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La vida de los migrantes: un ‘collage’ de “historias horribles” y “esperanza”

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —

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¿Es una sonrisa o un gesto de terror? Es imposible no fijarse en la mueca de uno de los hombres que están siendo rescatados en el Mediterráneo y que ha retratado Gonzalo Orquín (Sevilla, 1982) como parte de la exposición “Being Human. El mar por la noche es demasiado grande”. La imagen resume probablemente el doble objetivo que ha perseguido el pintor: “Encoger el corazón con las historias horribles que hay detrás y mostrar una parte esperanzadora de los que han llegado y están contentos, es gente que quiere trabajar y buscarse un futuro”. 

Es el caso de Malick, que con 18 años sueña con quedarse en Europa y trabajar en un banco. Huyó de Gambia, donde su familia no tenía dinero ni para proporcionarle educación, a Senegal y, de ahí, a Libia: “Una noche, como a las dos de la madrugada, nos llevaron al mar y nos subieron a un barco. Éramos 85 personas, entre ellas mujeres y niños pequeños. El agua entraba al casco, dos hombres pilotaban y yo no sabía nadar. Le pedí ayuda a dios. Teníamos una pequeña botella de agua y un trozo de pan cada uno”. 

“El mar era aterrador y no teníamos chalecos salvavidas. Estuvimos en el agua unas quince horas y sólo veíamos olas. Luego llegaron unos voluntarios alemanes y nos llevaron en el barco Ocean Viking. Cuando llegamos a Trapani (Italia), llamé a mis padres. Volveré a casa cuando tenga algo de dinero”, narra Malick, cuyo testimonio se puede leer junto a un cuadro de su rostro. 

Es una de las caras que rodea la sala que preside los restos de una embarcación destrozada con unos chalecos salvavidas y una proyección que emula el sonido del mar, que puede ser terrorífico cuando piensas en las cerca de 30.000 vidas que se han perdido desde 2014 en el cementerio en el que se ha convertido el Mediterráneo. 

Pero la situación que más llamó la atención del artista fue la que vivió al cubrir la Ruta Balcánica en la que los jóvenes que huyen de países como Afganistán recorren miles de kilómetros durante meses. “Les vi recién llegados, con los pies sangrando”, relata a elDiario.es. “Hacía viento y frío. Está esa mujer italiana, que creo que es médico, y que va cada noche para curar sus pies”, explica en el documental que ha elaborado Alex Forge en el marco de la exposición. 

[Documental de la exposición ‘Being human’, de Gonzalo Orquín, dirigido por Alex Forge]

“Había una larga cola de estos chicos con los pies destrozados, llenos de heridas y aún así sonreían y estaban de buen humor. Me imagino la euforia de llegar a un sitio seguro”, señala Orquín: “Estéticamente me recordó a una escena barroca en la que vemos a los santos curar o hacer algún milagro. Para mí esta escena fue un milagro, esta señora apareció de la nada. Se me ha quedado grabada para siempre”. 

“Historias buenas de migrantes no contamos. De los que han llegado, se han labrado un futuro, han estudiado en la universidad y ahora tienen un puesto de trabajo, una familia… Estas personas están sonriendo. Cuando estaba pintando, pensé que tenía que transmitir esa alegría y esperanza que sentí con ellos. Se me ocurrió hacer una especie de juego y probar con el collage. Funciona muy bien”, explica el artista. 

Orquín viajó a Croacia, Eslovenia o Bosnia para hacer la parte de la exposición correspondiente a la ruta de los Balcanes en la que los hombres dormían a la intemperie. Para la otra parte, de los que llegan por el Mediterráneo, acudió a centros en los que están protegidos y las ONG buscan su integración bien sea escolar o laboral. A los que conoció en la calle no les ha podido seguir la pista, pero a los demás, sí. “Algunos están estudiando, algunas mujeres estudiaban italiano, hay una chica india que es informática y estaba trabajando contenta como autónoma... Si hay una estructura que te ayuda, es más fácil que puedan hacerse una vida”, sentencia. 

No choca que la exposición esté en el Museo de la Migración. Al igual que no choca que en Bruselas haya un museo dedicado a ese asunto (conviven 180 nacionalidades; el 35% de los habitantes no es belga y el 71,4% es de origen distinto a Bélgica). Tampoco sorprende que la sala esté en el barrio de Molenbeek, el barrio de inmigrantes por antonomasia. 

La muestra, financiada por Acnur, la Organización Internacional de Migración y la embajada española en Bélgica en el marco de la presidencia del Consejo de la UE, estará hasta el próximo 15 de febrero, pero el sueño de Orquín es exponerla en España, donde, pese a haberlo hecho en galerías de Berlín, Roma o Nueva York, aún no lo ha conseguido.