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Opinión - Lobato, en su laberinto. Por Esther Palomera

Menos verborrea y más razones trabajadas

Las elecciones las ha ganado, sin lugar a dudas, el PP de Mariano Rajoy. Ahora le toca ganar la investidura, la mayoría suficiente del Congreso que le permita convertirse en presidente del Gobierno. Ante este hecho, resulta de nuevo curioso que desde cualquier ángulo se mire al PSOE como el responsable del futuro inmediato de España. Es fantástico, por un lado, que los analistas, periodistas y politólogos varios, tengan en tan alta estima al Partido Socialista. Sin embargo, y por otra parte, le echan esta mochila vaticinando el fin de sus días por sus guerras intestinas que solo le pueden llevar al desastre. Y lo peor es que los socialistas entran al trapo.

Creo, sinceramente, que conviene buscar en el equilibrio y en el análisis las responsabilidades en juego. Corresponde al ganador lograr los apoyos que le permitan la investidura y, para este fin, debe hablar con todo el espectro político y no fiar sus cartas a lo que haga estrictamente su tradicional rival político. Si realmente quiere su apoyo, alcanzarlo por la vía de la sumisión no parece lo más adecuado. PP y PSOE tienen muchos elementos en común, pero también grandes diferencias. Si el PP quiere ser investido, debe de saberlo. Y debe buscar otras vías. El señor presidente en funciones no puede jugar a lo de siempre, a esperar que el tiempo y la responsabilidad ajena le entreguen el triunfo. Debe buscarlo y lo debe hacer con sigilo y mucha claridad. El arco parlamentario es amplio y los últimos años no lo ha cultivado en exceso. Probablemente, es lo que debe hacer ahora y pensar que si quiere gobernar, debe cambiar sus formas y las de los suyos.

Señor Rajoy, ha sido el justo vencedor de las elecciones por deseo expreso de los españoles, pero su victoria no será victoria si no es capaz de convencer a sus adversarios, de múltiples colores, que le den su confianza en el Parlamento. Si no lo logra, habrá nuevas elecciones y será usted y solo usted el responsable de no haber logrado formar gobierno. Ninguna fuerza, por mucho que la suya sea la más votada, tiene la obligación moral de dejarle gobernar. Se lo tiene que ganar y para ello debe convencer a sus adversarios políticos.

El PP es, sin duda el responsable y protagonista del juego que se avecina, pero hay coprotagonistas que no pueden esconderse. El PSOE recupera la guerra interna que le acompaña los últimos años. Y es normal porque, pese a evitar que le arrebataran la segunda posición en la preferencia de los españoles, se encuentra muy tocado. Si viviéramos en el Reino Unido (ahora no muy de moda por el maldito ‘Brexit’) el candidato socialista se habría ido. Pero esto es España y los perdedores de elecciones no tiran la toalla. El propio Rajoy ganó las elecciones generales a la tercera. El problema socialista es que dirija quien dirija el partido debe tener muy claro que su papel es la oposición y rearmarse ideológicamente y en sus cuadros, en un necesario equilibrio entre madurez y juventud. El PSOE debe ser capaz de reivindicar los valores de la socialdemocracia como motor del bienestar sin miedo y sin condiciones. Debe de ser capaz de arriesgar e ilusionar. No es el PSOE un partido de equilibristas y tampoco debe de serlo de arribistas. Liderazgos claros, unidad e ideas transformadoras. ¡Vale ya de autolíos!

Y en este contexto el PSOE no puede empezar su nueva etapa de oposición con un ‘no’ enorme en la boca antes de sentarse a hablar. Debe ser capaz de reflexionar, oír, negociar y luego, con argumentos, claridad y explicaciones tomar una decisión. En este momento no hay prisas. Metan en un cajón a todos los asesores de comunicación que han pensado que las redes sociales son el mundo y tomen su tiempo para tomar la decisión correcta. Pero no la basen en vetos. Susténtela en argumentos y miren al futuro. No hace falta decir algo en cada momento. Señores asesores de comunicación, cálmense y esperen.

