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'The Good Wife': la serie total

The Good Wife se presentó ante la audiencia en 2009 adoptando una postura muy parecida a la de su protagonista. Alicia Florrick comparecía en rueda de prensa como otra mujer de político que tras sufrir la humillación pública de sus infidelidades decidía perdonarle y permanecer a su lado para, al menos ante la galería, amortiguar el golpe a su imagen pública. The Good Wife se asomaba a las pantallas como otra serie de abogados con estructura de caso semanal, una fórmula poco original que después fue reinventada para convertirse en una de las mejores ficciones de la televisión actual.

Porque The Good Wife es la serie total. La que ha aprendido a jugar de memoria con sus tramas horizontales y verticales sin dejar de ser imprevisible, la que tiene una galería de personajes que darían para unos cuantos spin-off, la que se recrea jugando con su BSO y sus metáforas recurrentes (esos ascensores) y la que después de cinco temporadas (seis ya en EEUU) todavía ve muy lejos su techo, a pesar de los saltos al vacío (tensión sexual resuelta incluida) que ha llevado a cabo en las dos últimas temporadas emitidas.

De entrada, The Good Wife no parece una recomendación demasiado excitante, empezando por su temática y terminando por un título que sigue sin hacerle justicia. Su ausencia en la categoría de mejor drama de los últimos Emmy o sus índices de audiencia estables a la baja en EEUU son sólo dos muestras de lo que le cuesta venderse a una serie que aspira a ingresar, junto a Mad Men cuando acabe la próxima primavera, en el club exclusivo donde entró por la puerta grande Breaking Bad hace ahora un año.

A la independencia personal y profesional de Alicia Florrick, a veces Santa Alicia, como la llama Eli Gold, otras veces un personaje que ha aprendido a manejarse en debates éticos y morales, se ha ido sumando una larga lista de personajes que sólo necesitan unos minutos en pantalla para convertir a The Good Wife en un tratado de cómo funciona la política en EEUU o de cómo una serie que se cataloga como drama puede ser también la mejor (alta) comedia de la semana.

Los hay a los que la etiqueta de secundarios se les queda pequeña, como Diane, Eli Gold, Kalinda, Cary, Will, Peter Florrick, David Lee; y a los que les pasa lo mismo con la de actores invitados, como Louis Canning, Patty Nyholm, Elsbeth Tascioni, Colin Sweeney o la colección de jueces que ha ido dejando su coletilla identificativa, como “In my opinion”.

The Good Wife es también la serie ideal para estar a la última en tecnología y en actualidad informativa, gracias a esas tramas semanales que, si no han ido pegadas, casi se han adelantado a muchas noticias reales. Desde un caso muy parecido al de Strauss Kahn, a los ataques contra civiles llevados a cabo desde drones, los derechos de autor, los algoritmos de Google o la opacidad de las bitcoin, hasta la pena de muerte o cómo las redes sociales han revolucionado la planificación de las campañas electorales.

Para los que hayan conseguido escapar de los spoilers que rodearon la emisión de la quinta temporada en EEUU, a partir del martes tienen la oportunidad de disfrutarla en Fox Life. En su quinto año de vida, The Good Wife no sólo huyó de los síntomas de agotamiento lógicos que puede sufrir una serie tan veterana, sino que se empeñó en ser la más fresca, imprevisible y, sobre todo, valiente, con un giro que ha terminado siendo lo mejor que le ha podido pasar a Alicia y sus circunstancias. Larga vida a The Good Wife.

The Good Wife se presentó ante la audiencia en 2009 adoptando una postura muy parecida a la de su protagonista. Alicia Florrick comparecía en rueda de prensa como otra mujer de político que tras sufrir la humillación pública de sus infidelidades decidía perdonarle y permanecer a su lado para, al menos ante la galería, amortiguar el golpe a su imagen pública. The Good Wife se asomaba a las pantallas como otra serie de abogados con estructura de caso semanal, una fórmula poco original que después fue reinventada para convertirse en una de las mejores ficciones de la televisión actual.

Porque The Good Wife es la serie total. La que ha aprendido a jugar de memoria con sus tramas horizontales y verticales sin dejar de ser imprevisible, la que tiene una galería de personajes que darían para unos cuantos spin-off, la que se recrea jugando con su BSO y sus metáforas recurrentes (esos ascensores) y la que después de cinco temporadas (seis ya en EEUU) todavía ve muy lejos su techo, a pesar de los saltos al vacío (tensión sexual resuelta incluida) que ha llevado a cabo en las dos últimas temporadas emitidas.