De los márgenes de la red a la Casa Blanca: cómo la nueva era Trump normaliza el Internet “lleno de mierda”

Aunque parezcan ejemplos aleatorios, todos forman parte de la nueva estrategia de comunicación de la Casa Blanca. Un mensaje en X con una tarjeta el Día de San Valentín que se burlaba de las deportaciones. Días después, un vídeo con la expulsión de varios migrantes en el que se aprecia el eco de las cadenas en sus pies esposados, con el estruendo del motor ensordecedor del avión sonando de fondo, pero con una etiqueta que alude a la tendencia de contenidos relajantes “asmr”. En otras imágenes, Donald Trump descansa junto a Benjamin Netanyahu en una playa de Gaza. Es otro vídeo elaborado esta vez con inteligencia artificial y que simula la creación de un resort sobre la tierra en la que han sido asesinados miles de refugiados palestinos. 

“Sabemos que esto es a lo que se refería Steve Bannon con 'inundarlo todo de mierda”, explica la escritora Natasha Lennard a elDiario.es. Lennard, profesora de periodismo crítico en la Universidad New School de Nueva York, se refiere a la estrategia ideada por uno de los asesores del presidente de Estados Unidos en sus campañas electorales: encadenar polémicas hasta saturar a los ciudadanos, medios y oposición política por igual, erosionando su capacidad de respuesta. “Incluso a aquellos que sabemos de dónde viene esto, también nos ha escandalizado que el mensaje llegue con el sello institucional de la Casa Blanca”. 

Trump normaliza y legitima este contenido cruel, ofensivo y racista que ha saltado desde los márgenes de X (antes Twitter) y Facebook a las cuentas institucionales que hoy se ríen desde las deportaciones hasta del despido de la mayoría de presentadores racializados de una de las principales cadenas de televisión, reproduciendo así lo que antes solo hacía la cohorte de influencers del mundo MAGA

La sensación es la misma que dejaron en España los numerosos bulos sobre la DANA —de los “cientos” de cadáveres que nunca hubo en el parking de Bonaire a la supuesta demolición de pantanos—, las afirmaciones de diferentes líderes de la extrema derecha alemana antes de las últimas elecciones —desde decir que “Hitler era comunista” como hizo la líder de AfD hasta la distribución de panfletos con forma de billete de avión para “invitar” a los migrantes a salir del país— o los bulos antiinmigración que circulan desde hace años en Reino Unido, donde el pasado verano dieron paso a ataques a migrantes en medio de una ola de violencia xenófoba.

En medio del estupor, puede resultar difícil elegir si prestar atención a si los datos sobre el número de solicitantes de asilo en un país determinado son ciertos, buscar confirmación de los reportajes que dicen que la Casa Blanca está pidiendo a los funcionarios que revelen si tienen entre sus compañeros a personas de la comunidad LGTBI, el recuento de empresas que han eliminado sus programas de inclusión de minorías, qué vacunas ha dejado de financiar el gobierno o cuáles son las verdaderas consecuencias de la bronca del presidente de EEUU con su homólogo ucraniano en el Despacho Oval. 

La vuelta de honor tras la victoria, versión meme

Una cosa es informar de cuántos vuelos diarios abandonan el país con inmigrantes indocumentados y otra es burlarse de la peor pesadilla de millones de personas que viven irregularmente en EEUU, explotando su deportación para crear contenido viral de 'ASMR' —respuesta sensorial meridiana autónoma, por sus siglas en inglés —. La tendencia se refiere a la sensación hipnotizante que experimentan algunas personas al escuchar el sonido de las tareas cotidianas, voces o movimientos que nos son muy familiares y reconocibles. Pero aquí el Gobierno de EEUU está equiparando el chirrido de las cadenas y el roce de las esposas en manos y pies con el murmullo de un aspersor de agua, el susurro de una brocha o el crujir de un papel

“Esta decisión en particular supone un contraste enorme con el 'ASMR' que contiene sonidos relajantes”, explica a este periódico Nina Lutz, investigadora del Center for an Informed Public de la Universidad de Washington (EEUU). “Esta yuxtaposición sirve para enfurecer a aquellos que están en contra de las deportaciones y deleitar a quienes las apoyan. Es la vuelta de honor tras la victoria,” dice Lutz.

