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Los guerrilleros de la revolución digital cubana: “Nos gusta pelear desde aquí”

Antes de salir de casa, Martín Proenza comprueba que la batería de su portátil está completamente cargada. Es uno de los actos que este joven programador de 30 años realiza con precisión litúrgica cada vez que va a trabajar en su web. También se echa al bolsillo su 'pendrive' y se asegura de que lleva el móvil encima. Enfunda el portátil en su mochila y se lo cuelga a la espalda. Así es más cómodo para llevarlo en bici.

El camino hacia el punto wifi es un recorrido de calles rectas, abrazadas por casas bajas y apretadas. La ciudad de Bayamo, en la parte oriental de Cuba, es pequeña y pulcra en comparación con los humos y los escombros que salpican La Habana. Fue el lugar donde se prendió la mecha para la primera guerra de la independencia en 1868. El lugar de los primeros levantamientos, del primer libertador, Manuel de Céspedes, y símbolo de la rebeldía cubana.

Martín deja la bicicleta en uno de los muchos aparcamientos para bicis que hay en Bayamo y camina unos metros hasta el punto wifi. Hasta julio de 2015, los cubanos apenas tenían forma de acceder a internet. Desde entonces se empezaron a instalar zonas wifi en espacios abiertos. Los usuarios compran una tarjeta que cuesta 1,5 dólares para conectarse a internet durante una hora en estas áreas.

Los puntos wifi, en una plaza o en medio de la calle, se descubren fácilmente porque hay un cúmulo de personas reunidas sin motivo aparente. Están sentadas en cualquier sitio, en el bordillo de la acera, recostadas contra una pared o en un banco. La mayoría escrutan con la cabeza gacha sus 'smartphones', aunque algunos tienen portátiles. Casi todos son jóvenes, muchos se conectan a internet para entrar en Facebook, los hay que llaman a sus familiares en el extranjero través de la aplicación IMO y otros usan la conexión para trabajar.

Este es el caso de Martín. Suele sentarse con su portátil en un muro bajo, donde hay un techado que le protege del sol. Antes de conectarse, abre todos los programas que necesita para agilizar la tarea: la consola para ejecutar comandos, el repositorio central y la plataforma que conecta con el servidor. Acaba de llegar a su oficina particular.

En el punto WiFi no siempre hay disponible un lugar con sombra. En estos casos trabajar se vuelve más incómodo, porque el sol del trópico pega fuerte y el reflejo impide ver la pantalla. Pero es mejor que haga sol a que llueva. Una vez a Martín le pilló un chaparrón y, aunque salvó su portátil, no pudo acceder a internet. “La wifi a veces no funciona con los aguaceros muy fuertes”, explica como quien habla del tiempo más que de la conexión.

Antes era aún más difícil. Recurría a algunas amistades que tienen internet en su casa –solo cierto tipo de funcionarios estatales, como los académicos, cuentan con acceso a la Red en sus hogares. “Les pedía favores para hacer actualizaciones en el servidor. Tenía que pedirles su cuenta y conectarme en su casa”. Una burla a la legalidad.

Desde el punto wifi sube nuevo código a su aplicación y actualiza su base de datos. Son dos procesos imprescindibles para que funcione YoTeLlevo, la 'startup' que puso en marcha en 2014 y que se puede describir como un Uber a la cubana. El servicio pone en contacto a conductores con viajeros. Los primeros no necesitan tener internet para captar clientes. Solo el correo electrónico Nauta, el único servicio online en Cuba que se puede usar sin más requerimientos que una conexión móvil y un 'smartphone'. Gracias a él, los chóferes contestan a las demandas de los clientes con relativa celeridad.

Hoy existen más de 300 puntos wifi en Cuba, según datos de la compañía estatal de telecomunicaciones ETECSA. En 2015 se abrieron 65 puntos y el pasado año se instalaron otros 252 espacios de este tipo. “La wifi es el lugar más público y democrático que hay ahora para acceder sin ningún problema a internet”. Martín asegura que la apertura de estos espacios ha sido un impulso para su proyecto. Diariamente trabaja de programador para una compañía estatal, pero hace más de dos años vio la oportunidad de negocio y lanzó YoTeLlevo.

Como Martín hay otros emprendedores que se abren camino a machetazos en el mundo digital cubano. Son un pequeño grupo de guerrilleros que trabajan en unas condiciones que asombrarían al emprendedor más precario de Occidente. