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Un blog sobre leyes y tecnología por y para iLetrados digitales. Derecho para todos los públicos de la mano de Jorge Campanillas, Marina Franganillo, Miriam García, David Maeztu, Jorge Morell, Andy Ramos, Ruth Sala, Alejandro Sánchez, Alejandro Touriño y Roberto Yanguas.

Facebook y Ello, frente a frente: ¿es cierto que la red social de moda respeta tu privacidad?

Facebook contra Ello: comparativa de sus documentos legales

Jorge Morell

Seis meses ha necesitado Ello desde su creación para convertirse en la red social de moda, e incluso ser bautizada como el 'anti-Facebook'.

Todo comenzó hace unas semanas cuando Facebook decidió imponer su política de identidades reales a importantes miembros de la comunidad LGBTQ. Muchos de ellos se negaron, y en su éxodo a tierras más prometedoras, acabaron en Ello. De ahí a la fama hizo falta poco más.

Que la elegida fuera Ello, y no otra de las muchas nuevas redes sociales que pululan por Internet, seguramente se debió a sus particularidades. La principal es que según su manifiesto, el usuario no es el producto y nunca incluirá anuncios. Además, no obliga a usar identidades reales, muestra tolerancia cero con los discursos violentos y presenta una política flexible con el contenido de tipo erótico.

Ello funciona mayormente como un Twitter 'facebookeado'. Si bien en la actualidad está en fase beta y únicamente accesible mediante invitación, cuando uno crea allí un perfil, con nombre verdadero o no, puede colocar a sus amigos en alguna de las dos 'timelines' por defecto, la de los “Amigos” o la de “Ruido”, y todo lo que diga será público (a excepción de los mensajes privados).

Pero lo que ha hecho que Ello crezca tanto en popularidad es su famosa proclama de que el usuario para ellos no es el producto, ya que no comercia con sus datos personales, y además no incluirá anuncios. ¿De qué vivirán pues? De un modelo 'freemium' para concretas funcionalidades y de una polémica inversión de capital no siempre comentada.

¿En verdad es Ello tan garante de la privacidad y tan distinto a Facebook como dicen? Pues hay un poco de todo.

Si bien permite cuentas con contenido sexual explícito, si están adecuadamente identificadas, y todo lo compartido es público por defecto, basta con tener 13 años para darse de alta. Por tanto, un buscador puede indexar lo que digas.

Hablando de lo que compartimos, todo lo que subimos es nuestro, pero se lo licenciamos a Ello sin límite (lo que suena bastante excesivo). Dicen, eso sí, que ese contenido, si bien lo usarán como consideren, no se lo venderán a terceros. A no ser que demos nuestro consentimiento. Y ya sabemos lo fácil que es dar nuestro consentimiento en los términos y condiciones sin que nos enteremos...

Ya que estamos con lo de dar, ¿qué información personal proporcionamos? Nombre y correo en el registro. Por otro lado, recopila la IP, el dispositivo usado, la localización, el idioma, múltiples hábitos de navegación, los que provengan de las 'cookies' y quizá en el futuro tu número de tarjeta de crédito (aunque no por ahora). También es verdad que, en principio, puede anonimizarse bastante la navegación en el sitio, ya sea porque admite 'Do Not Track' o por la posibilidad de desactivar el rastreo de Google Analytics.

Finalmente, ¿qué puede hacer con esos datos? No los venderá a anunciantes o 'data brokers', pero, como ya hemos señalado, si podría hacerlo si lo consentimos. También compartirá esa información si la ley obliga, contrata con un servicio que los necesite (por ejemplo el de almacenamiento) o con futuras empresas afiliadas.

En conclusión, ¿eres el producto para Ello? La buena voluntad mostrada apunta a que no, así como las diversas medidas técnicas adoptadas (respetar DNT, anonimizar buena parte de los hábitos de navegación o permitir identidades ficticias). Sin embargo, todavía hay suficientes elementos para convertirte en uno. Por ejemplo, consentimientos 'accidentales' que permitan vender nuestra información, futuros aliados comerciales con propósitos menos idealistas o inversiones de capital que quizá ya hayan convertido a Ello en un producto sin darse cuenta y a pesar de las buenas intenciones.

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