¿Por qué siempre que bebo siento que he hablado demasiado?

Madrugada en un bar de una ciudad cualquiera. Miras a tus amigas, que se ríen recordando sabe quién qué anécdota. Cada una de ellas sostiene una copa en su mano. Tú también. Es la enésima de la noche, siempre la penúltima. Están felices. Y tú. Entráis en el momento canónico de cada fiesta: el de la exaltación de la amistad. La música suena a todo volumen, las luces de colores bailan en el local. “Chicas, no sabéis lo que os quiero”, dices entre gritos.

Mediodía del día siguiente. Dolor de cabeza. Boca seca. Una luz que se cuela por la rendija de la persiana. “No vuelvo a beber”, piensas. Y entonces llega el tan temido, irritable y doloroso momento, tras hacer memoria sobre lo bien que lo pasaste: “Dios mío, cuánto hablé”. Pero no eres tú (únicamente), es el alcohol (que bebes).

“El alcohol es una sustancia depresora para nuestro Sistema Nervioso Central”, explica el psicólogo y divulgador Sergio Gómez-Casero de la Vega. “Esto quiere decir que decelera la respuesta de este. A nivel emocional puede producir la aparición de sentimientos más desactivadores como tristeza, culpabilidad, vergüenza, arrepentimiento, etc”.

El consumo de alcohol puede provocar un efecto rebote, como llevar un péndulo a un extremo: cuando se suelta no vuelve al estado de reposo directamente, sino que primero se va al otro extremo

Comúnmente, este fenómeno es conocido como hangxiety, un anglicismo que proviene de la unión, en español, de resaca (hangover) y ansiedad (anxiety), y que se refiere a la resaca emocional y aparición de síntomas de ansiedad que se produce el día después de haber consumido grandes cantidades de alcohol. 

Para Bernardo Ruiz Victoria, psicólogo clínico especializado en adicciones y creador y director del Programa Victoria, un retiro terapéutico para poner fin a ese tipo de dependencia, es “un efecto rebote”: “Es como llevar un péndulo a un extremo; cuando se suelta no vuelve al estado de reposo directamente, sino que primero se va al otro extremo”. 

“Por eso el alcohol produce ansiedad después de haber producido desinhibición, euforia y somnolencia”, añade Ruiz Victoria, para quien esa sensación es “normal y esperable” tras el consumo de esta droga. Aunque no por ello saludable. 

De la ansiedad posfiesta a la culpa o la pena

Volvamos al primer extremo del péndulo, al momento de euforia, para entender otros tipos de resaca. El consumo de alcohol implica la desconexión de ciertos mecanismos racionales de autocontrol, lo que puede provocar que la persona en cuestión haga o diga cosas que no haría en su estado normal. Cosas que pueden provocar culpa: esto es la “resaca de zorra” (slut hangover, en inglés).

Efecto hermoso desastre: todo aquello que en los demás vemos como positivo al mostrarse vulnerables, lo convertimos en negativo aplicado a nuestra persona

El término fue acuñado por la escritora Hilary Leichter en su obra Algo temporal. Es, en palabras de Leichter, “la resaca que tienes por las mañanas después de haberte pasado la noche entera soltando mierda, diciendo estupideces, actuando como una enorme y tremenda imbécil, permitiendo que todas las cosas horribles que tenías en la cabeza salieran por algún motivo de tu boca babosa”.

El concepto, traducido al español, ha sido desgranado en podcasts como Ciberlocutorio (RPS) por las periodistas Andrea Gumes y Anna Pacheco. Y lo resumen como ese “quién me manda a mí estar tres horas con el tucu-tucu-tucu-tú sin parar”. Unido, claro está, al remordimiento del día siguiente.

Ligado a estos dos tipos y, en cierto modo, incluyéndolos a ambos, está lo que la investigadora de la Universidad de Houston Brené Brown bautizó como resaca de vulnerabilidad (o vulnerability hangover). Que consiste, en definitiva, en la ansiedad, vergüenza o arrepentimiento por haber contado algo personal. Dicho de otro modo: sentirse vulnerable en el tiempo posfiesta por abrirse demasiado a los demás la noche anterior.

Y es que la concepción que tenemos de la vulnerabilidad varía en función de a quién le apliquemos la mirada. Más concretamente, si es a nosotros mismos o al resto. Es lo que un estudio definió en 2018 como “efecto hermoso desastre”: todo aquello que en los demás vemos como positivo al mostrarse vulnerables, lo convertimos en negativo aplicado a nuestra persona. Lo que en nuestra amiga vemos como un “qué mona, qué cosas más bonitas dijo ayer”, aplicado en primera persona se convierte en: “¿Por qué tuve que ser quien no se calla nunca en lugar de la persona misteriosa?”. Cuestión de perspectiva.

Consejos para lidiar con la sensación de hablar demasiado

Sufrir un tipo u otro de resaca depende, según Ruiz Victoria, de dos factores: la genética y tolerancia al alcohol, que varía según el abuso que se haga de la sustancia. Si eres una persona propensa a experimentar ansiedad, culpa o vulnerabilidad el día posterior a la ingesta de bebidas alcohólicas, aquí van unos consejos para ti.

Puedes disfrutar de la fiesta sin beber alcohol y centrado en lo que de verdad te importa, que es pasar un buen rato con tus amigos

“En primer lugar, hacerse consciente de que el consumo de alcohol tiene parte de la responsabilidad de ese bajón emocional”, dice Sergio Gómez-Casero, que puntualiza que el contexto en que esté cada uno y cada una influye en cómo puede afectarle beber. Por lo que el primer punto sería valorar si es buen momento para consumir este tipo de bebidas: “Muchas veces, unido a las dificultades o momentos malos por los que pasamos en la vida, puede tener resultados impredecibles”.

Por otro lado, centrar la atención en la frecuencia con la que se presenta ese sentimiento. “Si es una sensación muy recurrente, puedes valorar reducir el consumo de alcohol o eliminarlo directamente. Puedes disfrutar de la fiesta sin beber alcohol y centrado en lo que de verdad te importa, que es pasar un buen rato con tus amigos”, prosigue Gómez-Casero. 

Y, sumado a los dos aspectos anteriores, recalca que “también puede ser una opción acudir a un profesional de la salud mental si tu relación con el alcohol es problemática o te produce malestar”.

Para el director del Programa Victoria, la solución es mucho más tajante: “La mejor manera de evitar la ansiedad del día siguiente, la culpabilidad por haber hecho cosas de las que te arrepientes o los síntomas desagradables de la resaca, es muy sencilla: beber muy poco o, mejor aún, no beber nada. Al primer síntoma de embriaguez, al sentir el primer 'puntillo' habría que parar para evitar consecuencias negativas”.