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'Qué locura enamorarme yo de ti' o cómo sobrevive una feminista en una relación de tres a las contradicciones del poliamor

Nadie está libre. De los celos, de las contradicciones, de los sentimientos prohibidos en la teoría o de, como quién no quiere la cosa, agarrar el móvil de su pareja en un momento de despiste y espiar sus mensajes privados. Sí, incluso siendo feminista. Con esta máxima, y atravesada por la sinceridad de quien se desnuda ante el texto y ante el público, afronta la escritora y poeta Gabriela Wiener el estreno de su obra 'Qué locura enamorarme yo de ti', dirigida por Mariana de Althaus, que representará en el Teatro del Barrio de Madrid desde este 30 de enero.

Podría calificarse de tragicomedia queer o de drama cargado de humor, pero es sobre todo un ejercicio de franqueza con el que la periodista peruana y autora de títulos como Sexografías o Dicen de mí huye de los lugares comunes. Gabriela tiene un marido, una mujer, dos hijes*, Coco y Amaru, y una cama de 4,5 metros, “la cama oficial del poliamor”. Es precisamente en pleno postparto por el nacimiento de Amaru, un bebé colectivizado que tuvieron su marido y su mujer, cuando estalla la crisis de parejas, en plural, que da lugar a la representación.

El texto ha ido tomando forma hasta convertirse en obra de teatro. Ahora salen a escena también sus parejas, Jaime y Rocío, y en un vídeo su hije Coco explica “cómo sobrevivir al poliamor”. Mariana de Altahus le propuso a Gabriela convertir el texto en un montaje para hacer una temporada el pasado verano en Lima (Perú) con la productora Sala de Parto. Pero el principio del camino fueron las palabras que escribió en medio de la crisis, cuando las cosas más cotidianas se volvían imposibles. “Lo empecé a presentar en sitios, en eventos literarios. Y cada vez que leía este texto en público sentía que me sacaba un peso de encima, como si fuera una ceremonia de purga y de renacimiento”, señala.

Mas allá de una liturgia, la obra es una excusa para asumir que no siempre se puede, que a veces las teorías y los manuales de la relación perfecta no se adaptan a lo que ocurre en realidad. Para Wiener, colaboradora habitual de medios como eldiario.es o The New York Times, es una forma de “abrazar mis contradicciones” y de “servir mi corazón caliente en bandeja”. El amor, los celos, la no monogamia o el intento por construir afectos cada vez más honestos son temas centrales de la obra. Y es que “aunque la mía sea una relación poliamorosa, vivimos los mismos problemas”, dice la escritora.

Porque, en el fondo, no es fácil escapar de ese sentido de propiedad con el que solemos inocular las relaciones, reflexiona. Una dinámica que “viene del patriarca que todos y todas tenemos dentro” y también de “los mandatos bíblicos, sociales, heterosexuales y monógamos”. “Viene del colono, del patrón, del capitalista, del dueño de la hacienda donde trabajaron nuestras abuelas, de los hijos que les hicieron sus amos. Viene del desamparo, de la soledad, de la precariedad, del no tener nada y querer tener algo, viene de ser despojo y necesitar sanar y reparar”.

Lejos de las inercias

Por eso, es una representación para todos y todas, porque apela a vivencias universales, a preguntas sin una única respuesta. ¿Cómo afrontar las contradicciones? ¿Cuál es la forma más justa de entablar una relación? ¿De dónde vienen los celos? A Wiener le sirve la sinceridad, contarle a la gente que conoce y quiere lo que siente y “abrir el melón”, ejemplifica. “Yo la he cagado. A mi me han mentido. Hemos roto nuestros acuerdos, nos hemos destrozado, nos hemos descuidado, no hemos sido ni todo lo feministas ni todo lo poliamorosas que debíamos, pero aquí estamos”.

La obra, sin embargo, se aleja de la intención de sentar cátedra sobre el formato de relación perfecto. Y por eso es también un altavoz “para el sentimiento legítimo de intentarlo” porque muchas veces las teorías van por un lado y las prácticas, por otro. En medio de la catarsis, Wiener propone una búsqueda de afectos en las que no se reproduzcan “las lógicas monógamas impuestas”; las inercias que “hemos entendido por el feminismo que nos hieren y que nos hacen daño, que nos hacen caer en relaciones de aislamiento y de maltrato, de las que es difícil salir”.

Y ahí incluye también una crítica a las discriminaciones que reproducen a veces las relaciones que se visten de otra cosa. En las relaciones queer, explica, “también hay racismo y desigualdad y violencia”. “No me pidas que me deconstruya poliamorosamente si a la primera me vas a llamar llorona, puta o celosa por ser sudaka. Primero deconstruye tu racismo. Si no atrevesamos todo de afecto, de feminismo, de antirracismo, si no somos empáticos con las circunstancias y las experiencias que hacen vulnerable a la persona que decimos amar, ¿de qué amor hablamos?”.

Criar de otra manera

Quizás la última frontera sea poner patas arriba todos esos mandatos que no solo atraviesan las relaciones amorosas, también la crianza. Por eso que la crisis de parejas se produzca en pleno postparto no es casualidad. La llegada de Amaru forma parte central de la historia porque “evidenció tensiones que se dan entre los cuerpos que cuidan cuando un bebé viene al mundo y que colisionan con lo que se espera de nosotros a nivel social”, explica Wiener. Si los tres miembros de la pareja estaban centrados en la deconstrucción de su relación, ahora el cuidado mutuo y el de sus hijes se volvió una prioridad.

Esto hizo que “mirásemos más allá de nuestro ombligo y del arrasante fuego del enamoramiento” y que en primer plano se situara ya no solo el objetivo de amarse de manera diferente, sino de criar de forma distinta. “Históricamente las familias heteromonógamas han sido campos minados de oscuridades, de mentiras, de vidas secretas. No son así todas las familias, pero muchos tenemos experiencias violentas en esos núcleos”. Por eso, criar de manera “no aislada, amorosa, abierta y hacer nuevas comunidades de afectos que den una vuelta a los viejos vínculos” es clave.

De todo ello reflexiona Wiener en 'Qué locura enamorarme yo de ti', que ha escogido el nombre de la canción del puertoriqueño Eddie Santiago porque es en ella “donde conocí esa locura, ese lugar que puede ser fuente de toxicidad por desaprender pero que también es parte de mi humanidad enamorada, de mi forma de relacionarme eróticamente con el mundo”. Por eso dice muchas veces que la canción es, en ocasiones, el único lugar seguro, a través del que, como en la obra, “llorar a gusto, descojonarme viva de nuestra racionalización del amor y también seguir aprendiendo”.

*Se ha decidido mantener el uso de la 'e' como género neutro en algunas palabras porque así es como lo usa la entrevistada.

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