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Los centros de salud de Galicia duplican el número de consultas pero apenas incrementan su personal a pesar de los rebrotes de coronavirus

Consulta en un centro de salud gallego.

Álex Vázquez

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Los médicos de Atención Primaria de Galicia han visto como su número de consultas se ha duplicado en los últimos meses, mientras que la cifra de efectivos en el Servizo Galego de Saúde (Sergas) apenas ha variado. Y ello a pesar de que expertos y profesionales consideran que una buena medicina de familia es la primera barrera contra la pandemia de coronavirus. Un facultativo del área sanitaria de A Coruña, la más afectada por el virus en Galicia en la actualidad, puede llegar a sobrepasar los 50 pacientes por jornada. La cifra ideal para poder prestar un servicio “mucho más eficiente”, aseguran sanitarios y sindicatos médicos, debería estar entre los 20 y los 30. La contratación de más profesionales en el sector sanitario continúa siendo la principal reclamación del colectivo, aunque la Xunta insiste en mantener una política de personal diferente y en los últimos meses apenas ha emitido anuncios de nuevas plazas.

Lo cierto es que, paradójicamente, las salas de espera de los centros de salud gallegos están mucho más vacías que antes. Es el caso, por ejemplo, en Culleredo, municipio limítrofe al de A Coruña y uno de los que más incidencia del virus ha registrado en las últimas semanas. Allí ejerce como médico de familia Jesús Combarro Mato, que acusa de primera mano el incremento de las consultas telefónicas como consecuencia del coronavirus. “Aquí atendemos entre 40 y 50 personas al día, con la particularidad de que la plantilla habitual está mermada por las vacaciones”, explica. Una situación que los obliga a realizar jornadas extraordinarias para cubrir de alguna manera la falta de personal a pesar de las sucesivas manifestaciones del sector sanitario antes y después de la pandemia.

El método de la atención telefónica, asegura Jesús Combarro, no debe sustituir a las consultas presenciales en el caso de pacientes con enfermedades crónicas y agudas. En este sentido, el colectivo médico demanda que el Sergas garantice las condiciones de acceso a los centros de salud para estas personas y que habilite otros sistemas como las videollamadas para dar un servicio “más eficaz”. “Los trabajadores del sistema sanitario no hemos pedido un aumento de las retribuciones, sino mayor autonomía y la puesta en marcha de todos los recursos posibles para mejorar la atención sanitaria”, concluye Combarro.

El sector sanitario teme que se repita una situación semejante a la de meses como marzo y abril, cuando la falta de material de protección y la saturación de las unidades hospitalarias terminó con los propios profesionales como uno de los colectivos más afectados por la enfermedad. “Hizo mucho daño, sobre todo psicológicamente”, asegura el secretario general del sindicato médico Omega, Manuel Rodríguez. Aunque no existe consenso en el sector sobre si la comunidad afronta ahora mismo una segunda oleada, intuyen que esta “llegará en algún momento próximo” y consideran que no cuentan con todos los medios para poder afrontarla.

La solución, en este caso, implicaría varios factores. “Todos tenemos que concienciarnos de que la situación ha cambiado. La Administración debe poner a disposición de médicos y pacientes muchos más medios para afrontar no solo la COVID, sino las necesidades del día a día”, explica Manuel Rodríguez, unos argumentos que comparte el médico Jesús Combarro. Según las estimaciones de CIG-Saúde, el Servizo Galego de Saúde (Sergas) cuenta con 6.000 profesionales menos que en el 2009. “Y es una cifra aproximada, porque llevamos mucho tiempo reclamando un sistema de identificación a la Consellería de Sanidade que nos permita conocer con exactitud el número de facultativos en la comunidad”, indica en este caso María Xosé Abuín, secretaria nacional del sindicato.

Los nuevos rastreadores, los pacientes

Con Galicia como “destino seguro”, como lo califica el propio presidente Alberto Núñez Feijóo, la carga en Atención Primaria de personas desplazadas también se ha incrementado. La declaración obligatoria de las personas que lleguen a la comunidad de territorios “con alta incidencia de la COVID-19” supone un esfuerzo todavía mayor para los médicos, encargados del seguimiento del paciente en muchos casos. Es una de las nuevas tareas que la Xunta ha asignado, al menos teóricamente, a los facultativos. De esta manera, en mes y medio el Sergas pasó de contar oficialmente con 20 rastreadores a tener más de 6.000.

Sin embargo, eso parece quedar solo en el papel. Varias asociaciones del colectivo médico defendieron en las primeras semanas de agosto que no estaban realizando esta función, puesto que de hacerlo, “tendríamos que cerrar la consulta al no tener tiempo para otra cosa”. Jesús Combarro confirma que desde los centros de salud se realiza un seguimiento de pacientes enfermos y de algunos contactos, pero que no tienen capacidad para ejercer con todas las funciones de un rastreador. Sindicatos como Omega denuncian que “ni los pacientes ni los médicos” saben cómo actuar ante las directrices de Sanidade. “Se incita a los propios infectados a que ellos sean rastreadores, a que confeccionen listas de contactos y los avisen”, explica Manuel Rodríguez. Al final, asegura, “todo se descontrola” porque muchos contactos actúan por libre y “nadie hace un seguimiento de todos los posibles contagiados”. “Tiene que haber una recomendación unitaria, un protocolo que se aplique”, reclaman las organizaciones sindicales. Se han ido demasiadas vidas, dicen, como para que el Gobierno gallego “no se tome en serio la situación”.

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