Este año el Premio Nacional de Teatro ha recaído en el Teatro del Barrio, una pequeña sala para 131 espectadores en el barrio madrileño de Lavapiés. Antes fue la Sala Triángulo, que dirigía Alfonso Pindado desde 1986. En 2013, fruto de la energía irradiada por los movimientos sociales del 15M, un pequeño grupo de personas se confabularon para el renacimiento de esta sala que ya en los noventa y principios de siglo había sido un pulmón fundamental del teatro independiente de la ciudad. El reconocimiento supone el segundo premio a una sala alternativa de la historia de este galardón, en 2020 lo recibió la Sala Cuarta Pared.
El jurado ha querido subrayar la concepción del teatro de esta sala “como hogar y espacio de proximidad con el territorio en el que se integra y su apuesta por la descentralización, programando a artistas de todo el territorio nacional y fomentando la movilidad de sus producciones”. Asimismo, el jurado ha destacado “su labor pedagógica en el ámbito de las artes escénicas y de democratización del saber a través de su escuela y del proyecto Universidad del Barrio” y el haber “ha consolidado una identidad propia y ha generado un impacto indiscutible, posicionándose como un espacio único en el ecosistema cultural.
Ana Belén Santiago, directora del teatro, recibió la llamada del ministro de cultura Ernest Urtasun esta mañana “por WhatsApp, de su propio móvil”: “Me he quedado en shock”, cuenta a este periódico. “Me he puesto a gritar como una loca, estamos aquí entre vestuarios y escenografías, mañana tenemos estreno de la nueva producción del teatro, nos ha pillado en harina por completo, nos ha hecho una ilusión tremenda a todos”, añade. Al preguntarle lo primero que se le ha venido a la mente tras la llamada ministerial, Santiago responde: “Qué bonito que nos vean así, que piensen que quien debe representar y celebrar este año es el Teatro del Barrio, nos ha parecido hermoso”.
Una cooperativa lo sostiene
En 2013 nace el Teatro del Barrio. El cambio fundamental del nuevo teatro fue su estructura, una cooperativa de consumo donde los socios tenían una implicación absoluta, incluida la dirección artística. Hoy, más de 10 años después, el teatro ha ido creciendo, hoy cuenta con 685 socios cooperativistas, pero sigue manteniendo algo muy preciado, una comunidad que lo ampara y lo defiende. No hay nada como ir a un estreno del Teatro del Barrio, quedarse en la puerta y ver cómo minutos antes de que comience el espectáculo, de los portales de la calle Zurita van saliendo vecinos que quieren de nuevo acudir a su espacio. Es esta historia, que demuestra que las cosas sí pueden hacerse de otro modo, el que el Ministerio de Cultura ha querido premiar este año con el máximo galardón que otorga, el Premio Nacional de Teatro.
Mañana mismo, como contaba su directora, el teatro vivirá un nuevo estreno, Hoy tengo algo que hacer, obra de dos asiduos a este espacio, Pablo Rosal, director y autor, y el conocido actor Luis Bermejo. Un estreno que refleja muy bien el espíritu de este espacio que lleva años acompañando la cada vez más interesante trayectoria de Rosal y que sigue contando con el respaldo de la generación que apoyó los inicios del teatro. Bermejo, por ejemplo, estuvo en una de las primeras producciones del Barrio que lograron impulsar el proyecto con muchas tardes colgando el “no hay entradas”, El rey (2015), obra sobre el Juan Carlos I dirigida por Alberto San Juan que luego se convertiría en película.
El “Estado profundo”
El teatro, que acaba de celebrar su décimo aniversario, vivió unos primeros años combativos de un teatro político muy centrado en la revisión histórica de nuestro pasado reciente. Ahí San Juan tuvo una implicación muy grande dirigiendo y actuando en obras como Autorretrato de un joven capitalista español (2013), pieza que el actor vuelve a subir a cartel justamente mañana miércoles en este mismo teatro. “Es que esa obra fue la primera función que en diciembre de 2013 se hizo para inaugurar el teatro”, apunta un emocionado Alberto San Juan que remarca a este periódico que el Teatro del Barrio “nació del espíritu del 'sí se puede' del 15M, de hecho había una voluntad de hacer, una ilusión, un entusiasmo tremendo”.