Muchos errores socialistas responden al miedo enfermizo a Podemos, un conglomerado, que tras los malos resultados electores ha decidido pagar un estudio para analizar el resultado. Menuda forma de tirar el dinero para esconder la realidad que no es otra que no han sido capaces de que los españoles les voten tanto como querían. Todo el conglomerado, que dicen reúne a cerca de 20 partidos, está a punto de enfrentarse a una crisis interna que hace pequeñas las del PSOE. Ya se lo he anticipado en anteriores ocasiones. Cada partido va a buscar su hueco y la ‘casa madre’ Podemos tiene dos gallos (Pablo Iglesias e Iñigo Errejón) con planteamientos enfrentados. Hasta hoy había ganado Iglesias, pero la guerra interna está servida y el laminado Juan Carlos Monedero va a jugar a estrella invitada en esta guerra por el poder. Eso sí, lo harán con una sonrisa. Veremos si los medios nos empiezan a contar lo que ya está pasando. Rajoy debería llamar a Iglesias por pura cortesía parlamentaria y sabiendo que la formación o formaciones moradas están muy tocadas y no le van a apoyar.

Y luego anda por ahí Ciudadanos, buscando sitio. Jugando a mediador y criticando la ley electoral y mezclando la circunscripción con el sistema de asignación de escaños. Me parece que están haciendo demasiado ruido innecesario y que debieran sentarse y esperar a que les llame el presidente en funciones. No hay elecciones mañana y queremos un poco de calma para el verano.

Por favor, señores dirigentes de las distintas fuerzas políticas, cierren la boca un rato, que eso no es transparencia, es ruido, y hablen con calma y tomen decisiones con argumentos porque los españoles han votado parecido, pero no lo mismo. El ciudadano sabe lo que hace. Nos guste más o menos. Y no creo que quieran unas terceras elecciones, pero eso implica hablar, ceder y acordar. Ya sé que hay otros partidos de menor representación que pueden ser parte del juego en los próximos días. Pues que lo sean, pero dejemos el periodismo fácil para el periodista que se sustenta en declaraciones huecas. Trabajen, decidan y expliquen su postura con razones y no simplismos. Les aseguro que la ciudadanía entenderá sus decisiones, aunque no las comparta. Pero puede que si solamente se dedican a la verborrea, nadie entienda nada.

Las elecciones las ha ganado, sin lugar a dudas, el PP de Mariano Rajoy. Ahora le toca ganar la investidura, la mayoría suficiente del Congreso que le permita convertirse en presidente del Gobierno. Ante este hecho, resulta de nuevo curioso que desde cualquier ángulo se mire al PSOE como el responsable del futuro inmediato de España. Es fantástico, por un lado, que los analistas, periodistas y politólogos varios, tengan en tan alta estima al Partido Socialista. Sin embargo, y por otra parte, le echan esta mochila vaticinando el fin de sus días por sus guerras intestinas que solo le pueden llevar al desastre. Y lo peor es que los socialistas entran al trapo.

Creo, sinceramente, que conviene buscar en el equilibrio y en el análisis las responsabilidades en juego. Corresponde al ganador lograr los apoyos que le permitan la investidura y, para este fin, debe hablar con todo el espectro político y no fiar sus cartas a lo que haga estrictamente su tradicional rival político. Si realmente quiere su apoyo, alcanzarlo por la vía de la sumisión no parece lo más adecuado. PP y PSOE tienen muchos elementos en común, pero también grandes diferencias. Si el PP quiere ser investido, debe de saberlo. Y debe buscar otras vías. El señor presidente en funciones no puede jugar a lo de siempre, a esperar que el tiempo y la responsabilidad ajena le entreguen el triunfo. Debe buscarlo y lo debe hacer con sigilo y mucha claridad. El arco parlamentario es amplio y los últimos años no lo ha cultivado en exceso. Probablemente, es lo que debe hacer ahora y pensar que si quiere gobernar, debe cambiar sus formas y las de los suyos.