Lennard, profesora del Centro de Investigaciones Sociales de la New School en Nueva York, añade que detrás de esta intención de burla y de generar estupefacción entre los usuarios, también hay un mensaje político potente. “Es una combinación de troleo y de una dominación fascista inequívoca”, dice la profesora. Sin embargo, subraya Lennard que esta estrategia propagandística no es nueva. Recuerda los inicios del Ku Klux Klan con sus capirotes y líderes con nombres como “Gran Mago,” por lo que asegura que estamos ante una versión contemporánea del fenómeno.

Ese absurdo también estaba en los memes de la Rana Pepe y en las protestas de la misma “derecha alternativa” que apoyó a Trump desde sus inicios, participando en manifestaciones disfrazados de Capitán América o con banderas inspiradas en foros de 4chan. Las publicaciones de teorías conspirativas en clave de humor que negaron desde tiroteos hasta la pandemia de Covid-19 se extendieron como la pólvora en las redes sociales. Y hubo quien advirtió que el sentido del humor de estos memes que difunden racismo y xenofobia como un “envenenamiento por ironía”, como dijo The New York Times del bombero alemán que intentó incendiar un centro de refugiados. 

Si hace algo más de una década fueron las iniciativas progresistas las que se beneficiaron de cómo la viralidad de las redes sociales les ayudaba a difundir su mensaje, ahora es la extrema derecha la que se aprovecha del funcionamiento de los algoritmos. Cuanto más ruido provoque una publicación, cuanto más enfado inspire, cuánto más escandaloso sea el mensaje, más lejos llega. La Casa Blanca es ahora ese último eslabón de una cadena dispuesta a emplear la tecnología disponible para afianzar sus posturas entre la opinión pública. 

Cuando la audiencia altera el relato político

“Los republicanos han aprovechado las dinámicas de los nuevos medios digitales para construir un ecosistema de medios alternativo que es explícitamente partidista y muy participativo”, explica Kate Starbird, investigadora especializada en rumores y desinformación en la Universidad de Washington. La particularidad de lo que han hecho los conservadores estadounidenses —y a diferencia de los movimientos progresistas que dominaron las redes sociales en sus inicios— es que estas audiencias, según Starbird, “juegan un papel importante en la narrativa de qué es su partido y en qué valores cree”. 

Los republicanos han aprovechado las dinámicas de los nuevos medios digitales para construir un ecosistema de medios alternativo

Estas redes conservadoras pueden parecer dominadas por la improvisación, pero Starbird lo compara más con un teatro en el que la audiencia, a través de destacados miembros del público como son los influencers conservadores, siente que tiene la capacidad de aportar ideas que acaban en el guion de la obra. En esta última actuación, el vídeo de Trump en Gaza había sido creado por un usuario ajeno al Gobierno, pero ha quedado legitimado al publicarlo desde una cuenta institucional. 

“No están interactuando simplemente con su voto, están dando forma a esa retórica y el resultado es que se sienten más empoderados que nunca”, añade Starbird. 

Uno de cada cinco estadounidenses —la cifra es más alta cuanto más jóvenes— se informa regularmente a través de influencers, no de medios tradicionales. Estos nuevos informadores son además mayoritariamente masculinos, blancos y de ideología conservadora, según un informe reciente del Pew Research Center

“Los influencers juegan un papel descomunal en la mediación de noticias y discurso político, son juzgados por su autenticidad más que por la veracidad de lo que comparten y pueden ser capturados y radicalizados por sus propias audiencias.” Y ese es el terreno que Musk domina como ningún usuario, no solo mediante insultos o bromas de mal gusto. También hace sentir a sus seguidores que son partícipes de sus decisiones con encuestas para decidir si el Gobierno debe readmitir a un funcionario despedido días antes. 

Los nuevos límites de lo aceptable

Con cada publicación, la Casa Blanca consolida así un proceso coordinado de prueba y error, este intercambio entre audiencia y actores, del que hemos sido testigos en los últimos años. Los posts en las redes sociales con bromas de mal gusto, insultos, falsedades y ataques, se consideran “pegajosos”, explica Lutz, porque generan muchas reacciones, comentarios y reenvíos, lo que hace que los usuarios sigan interactuando. La estrategia es probar con tantos como haga falta hasta dar con el que atrae más atención, tanto de seguidores como de detractores.