Recuerda cómo sin conocer a la gente comenzó a levantar el teléfono y fueron sumándose: “Llamé a Miguel Ríos, Santiago Auserón, Bebe la cantante, Juan Diego el mayor y mucha más gente para ver si querían venir al teatro y vinieron, estábamos en el momento del sí. Ahora estamos en un momento en el que no nos queda más remedio que seguir intentándolo porque es necesario”, explica San Juan. “Fue un momento en el que surgieron muchos colectivos y experiencias no solo en lo cultural, también en la empresa o los medios de comunicación. Muchos de ellos siguen vivos por todo el territorio. El Estado profundo, que en este país tiene poco que ver con la democracia, todo lo que han hecho estos años es intentar matar el 15M, pero creo que la conciencia de que es necesario construir una sociedad más democrática pervive, aunque estemos en un momento de desesperanza”, concluye.
Tras la dirección de San Juan llegaría Ana Belén Santiago, una nueva etapa donde se extendió el teatro político abordado por la sala. Así llegaría una etapa más centrada en proyectos que abordaban temas identitarios tanto desde el feminismo como los movimientos antirraciales. Ejemplo de ello son la producción del año pasado del teatro, Inflitrado en Vox de Moha Gerehou o la pieza de Pamela Palenciano sobre violencia machista, No solo duelen los golpes, que lleva ya nueve años en cartel. Una nueva etapa que no ha olvidado sus raíces y sigue abordando la memoria política de este país como aquella obra sobre el torturador del tardofranquismo llamada Homenaje a Billy el Niño.
Teatro popular
La directora del teatro, Ana Belén Santiago, ha querido aprovechar el premio para recordar situación de las salas independientes del país: “Las salas alternativas nos encontramos en unas lógicas de mercado donde el que más vende subsiste, cuando nuestra naturaleza tiene que ver con una actividad que no es otra que la de dar soporte a la creación y crear un teatro de cercanía, en contacto con el barrio y lo popular”, explica a este periódico queriendo resaltar también “la labor social que ejercemos, de desarrollo del sector y de desarrollo cultural. Una labor distinta de la del mercado, somos una herramienta fundamental en el cumplimiento de los derechos de acceso a la cultura”.
Los premios también sirven para revindicar y denunciar situaciones graves, al preguntarle por temas que urgen en el sector, lo tiene claro: “En estos momentos no hemos recibido las ayudas públicas, no se han recibido ni las del Ayuntamiento, ni las de la Comunidad, ni las estatales. Es septiembre, eso hace que tengas que tirar de músculo financiero para pagar facturas y cubrir actividades y muchos sitios no lo tienen, es algo claramente a mejorar”, concluye.
Ha pasado ya un decenio desde que un pequeño grupo de personas se confabularon un otoño de 2013 para crear este teatro entre los que estaban, entre otros, Alberto San Juan, el técnico de luces Raúl Baena o el hoy secretario de Economía de Podemos Jacinto Morano. El propio Morano escribía hoy en X: “Cuando en diciembre de 2013 Alberto San Juan nos lio a un grupo de gentes muy variopintas para impulsar la primera cooperativa de consumidores culturales de Europa, no creía que íbamos a liar esta. Enhorabuena a toda la familia”.
El jurado ha estado presidido por la directora general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Paz Santa Cecilia Aristu, y actuando como vicepresidenta la subdirectora general de Teatro del INAEM, Miriam Gómez Martínez, ha estado compuesto por los siguientes vocales: los dramaturgos Manuel Andrés Benito Picón y Andrea Jiménez García, el actor y director Juan Ignacio Ceacero Ruiz; los periodistas Álvaro Vicente Pavía y Raquel Vidales López; la profesora y directora de escena Ana María Contreras Elvira y Ana Zamora Tardío, Premio Nacional de Teatro 2023.