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Los buzos afroamericanos que buscan los restos de un barco negrero español: “Somos sus descendientes”

Omnia Saed

13 de septiembre de 2024 16:00 h

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A bordo de una embarcación frente a los Cayos de Florida, donde la bahía de Biscayne se encuentra con el océano Atlántico, observo a un grupo de buceadores, de entre 16 y 20 años, se libera del peso de sus botellas de oxígeno y sus máscaras antes de sumergirse de nuevo en las aguas del parque nacional de Biscayne. Son jóvenes buceadores afroamericanos que forman parte de Diving with a Purpose (Bucear con un propósito, DWP por sus siglas en inglés).

La organización dirigida por veteranos del buceo de entre 70 y 80 años, enseña a los jóvenes arqueología subacuática. Según un estudio nacional de la Fundación de Natación de Estados Unidos, el 64% de los niños negros del país no saben nadar: es una estadística alarmante que evidencia los años de segregación, falta de infraestructuras públicas y una larga historia de tensión con el agua. A pesar de estas cifras, decenas de buceadores afroamericanos están volviendo a conectar con el agua con el apoyo de organizaciones como DWP.

El coordinador del programa de jóvenes buceadores de DWP, Ernie Franklin, de 72 años, cuenta a The Guardian las dificultades a las que se enfrentó en su juventud. Cuando quiso aprender a bucear en el YMCA local, fue rechazado por motivos racistas a pesar de ser socorrista de la piscina. “Por aquel entonces había todo tipo de datos desalentadores sobre los negros y el submarinismo”, explica. “Esos supuestos estudios afirmaban que teníamos poca capacidad pulmonar, una densidad ósea demasiado gruesa, y que para nosotros era un reto complicado llegar a comprender la física del deporte”. “Además no me lo podía permitir”, agrega. A pesar de todos estos obstáculos, se sentía muy atraído por el agua.

Ahora Franklin trabaja para eliminar las barreras de acceso a las que él se enfrentó y animar a una nueva generación de buceadores negros a desarrollar su propia afinidad por el agua. Cuando no está buceando en Florida, Franklin colabora con las escuelas públicas del Distrito de Columbia, en su ciudad natal, para enseñar a los alumnos de secundaria a nadar y, si lo desean, a bucear.

Dar luz al pasado esclavista

La organización DWP también se dedica a proteger el patrimonio sumergido, en particular los pecios relacionados con la trata de esclavos en el Atlántico. Desde 2005, ha ayudado a descubrir veinte de ellos, incluido el São José Paquete África, un barco de esclavos portugués que se hundió frente a las costas de Sudáfrica en 1794, con más de 200 africanos capturados a bordo.

Al encontrar los restos de estas embarcaciones –muchos perdidos en el mar camino de las Américas–, los buceadores arrojan luz sobre el comercio más horrible de la historia de la humanidad. “¿Cómo podemos conmemorar un acontecimiento que aún no ha terminado?”, se pregunta Christina Sharpe, experta en estudios sobre el impacto duradero de la trata de esclavos en el Atlántico. En el caso de los buceadores de DWP, lo hacen cuidando las tumbas y con ofrendas de “flores”, los corales que nutren hasta su plena floración.

Debido al calentamiento del océano, la misión del DWP ha pasado de la preservación a la conservación y ahora también dedica esfuerzos al fomento del crecimiento de los corales: los equipos han plantado más de 2.000 corales cuerno de alce en aguas blanqueadas y sobrecalentadas.

Kramer Wimberley, exbombero y amante de los corales, dirige el departamento de conservación de corales de DWP. “Cuando ves una zona en la que proliferan corales blandos, es un indicador de una transición de coral duro a coral blando”, explica a The Guardian. “Cuando se producen corrientes o marejadas, los ves oscilar de un lado a otro en la columna de agua. Los abanicos de mar, en particular, son de color lavanda o púrpura, y sus colores son preciosos”. “Pero todo lo que veo es un ecosistema al borde del colapso”, lamenta.

La proliferación de corales blandos está asociada al aumento de las temperaturas oceánicas. Es sólo uno de los cambios provocados por la crisis climática de la que ha sido testigo en más de 30 años de buceo.

24 años buscando el Guerrero

Kenneth Stewart fundó DWP en 2005 para formar a buceadores en arqueología civil y ayudar a documentar pecios en todo el mundo. Este buzo de 79 años se ha pasado los últimos 24 dirigiendo un equipo de buceadores afroamericanos que buscan el Guerrero en el parque nacional de Biscayne. El barco negrero español, capturado por la Marina Real Británica en 1827, fue descubierto transportando ilegalmente a 561 africanos esclavizados a Cuba. Durante la persecución, el barco se estrelló contra un arrecife cerca de los Cayos de Florida, partiéndose en dos y causando la muerte de 49 personas de los que viajaban a bordo. Se desconoce el paradero exacto de los restos.