Esta evolución del uso de plataformas como X, TikTok o Facebook ha llevado a algunos expertos a denunciar que el problema va mucho más allá de la configuración de sus algoritmos o incluso de la desinformación de sus usuarios. 

“La desinformación no es un error de código, es una herramienta utilizada para sacar rédito político”, escribe Francesca Bolla Tripodi en The Propagandist Playbook. La socióloga de la Universidad de Carolina del Norte está especializada en desinformación y ha dedicado este libro a investigar cómo los conservadores estadounidenses utilizan eventos como atentados y sucesos para tergiversar la información a su favor y “crear una serie de preocupaciones alternativas” entre el público. “Las élites conservadoras están aprovechando diferentes ideologías culturales para reformular nuestra comprensión del mundo que nos rodea”, afirma.

Va a ser muy difícil comunicar el verdadero impacto de las políticas de Trump porque cada mala noticia tendrá una explicación conveniente

“Va a ser muy difícil comunicar el verdadero impacto de las políticas de Trump”, escribía hace unos días Ryan Broderick en Garbage Day, “porque cada mala noticia tendrá una explicación conveniente”. Según Broderick, cuanto más se sostiene esta estrategia, menos probable será el deseo de cuestionar o analizar la narrativa que ofrece entre sus seguidores.  

Otra de las consecuencias de la estrategia de “llenarlo todo de mierda” es que poco a poco va cambiando la opinión pública, de manera que se modifican los límites de lo aceptable en política. Es el concepto conocido como la “ventana de Overton”, que delimita lo que es factible en política porque cuenta con suficiente respaldo entre los ciudadanos. Al demócrata Bernie Sanders, por ejemplo, se le atribuye haberla desplazado en sentido progresista hace unos años, cuando logró que el electorado estadounidense hablase de ampliar servicios públicos muy poco populares en EEUU, como el acceso universal a la sanidad. Ahora puede que Trump la arrastre en sentido contrario.

The American Conservative celebra que el republicano “no solo haya modificado esta ventana de lo posible en política, sino que la haya reventado”, especialmente por su apoyo a Israel. “¿Realmente es tan mala idea desplazar a todos los gazatíes? Todas las poblaciones de la tierra han tenido que mudarse alguna vez”, escribe James Pinkerton, antiguo asesor de Ronald Reagan y George W. Bush. En The Washington Post, una semana después de ser investido presidente, Shadi Hamid argumentaba que el republicano “es la nueva normalidad y puede que esto sea algo bueno”. 

Cómo hemos llegado hasta aquí 

La revistaThe Atlantic ha descrito la crisis actual como un problema generado “a cámara lenta”, una especie de “cóctel cuyos ingredientes incluyen la erosión de la confianza en los medios, malas medidas económicas, presión política, capitalistas carroñeros, el ascenso de Internet y una larga lista de malas decisiones de medios tradicionales que han alienado o erosionado a sus propias audiencias”. 

En términos prácticos, dicen los autores del texto que hemos dejado de buscar datos, de contrastarlos y de cuestionar nuestros argumentos e incluso de confiar en voces expertas. “Ese era el fundamento detrás de la mayor parte de la política, la cultura y el debate. El Internet actual —un ecosistema ya maduro, ampliamente accesible y con facilidad para que cualquiera publique contenido— destruye precisamente esto”, concluyen. 

Aquí es donde la estrategia bautizada por Bannon puede resultar especialmente peligrosa. Lennard reitera la importancia de no perder de vista el contenido de los mensajes, por escandalosos que parezcan. “No es posible prestar atención a todo lo que publiquen, pero nada de lo que hagan debe servir de distracción, porque es real”, añade. “Es verdad que quieren este tipo de dominación y es verdad que están anunciando su compromiso con este tipo de violencia fascista”. 

Y para quienes no quieren perder de vista el recuento de medidas prometidas por el ideario conservador del Project 2025 ya aprobadas por Trump, dos estadounidenses han creado este 'monitor'. “La administración Trump tiene la intención de implementar todos los cambios que el documento exige, y más”, afirma una de sus creadoras, Adrianne Cobb, a elDiario.es. “Los programas públicos de los que depende la gente serán los próximos en ser eliminados. Como resultado, habrá gente que morirá”.