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Teatro donde el periodismo no llega

Isaac Rosa ha escrito una obra sobre Ignacio González (en la foto con Esperanza Aguirre)

Paula Corroto

El Gobierno de Margaret Thatcher fue un desastre para muchos ciudadanos, pero también supuso una explosión artística. Los recortes, las huelgas y la desesperación de los británicos a finales de los setenta y los ochenta trajeron consigo la sublimación del punk con Sex Pistols o The Clash, por poner un par de ejemplos. En el cine dieron pie a las creaciones de Mike Leigh, Ken Loach, Peter Greenway o Richard Eyre. Y en los escenarios, ya en los noventa, alumbraron el llamado Verbatim Theater de la mano de dramaturgos como David Hare y Richard Norton-Taylor en el Teatro Trycicle de Korlburn.

Son obras basadas en transcripciones de procesos judiciales o investigaciones periodísticas, sin ningún tipo de artificio teatral. Y fue tal su éxito que muchos de aquellos textos, como Bloody Sunday, sobre el famoso Domingo sangriento de 1972, duraron más de diez años sobre la escena.

“Es un tipo de teatro en el cual el espectador siente que está accediendo a una información que hasta entonces permanecía oculta”, señalaba en 2011 a The Guardian el dramaturgo Philip Ralph, autor de Deep Cut, sobre la muerte de cuatro reclutas durante un entrenamiento en Surrey. Para Norton-Taylor era, además, “una enorme plataforma para los periodistas, ya que es un medio que ofrece más espacio, más palabras y un mayor alcance que los periódicos, radios y la televisión”. Es más, el propio David Hare indicaba que el Verbatim, “llega donde el periodismo fracasa”.

Desde entonces, en Reino Unido se han interpretado numerosas obras de este tipo. Incluso hubo una representación en la Cámara de los Comunes en 1994 de un texto sobre la invasión de Irak, siendo la primera vez que una obra de teatro entraba en el Parlamento británico. Los temas a tratar han sido muy diversos, pero siempre aquellos que ponían contra las cuerdas al Ejecutivo y le sacaban los colores. Desde The Colour of Justice, sobre el asesinato de un adolescente negro en 1993 y su posterior juicio, hasta Tactical Questioning, que abordaba la muerte tras sufrir torturas del trabajador de un hotel custodiado por los soldados británicos en septiembre de 2003 en Irak.

Un filón en España

Un filón en EspañaComo casi siempre sucede, el filón del Verbatim ha llegado ahora España. Con unos años de retraso, pero también en una época de recortes, indignación y ganas de saber qué ha ocurrido realmente en las últimas décadas. La obra que mostró al público sus posibilidades fue Ruz-Bárcenas, estrenada en mayo en el Teatro del Barrio y que ha llegado a 3.144 espectadores hasta la fecha, una cifra interesante si bien fue estrenada en una sala de pequeño formato. De hecho, este interrogatorio entre el juez y el extesorero volverá a la cartelera del teatro madrileño en febrero.

“Esto es teatro y periodismo, cuyo fin es combatir el estado de alienación en el que vivimos”, señalaba en mayo Alberto San Juan sobre el Verbatim. Jordi Casanovas, autor del texto y que para 2016 prepara otro proyecto sobre Jordi Pujol –ahora que se conocen los vídeos de la declaración sobre su herencia tiene más material que nunca- también indicaba que tras leerse la transcripción del interrogatorio se dio cuenta de que “tenía un potencial teatral muy interesante a la par que no daba crédito por lo que allí se decía y con qué palabras. Y, teatralmente hablando, no deja de ser una gran situación”.

Para él, el también llamado teatro documental es “dar la posibilidad al espectador de tener un espacio de reflexión y debate. Este teatro tiene sentido con el resto de público. En una representación notas por la gesticulación, la risa o el carraspeo que la persona que tienes al lado piensa lo mismo o diferente a ti. Es decir, se produce un debate consciente mientras la obra está sucediendo”. Entretiene y ayuda a entender. ¿Qué mejor forma de conocer, por ejemplo, la arrogancia de Bárcenas que viendo la gran interpretación del actor Pedro Casablanc? Y, además, no hace falta mucho atrezzo: unos pocos personajes y un mobiliario minimalista y ya está la puesta en escena.

El próximo: Ignacio González

El próximo: Ignacio GonzálezEl éxito de Ruz-Bárcenas ha provocado que para los próximos meses el espectador tenga un aluvión de obras basadas en hechos y personajes reales. Políticos que llevan meses saliendo en todos los periódicos por los casos de corrupción destapados. Ya no se trata de ficción ni de comedia, sino de datos y hechos contrastados que han aparecido en los tribunales y en los artículos periodísticos.

Precisamente, este 5 de febrero se estrena en Teatro del Barrio Las guerras correctas, acerca de la entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González en 1995 sobre los GAL, que pone luz sobre los acontecimientos que sucedieron hace ya veinte años. Y la próxima será González, sobre el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, escrita por Isaac Rosa –vuelve al texto teatral tras sus incursiones en la narrativa de la novela y el cuento- y dirigida por Anna Rodríguez Costa. Su estreno está previsto para abril y como señala Rosa, “el propósito era hacer una obra sobre la clase política actual, la corrupción, y esa zona viscosa en la que se mueve los gobernantes, donde, aunque no se les puede acusar, ellos saben que sí están pasando cosas”.

En este caso, el texto parte de un hecho ficcionado, pero todo lo que sucede está basado en investigaciones periodísticas sobre González. Desde su ático en Marbella hasta la privatización del Canal de Isabel II. “Hay una parte informativa que tiene que ver con sus problemas con la justicia, pero no solo los de González sino también los del PP en la Comunidad de Madrid”, indica el escritor.

También hay una intención a la hora de elegir a este personaje que, a priori es más gris que otros políticos madrileños: “Es un gobernante por conocer. A la gente le suena, pero cuando empiezas a buscar información te das cuenta de que hay mucho más. Es el que está tapado pero es el superviviente, no está ni en la Gürtel ni en la Púnica, pero es el que más poder ha manejado, ha sido el tipo poderoso, ha manejado la información y el presupuesto. Pero él no es la razón de la obra. La idea es que fuera una franquicia, y lo puedas cambiar por otro político. Que la hicieras con cualquiera y simplemente cambiando la parte informativa que pudiera seguir teniendo sentido”, añade Rosa.

Imagínense algo así con Esperanza Aguirre, Artur Mas, el propio Rajoy o algún sindicalista. El filón es inagotable.

El teatro, más cerca de la calle

El teatro, más cerca de la callePor esta razón, Rosa cree que el teatro documental está en su punto de expansión: “A diferencia de otras formas artísticas y pienso en la novela, el teatro ha estado más al pie de la calle ahora, y antes de la crisis. Tenía más relación con la realidad que otras formas artísticas y cuando ha llegado esta repolitización ciudadana, el teatro ha estado ahí y lo ves con las obras y las salas. El teatro tiene esa inmediatez y más contactos con el periodismo. No es la misma experiencia que el cine o una serie”.

Después de González llegará El Rey, sobre la figura de Juan Carlos I, previsiblemente para junio, en un texto que también prepara San Juan. Para que no haya institución que se quede sin pasar por las tablas. “Puede que el frío Verbatim Theater sea menos creativo, pero deja a la gente hablar por sí misma”, admitía el dramaturgo Norton-Taylor. Y así el espectador recibe la información en directo.

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