temiscira han sido víctimas del vaivén de los tiempos y su mito, uno de los más maleables. En la nueva película, este clan de legendarias actúa a modo de prólogo y de matriz para entender la naturaleza incorruptible de la mujer que salvará el mundo de los mortales. La princesa Diana de Temiscira, como se la reconoce durante todo el metraje, nace en esta isla “no cartografiada en los mapas” rodeada únicamente por mujeres.

Todas ellas vigorosas, independientes, cultas y bellas, pero según una concepción de la belleza heterogénea y fascinante. Diana fue moldeada en una masa de arcilla por su madre Hipólita, la reina de las amazonas, e insuflada de vida por el dios Zeus. Una parte que bebe directamente de la mitología helénica y de ciertos pasajes bíblicos, al igual que el cómic de 1941. “Hermosa como Afrodita, sabia como Atenea, veloz como Hermes y más fuerte que Hércules”, rezan sus primeras líneas.

Esta criatura semidivina está destinada a prestar sus dones a la humanidad, pero su madre ha visto demasiado horror como para arriesgarse a perderla en combate. Para avisar a la pequeña Diana de los peligros de la guerra, Hipólita le narra la leyenda del comienzo de los tiempos y de la aparición de las amazonas. La reina le cuenta las hazañas de los primeros hombres creados por Zeus, cómo estos fueron alienados por Ares, hijo del dios del Olimpo, y sometieron a las amazonas, que al final migraron a Isla Paraíso para vivir en armonía y alejadas de la maldad terrenal. 

Todo en esta fábula, tanto la visión antibelicista como la feminista, marca la forma de acercarse a la vida de las increíbles amazonas. Es entonces cuando entendemos la manera de luchar, los valores y la filosofía autosuficiente que ha alzado a Wonder Woman como una de las películas con mas mensaje de la última década. 

Las guerreras de Temiscira pelean con garra, pero a la vez funcionan ordenadas como el mecanismo de un reloj. Su coreografía es coral, hipnótica y letal, pero no hace un mero uso de fuerza bruta y de los borbotones de sangre como estamos acostumbrados a ver en pantalla. “En Temiscira tenemos un dicho: no mates si puedes herir. No hieras si puedes someter. No sometas si puedes apaciguar. Y no alces en ningún caso tu mano, si antes no la has extendido”.

Lo único que rompe esta regla apaciguadora es el esperado enfrentamiento con Ares. Una batalla que nunca será justa, como le recuerda a Diana la amazona más hábil de todas y su maestra: la General Antíope, interpretada por Robin Wright. Lo que desconoce la veterana luchadora es que, al otro lado del banco de nubes, los humanos libran guerras bastante más mortíferas que las de los dioses griegos.

Cuando el piloto norteamericano Steve Trevor estrella su avión en la isla de las mujeres, Diana se ve obligada a acompañarle y luchar contra los alemanes para “evitar que muera más gente inocente”. Su misión será patear al todopoderoso que consigue que los hombres actúen como animales. La sorpresa de que esta especie primitiva no necesita ningún acicate para despellejarse entre sí no le hará perder su voluntad, y así se introducirá Wonder Woman en las trincheras británicas de la Primera Guerra Mundial.

La sororidad como lección

Este primer acto es toda una declaración de intenciones de Patty Jenkins. La realizadora quería dejar claro que Wonder Woman es maravillosa gracias también a la comunidad femenina en la que se cría y a la pureza que adquiere viviendo ajena a la sociedad patriarcal.

Diana siente curiosidad por el otro sexo y es una de las partes cómicas que mejor sabe explotar la película. Pero en ningún momento esta inquietud se convierte en necesidad o sumisión. Para muestra, la escena en la que habla de matrimonio y sexo con Steve de camino a Londres. 

La chica le hace saber que, al igual que puede hablar todos los idiomas de la tierra, es consciente del disfrute de la carne humana gracias a los doce volúmenes de Clío sobre el erotismo. “No te gustarían, defiende que el hombre es esencial a nivel reproductivo, pero totalmente innecesario cuando se trata de dar placer”, suelta Diana sin inmutarse. Bromas sí, pero sin pasar por el aro falócrata.

Hay quien dice que el mensaje feminista de Wonder Woman es solo un tamiz que se queda en cuatro chascarrillos y se pierde entre las faldas de un traje que hereda lo peor de su antepasado.

Sin embargo, el inicio de las amazonas y el desarrollo de una acción que recae enteramente en la figura de Diana deja poco lugar a dudas. Y, siendo más o menos recatada, la armadura de Gal Gadot no se usa en ningún momento como reclamo de atención entre los hombres de la trama. Ha conseguido apropiarse de una estética que no desentona en los combates y menos al tratarse de una amazona. Como ella dice, las faldas de tubo de principios de siglo sí que son poco apropiadas para ir a la guerra a repartir patadas voladoras.

En definitiva, aunque Wonder Woman solo ha puesto la primera piedra de un largo camino, no pasa de puntillas por asuntos femeninos que ya debían ser tratados en la industria de los superhéroes. Su coprotagonista masculino no es un hombre florero, ¿y qué? Ella sigue luciendo la falda corta y la melena al viento, ¿y qué? No debemos confundir el elogio con el conformismo.

Diana de Temiscira ha venido a decir que es mucho más que una mujer que sabe repartir mandobles. También es leal, valiente, estratega y compasiva. Y todo esto se lo debe a las mujeres que la instruyeron en su paraíso de las amazonas.