Desde que supo de la existencia del Guerrero, Stewart ha tenido el deseo de encontrar el barco. Cuenta a The Guardian que ha estado en varios barcos negreros. “Es una sensación espeluznante”, dice el buzo. “Ni siquiera sabemos los nombres de las 49 personas que murieron en el Guerrero”, añade.

A lo largo de los años y gracias a una colaboración con el Proyecto de Barcos de Esclavos Naufragados del Instituto Smithsoniano, Stewart y su equipo de buceadores han contribuido a documentar lo que queda del barco negrero Clotilda, el vapor británico Hannah M Bell en Cayo Largo y un avión P-39 en el lago Hurón, perteneciente a los aviadores de Tuskegee (un grupo de afroamericanos de EEUU que se formaron en el Instituto Tuskegee de Alabama).

En cada excavación, los artefactos que encuentran varían –un cañón, una polea o fragmentos de madera–, pero la sensación es siempre la misma: estar descubriendo vestigios de la historia, sacándolos literalmente a la luz tras horas de trabajo de campo, prospecciones y exploraciones con sonar. Como buceadores afroamericanos, con cada excavación descubren también parte del legado de sus ancestros.

“Cuando me sumerjo y estoy cerca de estos barcos, les digo a mis antepasados: 'Estoy con vosotros'”, afirma Stewart. A pesar de sus esfuerzos, todavía no ha conseguido localizar El Guerrero. “Me gustaría poder cerrar este capítulo”, reconoce.

El Clotilda es uno de los últimos barcos negreros que llegaron a Estados Unidos en 1860, cerca de Mobile (Alabama). Ayana Flewellen ayudó a recoger y catalogar objetos que se encontraban en ese barco. Su bodega de carga, en gran parte intacta, lo convertía en un objeto extremadamente raro: “Cuando me sumergí en el Clotilda y estuve en el casco de aquel barco, la cercanía, la intimidad y la frialdad de aquel espacio me afectaron profundamente. Sin embargo, contuve la respiración, recordándome a mí misma que estoy viva”, recuerda Flewellen.

Cada artefacto la conecta con los traumas que sufrieron sus antepasados. Su trabajo tiene una vertiente profundamente personal. “Estos espacios encierran mucho sufrimiento, traumas, daño y muerte. Pero también nos recuerdan que muchas personas vivieron en ellos. El hecho de que muchas personas hayan vivido en ellos, y lo sabemos porque somos sus descendientes, me ayuda a aferrarme a esa conexión íntima”, afirma.

La mujer se unió a DWP en 2015 como instructora. Es profesora adjunta de Antropología en la Universidad de Stanford y cofundadora de la Sociedad de Arqueólogos Negros. Subraya que menos del 1% de los arqueólogos en activo en Estados Unidos son negros. “No hago arqueología marítima gracias a este sector. Es gracias a los buceadores negros que se encargaron de hacer valer su reivindicación en la historia de la diáspora africana bajo el agua y crear un camino para que nosotros también hagamos este trabajo”, subraya.

Entre el pasado y el futuro

Por su parte, Michaela Strong se está formando para ser buceadora profesional. “Me encanta estar bajo el agua”, dice. Creció rodeada de buceadores. Su padre, socorrista certificado, formaba parte de los Underwater Adventure Seekers (Aventureros submarinos), un grupo de buceadores afroamericanos con sede en la ciudad de Washington.

“Me conocen desde que era pequeña”, cuenta. A medida que la generación de buceadores mayores envejece, Strong y sus compañeros, antiguos alumnos de DWP, se convierten en instructores de la próxima promoción de estudiantes. La joven tiene especial interés en la rama de restauración de corales de la organización y planea especializarse en Ciencias Naturales en la Universidad Estatal de Delaware.

Los buceadores jóvenes como Strong tienen una situación precaria. Cuando miran al pasado, se enfrentan a los achaques de la historia; cuando miran al futuro, se enfrentan a la inminente fatalidad de la crisis climática. “De hecho, hago parte del seguimiento del blanqueamiento [del coral] en los Cayos de Florida. En los últimos seis meses, más o menos, las temperaturas se han mantenido estables”, afirma Strong. “Tengo esperanza. Soy optimista”.

Texto traducido por Emma Reverter y editado por elDiario.es