El mes de junio y las primeras jornadas del periodo estival de julio han mostrado el lado oculto de una casi implorada corrección del precio de las materias primas. Desde el pasado otoño, las materias primas registran precios en cotas desconocidas desde antes de la crisis financiera de 2008, que han catapultado tanto las tasas de inflación general como sus indicadores subyacentes, los que no contemplan el coste de la energía y la alimentación. Después de que las secuelas de las commodities de la energía, de los alimentos y las metálicas, como el cobre o el aluminio -esenciales en la elaboración de componentes, bienes industriales y en el sector de la construcción-, en las últimas semanas sus tensores se han relajado.
La debilidad de cualquier economía está íntimamente ligada, y se manifiesta casi en paralelo, a la caída de la demanda de bienes y servicios. Las materias primas son un termómetro fiable de este doble fenómeno coyuntural: Petróleo, trigo y cobre conforman la triada de mayores deslizamientos de valor en los mercados internacionales desde junio, un síntoma de recesión. La caída del cobre, sin embargo, corrobora que la parálisis de la actividad detectada por los indicadores de confianza y las expectativas de gasto de consumo e inversión empresarial afecta ya a industrias vitales para el dinamismo como la construcción, la automovilística o el transporte.
Entre los expertos del mercado se empieza a forjar el consenso de que los números rojos están a la vuelta de la esquina, aunque difieren aún sobre si el descenso de su cotización servirá para enfriar la inflación. Edward Yardeni, estratega jefe y fundador de Yardeni Research, admite que las materias primas “ofrecen un pálpito real del pulso de la economía mundial” y el actual refleja “definitivamente un aminoramiento drástico del rimo de demanda de las commodities, que sólo se explica por una ralentización contundente de la actividad global”.
Muy similar a la visión que apunta Helima Croft, su homóloga en RBC Capital Markets, para quien “los temores a una recesión están ya en el centro neurálgico de los radares” de los servicios de análisis, hasta el punto de “eclipsar ya las preocupaciones inflacionistas”. A su juicio, la rebaja de los precios de las materias primas muestra que “un aterrizaje más bien brusco es lo que ha tirado a la baja la demanda” de estos productos “desde comienzos de junio”.
Ryan Grabinski, de Strategas, justifica en oilprice.com que ciertas peticiones de compra estables de alguna de las materias primas “eleven ligeramente su cotización”; sobre todo, si la economía de China se reanima de su parsimonia tras los largos meses de confinamientos en varias de sus principales ciudades a finales del invierno y la primera mitad de la primavera, lo que impulsaría, aunque sin demasiado empuje, el valor de las fuentes de energías. “El foco de la volatilidad que reina en estos mercados sigue siendo la geopolítica que emana de Ucrania”, que impide que el incremento productivo de crudo en EEUU “no haya supuesto todavía un abaratamiento del precio final al consumidor”.
El Brent perdió un 3,5% la semana final de junio y un 5,6% a lo largo del mes, según FactSet. A pesar de que “continúa existiendo amplios diferenciales para acumular inventarios”, avisa Croft, que enfatiza que los contratos de futuro del trigo retrocedieron un 14% en la última semana de junio. Días antes de que, el martes pasado, el Brent se dejara un 10% y se situara por primera vez desde comienzos de mayo por debajo de los 100 euros por barril, lo que indujo a Goldman Sachs a presagiar una caída de hasta 65 dólares a finales de año. Una pérdida de fuelle en su cotización que contrasta con la trayectoria del gas, con un precio en Europa un 700% por encima del que marcaba al inicio de 2021.
Yardeni también alerta de otro sentimiento contrapuesto en el mercado: mientras los inversores tratan de adivinar cuándo se establecerá el techo inflacionista en EEUU y Europa, sus economías empiezan a resquebrajarse. En Bloomberg Economics ya elevan al 38% las opciones de recesión en la mayor economía del planeta en los próximos doce meses.
Precios todavía sobrevalorados
Los precios del crudo se han suavizado, pero todavía están un 25% sobrevalorados, advierten en FactSet, tanto del barril West Texas Intermediate (WTI) -de referencia en EEUU-, como el Brent, en Europa. Sus expertos no esperan que “vuelva a los 60 dólares en ningún momento cercano en el tiempo”, anticipa Grabinski, “sino que se estabilizará en cotizaciones superiores a este dique de contención” fijado por la OPEP+.
