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La inquina de la derecha contra Zapatero: ¿el preludio de lo que vivirán Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?

Cuando el 16 de abril de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero fue investido presidente del Gobierno, Facebook estaba en pañales y Twitter ni siquiera existía. El bipartidismo gozaba de buena salud y Jiménez Losantos disfrutaba de una audiencia de más de un millón de oyentes diarios en la Cope. Juan Carlos era todavía campechano y Felipe y Letizia estaban a punto de casarse en la catedral de la Almudena.

La España actual no es la misma de 2004, pero hay aspectos que se han mantenido inalterables a pesar del paso del tiempo, entre ellos, el rencor hostil y a tumba abierta de la derecha política y mediática contra cualquier atisbo de gobierno progresista en el país. El resentimiento de la izquierda contra los gobiernos del PP no ha sido menor, pero desde aquel 2004 la posibilidad de que el PSOE llegue al Gobierno ha pasado de ser una idea poco recomendable a una blasfemia ilegítima. Esta radicalización de las habituales broncas del turnismo entre el PSOE y el PP nació con la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11M y tuvo aderezos posteriores. Y de aquellos polvos algunos de los lodos que sufrimos hoy en día: todo lo que no sea derecha española es una traición a España.

Hagamos un poco de memoria.

A la par de la teoría de la conspiración, en mayo de 2005, Mariano Rajoy acusó a Zapatero de “traicionar a los muertos” y permitir que ETA recuperara sus posiciones. Unos meses después el PP se sumaría a una manifestación multitudinaria de la Asociación de Víctimas del Terrorismo contra Zapatero en la que se pudo ver el afamado cartel de 'zETAp' (hoy sería trending topic). Fue en aquella época cuando se empezó a acuñar la acusación al PSOE de ser cómplice de los enemigos de la unidad de la patria.

No fue el único frente que la derecha abrió a Zapatero en la calle. En junio de 2005, el PP mandó a Ángel Acebes, Eduardo Zaplana, Ana Pastor y Miguel Arias Cañete a la manifestación convocada por el Foro Español de la Familia contra la modificación legal que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. También fueron 20 obispos. Los manifestantes gritaban “Zapatero dimisión”.

En noviembre de 2005 volvería a corearse el manido “Zapatero, dimisión” en la manifestación contra la reforma educativa convocada por las organizaciones de padres católicos. De nuevo, se sumó el PP a esta movilización en la que técnicos y periodistas de Radio Nacional de España fueron increpados por los manifestantes. “La Cope somos todos”, se leía en las pegatinas que muchas personas llevaban en la pechera.

Fue además en aquellos años en los que se coció el hervidero catalán. En abril de 2006, Rajoy presentó en el Congreso de los Diputados los 4 millones de firmas que el PP había recogido contra el Estatut catalán. Tres meses después presentó el recurso ante el Tribunal Constitucional que en 2010 se encargó de cepillar el Estatut por segunda vez tras el cepillado inicial en la comisión Constitucional del Congreso del que había presumido Alfonso Guerra.

Sin embargo, a Zapatero no se lo llevaron por delante las protestas callejeras del PP de sus primeros años de gobierno. A Zapatero lo mandó a casa la Gran Recesión.

Sánchez e Iglesias, supervivientes y traidores a España

Quince años después, estamos más o menos en las mismas. A la derecha mediática se le han terminado los adjetivos contra Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en especial desde aquella tarde en la que Rajoy se refugió desorientado en un restaurante de la calle Alcalá de Madrid. Sánchez venía además de recibir fuego amigo durante su pulso con el susanismo. “Insensato sin escrúpulos”, se le llegó a tachar en un editorial de aquel El País que coqueteaba con la vicepresidenta Saénz de Santamaría. Un fuego amigo que ha renacido esta semana con la reaparición de viejos rockeros como Felipe González o Rodríguez Ibarra.

Pablo Iglesias también ha hecho esta mili. Bueno, ha hecho unas cuantas. A Podemos directamente le montaron un operativo policial-mediático ilegal para intentar sacarlo a empujones del mapa político español. Si algo tienen en común Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es que son supervivientes. Y traidores a España, por supuesto.

¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Es complicado predecirlo. Las pullas han empezado sin que siquiera se hayan sentado en el Consejo de Ministros, así que lo previsible es que la ensalada de improperios vaya in crescendo. Siempre que haya Gobierno y no vayamos a unas terceras elecciones, claro. Nunca hay que subestimar la capacidad para sorprendernos de la clase política.

En todo caso, si en los tiempos de Zapatero algunas de las batallas políticas más cruentas se vivieron en el ámbito de los derechos civiles -matrimonio gay, derecho al aborto, memoria histórica-, la entrada en el Gobierno de Podemos abre la gresca con los poderes económicos. La prensa salmón advertía esta semana del Apocalipsis que se nos viene encima y anunciaba que hay quien está dispuesto a reorganizar sus estructuras societarias o cambiar su residencia fiscal (evasión de impuestos de toda la vida) si el “comunismo bolivariano” llega al poder. El presidente del Círculo de Empresarios está “consternado”.

Aunque también dijeron lo mismo de Felipe o Mitterrand.

Hay todavía muchas incógnitas por resolver. Está todavía por saber de qué lado caerá la infantería mediática que ha quedado huérfana de Ciudadanos: ¿volverán al PP o se apuntarán enrabietados a las consignas de Vox? (Apuesto por el PP; Vox no gobierna y no tiene publicidad institucional ni demasiados cargos con los que devolver favores). No está claro tampoco cuál será el camino de Pablo Casado: ¿sin-barba-se-rompe-España o con-barba-vamos-pal-centro? ¿O alternará los dos discursos con Cayetana haciendo de Rafa Hernando en el Congreso y él en modo registrador de la propiedad? No hay que descartar que el PP de Casado aliente la vía de las manifestaciones antiZapatero, aunque no debería olvidar que Vox fue el que mayor provecho sacó de la famosa quedada en Colón.

Precisamente esa es la novedad en la oposición de derechas respecto a los años de Zapatero: la ultraderecha, fortalecida y normalizada. Esa ultraderecha a la que el PP cobijaba en las manifestaciones contra Zapatero pero que ahora se ha escindido de la casa común. Ultras mimados por programas de televisión y columnistas 'liberales', y que cuentan además con el sello del voto útil que han conseguido gracias a los acuerdos con PP y Ciudadanos. Una ultraderecha que está sembrando de odio el debate público sin que, de momento, nadie lo esté parando.

Cuando el 16 de abril de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero fue investido presidente del Gobierno, Facebook estaba en pañales y Twitter ni siquiera existía. El bipartidismo gozaba de buena salud y Jiménez Losantos disfrutaba de una audiencia de más de un millón de oyentes diarios en la Cope. Juan Carlos era todavía campechano y Felipe y Letizia estaban a punto de casarse en la catedral de la Almudena.

La España actual no es la misma de 2004, pero hay aspectos que se han mantenido inalterables a pesar del paso del tiempo, entre ellos, el rencor hostil y a tumba abierta de la derecha política y mediática contra cualquier atisbo de gobierno progresista en el país. El resentimiento de la izquierda contra los gobiernos del PP no ha sido menor, pero desde aquel 2004 la posibilidad de que el PSOE llegue al Gobierno ha pasado de ser una idea poco recomendable a una blasfemia ilegítima. Esta radicalización de las habituales broncas del turnismo entre el PSOE y el PP nació con la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11M y tuvo aderezos posteriores. Y de aquellos polvos algunos de los lodos que sufrimos hoy en día: todo lo que no sea derecha española es una traición a España.