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Por qué cada vez más libios se embarcan hacia Europa diez años después de la revolución

Sam Kimball y Paula González

Túnez —
19 de febrero de 2021 22:47 h

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Sherif Targi*, de 21 años, decidió dejar Libia y emprender su viaje rumbo a Europa después de presenciar demasiadas muertes. “Vi asesinatos y masacres por el conflicto entre los Tuareg y los Tebu [minorías étnicas]”, dice.

Targi es tuareg, originario de la ciudad de Ubari, ubicada en el desierto del suroeste libio. Durante el régimen de Muamar el Gadafi, los tuaregs sufrieron discriminación: el gobierno no les entregaba documentos de identidad y les restringía el acceso al trabajo y a los servicios públicos. Las cosas no mejoraron una vez derrocado el dictador. 

En octubre de 2019, Targi abandonó su hogar y recorrió más de 1.000 kilómetros hasta llegar a la ciudad costera de Zuwara. Desde allí, ya integrado en un grupo de unas 200 personas, sobre todo sirios, marroquíes y sudaneses, se subieron a bordo de una barca de madera sobrecargada y emprendieron una peligrosa travesía de 18 horas.

Una década después de la revolución, no deja de aumentar el número de libios que decide afrontar el arriesgado viaje marítimo desde Libia. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) registró la llegada de 386 libios a Italia por esa vía a finales de diciembre de 2020, casi el doble de los llegados en 2019. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) detectó un incremento del 52% de los libios llegados a Europa en comparación a las cifras de 2019. 

La mala situación económica empuja a emigrar

Una economía ya debilitada y muy golpeada por la pandemia contribuye a empujar el éxodo. “La pandemia ha hecho sufrir a la economía y ha provocado una reducción en las exportaciones de petróleo y gas. También es difícil para los libios cobrar sus pensiones, y se ha producido un enorme aumento el desempleo juvenil”, explica Vincent Cochetel, enviado Especial de Acnur en el Mediterráneo central y occidental. 

Los cierres de fronteras y la limitación de movimientos debido a los confinamientos vinculados a la COVID-19 perjudican la capacidad de los trabajadores de ganarse el pan, dice el experto. “Dependen del comercio fronterizo y el contrabando de productos, como tabaco o gasolina, para sobrevivir”.

Cochetel predice un continuo aumento de la emigración de libios en 2021 si la economía no mejora. “Los libios tienden a quedarse en su país, incluso desplazados, o a buscar ayuda de parientes en Túnez y Egipto”, dice. “Pero hay que seguir prestando atención a la reciente devaluación del dinar libio”. 

Corrupción e inseguridad

La corrupción y la inseguridad están entre el resto de factores que expulsan población de Libia. Mousa Algunaidi, de Nedaa, una organización de defensa de los derechos humanos y trabajo comunitario, dice que la corrupción de las administraciones libias -dividida en dos gobiernos rivales basados en Trípoli y Bengazi- pone en peligro la continuidad de servicios públicos básicos como la electricidad y ha disminuido la confianza de la población en el estado.    

“Hay miedo a la inseguridad en ciudades como Tripoli o Sirte, y en lugares más al sur como Murzuq. Además, los precios y la inflación aumentan rápido. Los bancos y el Ministerio de Hacienda han limitado las retiradas de efectivo a cantidades que oscilan entre 500 y 1.000 dinares [entre 300 y 600 euros]”, añade.

Algunaidi cree que hay esperanza para Libia si las partes cumplen el acuerdo de paz integral firmado por los dos gobiernos rivales el pasado octubre. Pero el ministro de Defensa ya ha amenazado con retirarse del mismo. 

“Si hay un acuerdo político integral, elecciones y una nueva constitución, el acuerdo de paz nos beneficiará. Sin duda alguna disminuiría el número de libios que abandonan el país por mar. Podría llegar a terminar con toda la emigración. Pero si hay otro conflicto como el que vimos en 2019 veremos como las costas se llenan de libios”

Después de horas en el mar, la Guardia Costera italiana rescató el cayuco de Targi. Finalmente, llegaron a Italia. “No he vivido nada peor que este viaje. El bote era viejo, estuvimos sobrecargados en el mar dos días. El motor no tenía potencia. Si el guardacostas no nos hubiera encontrado, habríamos muerto”, cuenta Targi.

Después de viajar a Francia de manera irregular, se montó en un tren a Bélgica, donde se montó en un camión para llegar a Reino Unido. Logró pasar el Canal de la Mancha y se instaló en Londres. Ahora estudia ciencias en la universidad.

Sus amigos, los que se quedaron en Ubari, dicen que la ciudad ha ido de mal en peor. Mahmoud Twareg, amigo de la infancia de Targi, cuenta que continúa siendo un lugar peligroso y sin oportunidades. 

“Las escuelas están en mal estado y no hay suficientes profesores. Los hospitales no tienen el personal ni los recursos necesarios”, dice Twareg. “No hay seguridad, hay grupos armados y pandillas por todas partes. El acuerdo de paz no mejora nada en Ubari. Las fuerzas de [el señor de la guerra, el General Khalifa] Haftar están de vuelta”.

Targi cree que incluso si el acuerdo se mantiene en el resto del país y Libia deja la guerra atrás, su vida seguirá su rumbo lejos de casa. “Quiero terminar los estudios. No espero que la vida en Ubari mejore, así que no volveré pronto”. 

*Los nombres han sido cambiados.

Traducido por Alberto Arce