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Alcampo, Carrefour, Dia o Lidl: los 'súper' tejen acuerdos con Too Good to Go para evitar que la comida acabe en la basura

Más de un tercio de los alimentos que se producen acaba en la basura. Bebidas y productos de alimentación que, además, son responsables del 10% de las emisiones de gases con efecto invernadero. Estas son las estimaciones que maneja Too Good to Go, la empresa que, a través de una aplicación en dispositivos móviles, trata de reducir esos impactos vía acuerdos con tiendas de barrio, cadenas de restauración, hoteles o supermercados, para que la comida que tienen a punto de caducar, pero que está en perfectas condiciones, llegue a los consumidores.

“Continuamos empleando una superficie del tamaño de China para producir alimentos que luego acaban en la basura”, asegura la consejera delegada de Too Good to Go, Mette Lykke. “El problema del desperdicio alimentario tiene tres perspectivas. Por un lado, la medioambiental. Por otro, sobre todo, la social. Es una paradoja, porque hablamos de cómo producir suficientes alimentos para todo el planeta, cuando en realidad ya lo hacemos y, aún así, 840 millones de personas se van a dormir con hambre”, asegura Mette Lykke en un encuentro con medios de comunicación españoles y portugueses.

“Y el tercer aspecto es el económico. La comida que se desperdicia es el equivalente a 1,2 billones de dólares, que es la suma del producto interior bruto de Dinamarca, Suecia y Noruega”, argumenta la CEO. 

Acuerdos en España

La compañía echó a andar en España hace cuatro años. Desde entonces, han ido incorporando restaurantes, tiendas, 'híper' y supermercados. Estos últimos son los que permiten dar un salto de escala. A día de hoy, la aplicación trabaja en España con Carrefour y Alcampo, que tienen operativa la app para todos sus establecimientos.

Además, otros dos grupos de supermercados con presencia ibérica están desarrollando el proyecto. Por un lado, Dia, que tiene la aplicación activa en Portugal pero, de momento, no en España. Por otro, el grupo alemán Lidl, que está en fase de desarrollo de un proyecto piloto, que ha implementado la app en 74 establecimientos en España, con el objetivo de que se vaya extendiendo de forma progresiva al conjunto de la cadena, según indica un portavoz de Too Good to Go a elDiario.es. Actualmente, Lidl tiene en España una red de 630 tiendas.

A nivel regional, la aplicación cuenta con establecimientos que no tienen implantación en todo el territorio. Por ejemplo, los supermercados Masymas de Asturias y Levante, la cadena de origen cántabro Lupa o las catalanas Condis y Ametller Origen. 

En cuanto a cómo es la operativa, a cómo funciona la aplicación, los usuarios lo que compran son packs de alimentos, a precios más bajos, en los establecimientos donde solicitan la compra. Packs que se recogen a la hora que indican las tiendas o restaurantes. En el caso de los 'súper', aunque no en todos los locales, esos packs están categorizados entre frutería, panadería o alimentación genérica.

Al margen de las cadenas de distribución minorista, la app también ha acordado la distribución de packs de comida de grupos hoteleros, como NH, Meliá o Barceló; de los productos de alimentación del grupo sueco Ikea; de enseñas de franquicias como Santagloria, Manolo Bakes, Domino's Pizza o Muerde la pasta; y de fabricantes, como Danone y Unilever.

Aumento de usuarios en los últimos meses

Too good to go echó a andar en 2016. Asegura que, en 2021, consiguió salvar el equivalente a 52,5 millones de comidas, frente a las 28,6 millones de 2020. Opera en Estados Unidos, Canadá y gran parte de la Unión Europea y en España cuenta con más de 4,6 millones de usuarios. Un dato que, al inicio de 2022, estaba en 4 millones, crecimiento que desconoce si puede atribuirse al alza de la inflación.

“No podemos determinar si esto ha sido producido por la escalada de precios o no, aunque puede ser una de las causas”, indica un portavoz de la compañía. El objetivo, para el conjunto del ejercicio, es llegar a los 5 millones de usuarios en este mercado.

30 kilos por persona al año

El problema de los alimentos que acaban en la basura abarca a todos los eslabones de la cadena de producción y consumo. Así lo recalcó el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en una entrevista con elDiario.es. “Entra todo, porque hay pérdida y desperdicio en la producción primaria, en la manipulación, en la distribución y en el consumo. El alimento más caro es el que se echa a la basura, porque es un producto desperdiciado ambiental, económica y moralmente”, argumentó.

“Es una cifra estimada, porque también tenemos que mejorar la transparencia y las estadísticas de las que disponemos; pero hay estudios de FAO, de la UE y del Ministerio que sitúan en casi 30 kilos o litros por habitante y año de pérdida y desperdicio alimentario. FAO llega a decir que entre el 20% y el 30% de la producción de alimentos se tira. Es una cifra insoportable porque hay productos que están en buenas condiciones”, concluyó Planas.

Desde el aspecto legislativo, el Gobierno aprobó el pasado otoño, en primera vuelta, el anteproyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario. El texto establece que todos los agentes de la cadena deben contar con un plan de prevención para evitar el desperdicio. También una jerarquía de prioridades de los alimentos. La primera, la utilización para la alimentación humana, donde se contemplan las donaciones a empresas sin ánimo de lucro o bancos de alimentos.

El proyecto también fija que la comida que donen fabricantes, cadenas de distribución y restaurantes deben tener suficiente vida útil de almacenamiento para hacer posible su distribución y permitir un uso seguro para sus destinatarios finales. 

Además, los alimentos no vendidos, pero que estén en condiciones óptimas de consumo, deberán ser transformados (como zumos o mermelada); y cuando no sean aptos para el consumo humano, deberán ser utilizados como subproductos para la alimentación animal o fabricación de piensos, para la industria, para la obtención de compost de uso agrario, o para la obtención de combustibles, como el biogás.