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Madrid recuerda que 15.354 personas refugiadas “no están aquí”

Al pasear por la céntrica Puerta del Sol este martes se podía ver un pupitre sin alumnos, una mesa puesta sin comensal, una pelota sin ser golpeada, un peluche sin abrazar. Europa no ha acogido a 140.000 refugiados de los 182.504 a los que se comprometió hace dos años, cuando la imagen del pequeño Aylan en la playa aún estaba clavada en muchas retinas y las huellas de supervivientes en busca de refugio se iban borrando entre las fronteras que crecían.

Fue en ese momento cuando la Comisión Europea fijó el 26 de septiembre de 2017 como fecha límite para acoger a las personas refugiadas y afrontar así la crisis humanitaria.

Este martes, el calendario ha marcado el fin de ese plazo y los compromisos han fracasado. España solo ha cumplido con el 11% de la cuota de reubicaciones y reasentamientos de personas solicitantes de asilo que, tras huir de países en llamas como Siria o Irak, esperan en campos de refugiados en Jordania, Líbano, Turquía, Grecia o Italia, donde reanudar una vida digna no es tarea fácil.

Una cita convocada este martes en Madrid por la Red Solidaria de Acogida que ha congregado a más de un centenar de personas que quieren señalar esta “falta de responsabilidad política”. Asistentes que, además de portar pancartas en las que se podía leer mensajes como “No están aquí” o “Parar las guerras, no a los refugiados”, acudieron a escuchar, a través de conversación por Skype abierto a toda la plaza, testimonios de esas vidas atrapadas en campos en Grecia y Serbia.

“Hemos estado viviendo en tiendas de campaña durante un año y tres meses, donde había serpientes, ratas, muchas dificultades… Ahora estamos mejor en un piso, esperando a que podamos ir a Irlanda con el resto de la familia”, narraba Abdull, un sirio de Alepo que desde que pisó suelo comunitario no ha podido salir de Grecia.

También se pudo escuchar la voz de Somaya, palestino-siria y madre soltera que cruzó el Egeo desde Turquía y espera dejar Atenas para poder volver a estar cerca de sus padres y hermanas, ahora refugiadas en Noruega. Después de su intervención se vivió un momento de emoción, cuando pudo ver a través de su pantalla del ordenador a Sara y Elena, dos voluntarias españolas a las que conoció en Grecia.

“No podemos olvidarnos de la humanidad. Más que refugiados, son personas”, decía Elena aún con los ojos húmedos tras hablar con Somaya. Sara, por su parte, animaba a “unir fuerzas” en la ciudadanía ante la actuación de los gobiernos.

Hassan, sirio de Hama, también estaba allí escuchando y reviviendo su propio camino que, en su caso, le ha llevado a España, ya que fue reubicado desde Líbano junto a sus cuatro hijos (de 11 a dos años) y su mujer hace 14 meses. Él ya está aquí, pero le cuesta mirar al futuro.

“No hay suficientes recursos, no hay trabajo, hay muchos problemas para alquilar”, lamenta a la vez que insiste en que es algo extendido entre los solicitantes de ayuda internacional que llegan a España.

“Yo puedo dormir ahí –dice señalando el suelo de la calle–, no me importa. Pero mis hijos y mi mujer tienen derecho a un futuro. A finales de diciembre se nos termina el programa –de acogida gestionado por ONG– y no sé qué vamos a hacer, si encontraremos casa…”, confiesa con la angustia e incertidumbre que persigue a muchas familias refugiadas que ya están aquí. Al mismo tiempo, agradece el apoyo y el calor de buena parte de la ciudadanía.

“No podemos olvidarnos de la humanidad. Más que refugiados, son personas”