También el comercio del cobre perdió un 12% en junio hasta situarse en su nivel más bajo en 17 meses, lo que revela la “alta sensibilidad que despierta en varios sectores la manifiesta debilidad del ciclo post-Covid” dice Grabinski, que incide en una evolución similar y paralela del mercado de alimentos: “muy en especial, el de los cereales, que han marcado un receso de alrededor del 10%, y que sugiere que, pese al restablecimiento de ciertas rutas alternativas a las del Mar Negro y, con ello, de la oferta, las peticiones de compra tomarán cierto impulso. Después de que sus demandas globales se hayan amortiguado al registrar un crecimiento de apenas un 2% en junio”.
Sin embargo, la tregua de las materias primas deja entrever un periodo corto de paz relativa en los precios. A la espera de los efectos geopolíticos de Vladimir Putin y de las consecuencias de la subida de tipos en Estados Unidos y la Unión Europea. Dos riesgos latentes que podrían arrojar daños colaterales adicionales e inmediatos.
El actual mes marcará la tendencia o, para ser más exactos, el plazo de este compás de espera. La cotización del cobre, que se situó al inicio del mes por debajo de los 8.000 dólares por tonelada, será una magnífica lente angular con la que calibrar la coyuntura venidera. Al igual que cualquier oscilación que amenace la seguridad del flujo de alimentos en plena tormenta de precios, otra maniobra que puede controlar Moscú por su cada vez más clara ocupación del Mar Negro.
Si el cobre será el termómetro de una posible recesión y los alimentos marcarán el ritmo de las tensiones, China será la que traslade la volatilidad al conjunto de materias primas metálicas en función de la velocidad de su PIB en la segunda mitad del año. De igual modo que los itinerarios de subidas de tipos desde la Fed, especialmente agresiva para contener la inflación, y otros bancos centrales, con el BCE en la antesala de instaurar una táctica de abandono inmediato del precio del dinero próximo a cero, siguiendo la estela de las economías anglosajonas, podrían frenar también la actividad y precipitar sus PIB hacia la recesión. Varias predicciones del mercado apuntan a que la escalada de la crisis energética en Europa y los tambores recesivos en EEUU sumergirán la cotización del cobre por debajo de los 7.500 dólares por tonelada.
Julio será clave para perfilar si los cereales podrán sortear el campo de batalla en Ucrania y alcanzar sus destinos en ambos hemisferios. “Es la primera vez que nos topamos con una guerra comercial en el mercado agroalimentario”, aclaran a Bloomberg fuentes de este mercado, por lo que “todo este colapso resulta nuevo para nosotros”, si bien se muestra ligeramente optimistas, al comprobar la suave mejoría de los contratos de futuros con entrega en Kenia, Reino Unido y EEUU, revela que el ritmo mercantil vuelve poco a poco a una relativa regularidad.
Arabia Saudí podría regar el mercado con más volumen de crudo y rebajar el barril por la capacidad productiva -reconocida por Riad al presidente Joe Biden en su reciente viaje oficial, de Aramco, su petrolera estatal-, de la que aseguran que puede bombear hasta 12 millones de barriles diarios, uno por encima de la cuota saudí prevista para agosto y una apertura de grifo que se aproxima al máximo suministrado por el mayor productor de oro negro. La percepción generalizada de los analistas es habrá incremento de la producción del petróleo saudí, pero sin visos de que sea tan excepcional ni en el calibre ni en el tiempo como para que puedan bajar ostensiblemente los precios de la gasolina y del gasóleo en Occidente.
En Goldman Sachs se hacen eco de que los riesgos inversores en el sector petrolífero son “tremendamente altos” pese a ser los activos estrella de las carteras de inversión en la actualidad, avisa Jeffrey Currie, su estrategia global de materias primas. “Nos reservamos la carta de aplicar desinversiones rápidas” en el mercado de las energías en función de cómo se desarrolle este año la batalla entre los combustibles fósiles y las fuentes renovables en las plazas bursátiles mundiales.