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El complejo del “salvador blanco”: por qué puede ser racista hacerse fotos con niños negros en tu viaje a África

“Una hora con ellos no ha sido suficiente! Feliz por haberlos hecho sonreír. Ahora tienen nuestras gafas de recuerdo, yo sus sonrisas y el tiempo con ellos”. La frase acompañaba una de las imágenes publicadas por la influencer Aida Domenech, Dulceida, durante su viaje promocional a Sudáfrica. Debajo, tres niños negros posan con las gafas de sol haciendo la V de Victoria.

La fotografía, ya borrada, ha desatado una lluvia de críticas en redes sociales por lo que muchos usuarios consideraron una falta de sensibilidad por parte de la modelo, que este martes se ha disculpado por el revuelo causado en un comunicado.

Dulceida no ha sido la primera, ni la única. Fotos como las suyas son una práctica común: en un afán por documentar sus experiencias en redes sociales y sin voluntad de hacer daño, muchos viajeros y voluntarios occidentales que visitan países africanos suelen compartir imágenes y, junto a ellas, textos que terminan alimentando estereotipos racistas que pesan sobre la población del continente.

Es lo que denuncian los activistas de Radi-Aid, un proyecto del Fondo de Asistencia Internacional para Estudiantes y Académicos de Noruega (SAIH) que han lanzado varias campañas para derribar estos prejuicios. En ellas explican que, aunque estas publicaciones suelen hacerse con buenas intenciones, a menudo presentan a los retratados como personas pasivas e indefensas en condiciones deplorables, y a quien hace la foto, o sale en ella, como el “héroe” que acude a salvarlas.

El “complejo de salvador blanco”

Son fotos en apariencia inocentes, por ejemplo aquellas en las que los viajeros se retratan a sí mismos repartiendo, por un día, lápices o dulces a menores “de un país africano sin nombre”. Estas imágenes, señalan, prolongan la idea de que solo la ayuda occidental salvará a África de la miseria, lo que se conoce como el “complejo del salvador blanco”, un término ligado a la época colonial según el cual los europeos tenían la misión de “civilizar” el continente africano.

Para Antumi Toasijé, historiador y director del Centro de Estudios Panafricanos, esto también se debe a la “exotización” y a una concepción de las personas negras como objeto. “Estas personas pasan a convertirse en algo impersonal, pero a la vez bello, que debe exhibirse como 'cosa exótica' y 'necesitada de protección'. Todo esto refuerza la idea de 'bondad innata' del blanco”, sostiene Toasijé en una conversación con eldiario.es.

A su juicio, sacar la cámara o el móvil, hacer una foto a estas personas y difundirla suele ser una práctica “automática” que tiene mucho que ver con visiones heredadas del colonialismo. “Se hace con el fin de afirmar los sentimientos de 'superioridad natural' que toda persona denominada blanca tiene insertos en su psique porque le han sido inculcados desde la más tierna infancia a través de la educación, medios de comunicación, familia...”, agrega.

“Es muchas veces inconsciente. Aunque para muchas personas un viaje a África es una oportunidad de ayudar, en realidad lo que hacen frecuentemente es reafirmarse en su paternalismo y su egolatría”, opina el historiador.

Desde el humor, la cuenta de Instagram de Barbie Savior [Barbie salvadora], puesta en marcha por antiguos trabajadores humanitarios, parodia, basándose en sus experiencias, a los voluntarios que acuden durante unas semanas a algún país africano y llenan sus redes de montones de 'selfies' para acumular 'me gusta' y despertar admiración entre sus seguidores.

Por otro lado, Itziar Ruiz Giménez, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, atribuye esta costumbre al “afropesimismo” o la mirada negativa que Occidente mantiene sobre África: “Lo que preocupa es cómo se reproduce un retrato del continente que viene de largo y es imperante. Famosos o gente corriente abrazan causas humanitarias y tienden a reproducir ideas muy peligrosas sobre África, en las que cabalgan varios jinetes del apocalipsis: enfermedades, guerras, miseria, pobreza. Niños que no tienen nada y llega gente de fuera y les da un regalo, que ni da felicidad, ni arregla sus problemas profundos, que también tienen que ver con los países ricos”.

En la misma línea se expresa Esther Mayoko Ortega, profesora universitaria e investigadora: “¿Qué fotos predominan sobre África? Paisajes y niños con moscas pegadas a la cara, el estereotipo de pobreza extrema de la que es imposible salir. Es algo perverso del sistema colonial. Si solo tenemos una idea de África, antes de salir del aeropuerto sabemos ya cuál es la foto que nos vamos a hacer. Te la sacas antes de llegar allí y África no pasa por ti, no te planteas tu relación con el continente, que no aparece en nuestros libros escolares excepto para hablar de miseria”, asegura.

