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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El fotógrafo que cruzó la intimidad de Dalí, Penélope Cruz y Coppola con su cámara

Jordi Socías pasó cuatro días en la casa de Salvador Dalí esperando el momento perfecto para conseguir el mejor retrato del pintor. Aunque no fue él quien impuso los tiempos. El artista le dijo que tendría que inmortalizarle en un instante determinado del día, pasadas las cinco de la tarde, con el sol iluminando y el viento de tramontana removiendo el ambiente. Así que allí pasó las tardes sentado, esperando, observando.

“Había un movimiento de personas brutal. Ir allí era como una peregrinación. La gente llamaba a su puerta, el mayordomo le decía quién era y Dalí decidía si podía o no pasar”, recuerda el fotógrafo a elDiario.es sobre lo que atestiguó durante aquellas jornadas, en las que una de las visitas fue un coro alemán.

Era 1979, Socías trabajaba para la revista Cambio 16 y había planeado tomar la instantánea “a un palmo de la cara” del pintor, bien cerca de sus ojos y bigote. Una vez obtuvo el beneplácito del protagonista, tomó la fotografía que le catapultó. El retrato preside ahora una de las paredes de la exposición Al final de la escapada que recorre su trayectoria vital y profesional de la Sala Canal de Isabel II de Madrid, y que podrá visitarse hasta el próximo 21 de abril. Pero este no fue su primer oficio. El barcelonés estuvo ocho años vendiendo y arreglando relojes, hasta que descubrió cuál era su verdadera pasión, para la que además tenía talento.

Eminentemente autodidacta, la primera de la breve formación que recibió fue a través de un curso por correspondencia que un agente le ofreció llamando a la puerta de su casa. A partir de ahí, empezó a leer, a fijarse en el trabajo de figuras a las que admiraba, a explorar con la cámara. Una de sus grandes aficiones desde pequeño había sido el cine, ya que vivía al lado de una sala. Y fue precisamente su fotografía del cine Lumière de Barcelona la que le abrió los ojos de su vocación: “Empecé a pensar que podía ser fotógrafo”.

En los trabajos del catalán impera el blanco y el negro “porque no forman parte de la realidad”. Tanto en sus retratos como en las imágenes tomadas de las calles. “En el momento en el que los usas, ya la distorsionas. Muchas de las fotos que tengo están hechas en color pero las paso a blanco y negro porque me gusta esa traslación”, afirma, “me parece más sugerente, no es una decisión nostálgica”.

Capturar la intimidad

Las cuatro plantas que componen la exposición comisariada por Lucía Laín acogen su vasta carrera, en la que ha trabajado como fotógrafo y editor para revistas como Madrid me mata, El Europeo, Cinemanía, El País Semanal y El Gran Musical (de las que se exhiben algunas de sus portadas). Asistir a sus imágenes es un ejercicio que atrapa, por la impactante expresividad con la que ha sido capaz de capturar rostros y ciudades.

Aitana Sánchez Gijón, David Trueba, Pedro Almodóvar, Penélope Cruz, Susan Sontag, Michael Haneke, Francis Ford Coppola, Antonio Banderas, Benicio del Toro, Javier Bardem y José Mujica observan al visitante con una intimidad que invita a detenerse varios minutos delante de cada uno de ellos. Como si con su cámara Socías hubieras sido capaz de desnudar una parte de ellos. Pero la profunda, la que se esconde y protege, habitualmente pudorosa, bajo la piel.

El autor es capaz de transmitir una cercanía y hasta confianza insólita, que alcanza en las medias y cortas distancias. Los retratos que se contemplan hasta al final de los pasillos obligan a detenerse para atestiguar cómo las miradas inmortalizadas hablan sin decir –aparentemente– nada. Como si pudieran escucharse sus pensamientos, e incluso establecer conversaciones con ellos al contemplar sus caras, también en –aparente– silencio.

¿Cómo lo consigue? “En el retrato el personaje siempre está esperando que tú le digas qué es lo que quieres”, explica el fotógrafo sobre una dinámica que experimentó con nombres desde Woody Allen y Bernardo Bertolucci a Mijaíl Barýshnikov. “Se genera una situación de pequeño poder. Están como delante de un paredón a ver qué pasa. Te apoderas del fotografiado, ves lo que los demás no ven”, asegura. Aun así, aclara que no les pide “nada complicado”. “Les planteo que no tienen que hacer nada”, aclara al señalar que las únicas indicaciones que da tienen que ver con la dirección de la mirada, y la “presencia”.

La exposición incluye también una selección del álbum personal de Socías, que abarca instantáneas de sus inicios y viajes por ciudades como Nueva York, Chicago, Santiago de Cuba, París, Tokio y Montevideo. Y de su etapa en la agencia COVER, que él mismo fundó inspirándose en Magnum, para medios nacionales y extranjeros. “Reuní a un grupo de fotógrafos que estaban en paro y construimos una nueva forma de mirar a la información visual”, recuerda.

Esta ruptura tiene que ver con el título que ha elegido para la exposición, Al final de la escapada, que hace referencia al largometraje que Jean-Luc Godard dirigió en 1969 y es considerada como uno de los estandartes de la Nouvelle Vague. “Me encanta el título. No es que sea una gran película pero sí usó conceptos cinematográficos nuevos, de encuadre, diálogo”, aplaude sobre el filme que protagonizaron Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg. “Coincidió con el mayo del 68 en París, donde hubo una gran revuelta estudiantil”, explica sobre el fervor del contexto en el que se enmarcó.

Retratar la historia social

Su obra no se reduce a sus valiosas estampas de figuras célebres, ya que fue testigo de acontecimientos decisivos de la historia de España como el golpe de Estado del 23F, el primer concierto de The Rolling Stones en Madrid y la Matanza de Atocha de 1977.

“Fue muy bestia. Hubo una salida a la calle impresionante, como si toda la clase obrera que no iba nunca a la Castellana, hubiera aparecido allí”, recuerda sobre las concentraciones que se organizaron tras la ejecución de los abogados. “Fue la historia social del momento en la que viví y participé”, recuerda. Del show que concedió la banda británica en el estadio Vicente Calderón comenta que coincidió con una “tormenta brutal. Llovía muchísimo. Fue una locura”.

A él pertenecen igualmente fotogramas de películas y series como Calle 54 (Fernando Trueba), Demonios en el jardín (Manuel Gutiérrez Aragón), La buena vida (David Trueba), Tiempo después (José Luis Cuerda) y Arde Madrid (Paco León, Anna R. Costa). Socías ha participado en más de 25 rodajes hasta la fecha, que están presentes en la exhibición, como el borde de una frontera en la que la realidad y el cine se desdibujan.

Al final de la escapada recopila cinco décadas de una nutrida carrera en la que Socías logró crear su particular universo de verdad. El fotógrafo describe su trayectoria como una “carrera de fondo” observando, respetando y capturando con un respeto, mimo y confianza que hoy rezuman las salas de una exposición que no considera “un resumen” ni su “retrospectiva”. “He ido poniendo fotos que me gustan”, afirma sobre la selección que ha realizado sobre su amplísimo legado que sigue conservando en su casa: “Tengo media vida digital y media analógica”. De ahí a que más que selección, el proceso ha sido “un rescate”.