Lo de La Roja, que ahora encontraréis a menudo en medios de comunicación de todo el arco ideológico, fue en su día muy controvertido y evitado en la derecha mediática y política
¿España? ¿La Selección? ¿La Roja? ¿Las tres cosas? ¿Cómo le llamas en tus conversaciones cotidianas al equipo de fútbol dirigido por Luis de la Fuente que está disputando estos días la Eurocopa, por ahora con éxito?
Si como sostenía Platón en el Crátilo -y resume en versos endecasílabos Jorge Luis Borges-, “el nombre es arquetipo de la cosa, / en las letras de rosa está la rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo”, para la mayoría de los hablantes tienen diferentes connotaciones cada una de esas tres denominaciones arriba apuntadas.
Lo de La Roja, que ahora encontraréis a menudo en medios de comunicación de todo el arco ideológico, fue en su día muy controvertido en la derecha mediática y política. Acostumbrados como están a apropiarse de todo, desde la bandera a la Justicia, quizás creyeron que llamarle La Roja a la selección nacional de fútbol era una maniobra del rojerío, de la izquierda, para apropiársela.
Nada más lejos de la realidad. Las camisetas rojas se las puso a la selección, en 1947, en el franquismo temprano, uno de los generales golpistas del 36, José Moscardó, que por entonces era Delegado Nacional de Deportes y presidente del Comité Olímpico Español. Aún más: Moscardó les puso a los jugadores la camisola roja para quitarles -adrede- la de color azul falangista que se les había colocado al finalizar la Guerra Civil.
Lo de La Roja como nombre fue una propuesta de Luis Aragonés cuando en 2004 fue fichado como seleccionador nacional. “Me gustaría que esta selección tuviera un nombre, una identidad. Brasil es La Canarinha; Argentina, La Albiceleste, y me gustaría que España fuese La Roja”, dijo poco después de llegar al cargo.
Cuatro, cuyo color corporativo también era el rojo, emitía los encuentros del Mundial de Alemania en 2006 y se sumó con entusiasmo a la propuesta de Aragonés. Multitud de aficionados también lo hicieron.
Fue más casualidad que causalidad, pero aquel equipo bautizado como La Roja -roja de pasión, de corazón, de furia (La Furia Española fue otro de los apelativos anteriores que se le puso a la selección), no el roja de “izquierdista, especialmente comunista” de la quinta acepción en el Diccionario- comenzó por entonces la más larga carrera de éxitos de su historia: se proclamó campeona de Europa en 2008; y, ya con Vicente del Bosque en el banquillo, campeona del mundo en 2010 y de nuevo campeona de Europa en 2012.
Por si fuera poco para el berrinche de algunas derechas y extremas derechas, al calor de esos éxitos empezó a llamárseles La Rojita y La Rojilla a algunas selecciones de las categorías inferiores. ¿Cuándo? Cuando tenían éxitos en algunos torneos internacionales. La Roja se había convertido así en un apelativo positivo, reputacional. En sinónimo de La Exitosa, La Ganadora. La Victoriosa. ¡Una denominación convertida en un apelativo positivo! Eso en lengua y en comunicación es imbatible.
Pero esperemos al domingo, que vuelve a jugar La Roja, digo La Selección, digo España.
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