El riesgo de violar la privacidad

A todo ello se le une, sobre todo cuando se retrata a menores de edad, el riesgo de vulnerar su privacidad. Sobre ello reflexionó Desirée Bela-Lobedde, activista afrofeminista y colaboradora de la web Locas del Coño. “En Occidente los menores son intocables. Si te acercas con la intención de sacarles una foto… no, es que no les sacas ninguna foto directamente. O no sin pedir permiso”, comparaba.

“Estas prácticas responden cuestiones más profundas como la diferencia en el trato a los menores en unos sitios y en otros. En Occidente tenemos la idea de que los rostros tienen que aparecer ocultos para protegerlos, pero eso no se produce cuando salimos de nuestras fronteras. Pero no se nos ocurre hacer esto en Francia o EEUU, solo con los pobrecitos negros, latinoamericanos, asiáticos”, opina Ortega. “¿Te sacarías fotos en Torremolinos con niñas y niños desconocidos? ¿Les regalarías gafas de sol a niños de París?”, se pregunta Toasijé.

En este sentido, también hay quien dirige su mirada a algunas organizaciones humanitarias que operan en los países del continente. “Para sensibilizar, las ONG muchas veces usan este mismo tipo de imágenes. Al protestar, nos dicen que han pedido derechos a sus tutores legales, pero si a veces no se hace en el caso de muchas organizaciones, como para reclamárselo a las personas de a pie”, critica Ortega. “Hay gente y ONG que ya están actuando de otra manera: quizás no es necesario sacar la extrema vulnerabilidad de los niños para que seamos conscientes de ello”, añade.

La cuestión se vuelve más compleja cuando las propias organizaciones invitan a viajeros y a personas famosas blancas a sus proyectos para darlos a conocer. “Aunque la mayor parte de gente que trabaja con ONG es local, tenemos un problema con las imágenes cuando viene una celebrity o alguien llega en verano de vacaciones”, reconoce Francesc Mateu i Hosta, vicepresidente de la Coordinadora de ONGD.

“Cuando usamos a famosos, conseguimos que el mensaje llegue a gente a la que no solemos llegar. Si entienden lo que está pasando en el país, cuando vuelvan lo van a transmitir. Si solo lo usamos para sacar unas fotos en papel cuché, estamos reproduciendo el mismo esquema. Los famosos tienen que poner su imagen al servicio de la causa y no al revés”, prosigue.

“¿Haría el viaje si no llevara cámara de fotos?”

Para el cooperante, hay una pregunta básica que toda persona que acude a colaborar en los programas de las ONG debe hacerse antes de salir: “¿Haría igualmente el viaje si no llevara cámara de fotos?”.

Lo mismo aconsejó Radi-Aid en la guía para el uso de redes sociales para evitar “ser un salvador blanco” que lanzó en noviembre. Entre sus recomendaciones, destaca la necesidad de que uno mismo se cuestione las intenciones que le mueven a viajar o a ser voluntario, además de pensárselo dos veces antes de compartir este tipo de contenido. “¿Esta publicación, antes que nada, te beneficia a ti personalmente?”, sugieren como primer paso.

Lo que debe estar siempre en el centro, insisten, es el respeto a la dignidad de los retratados siguiendo una máxima: las personas no son atracciones turísticas. Por eso también recuerdan que se debe pedir permiso siempre a las personas fotografiadas o a sus tutores legales, y recomiendan evitar retratar a personas en posiciones degradantes, en especial cuando están en hospitales, así como usar palabras como “desesperado” o “sin futuro” en las redes.

Además, antes de compartir la publicación, insisten en que se debe conocer el contexto y el nombre de los fotografiados y, si se quiere denunciar su situación, se puede resaltar lo que están haciendo las personas que viven en esos lugares para mejorar las condiciones de su comunidad.

Por último, es importante que al hacer clic y publicar, se desafíen los prejuicios y no se caiga en historias recurrentes sobre pobreza extrema. ¿El camino? No perder de vista la complejidad de la realidad de todo un continente, hablar de sus matices, mostrar respeto por las culturas locales y aprovechar las redes para contar lo que no suele contarse, preguntando a expertos locales, según aparece reflejado en la guía.

“Seguro que en su viaje, estas personas han visto muchas cosas que podrían haber contado. Se deben relatar otras historias en positivo, porque es un continente que ha experimentado un cambio extraordinario”, recalca Ruiz-Giménez. “Si una persona blanca siente la necesidad de contribuir a que la población afro esté en mejores condiciones, lo que debe hacer es combatir las políticas de sus gobiernos que empobrecen y desempoderan al continente africano”, concluye Toasijé.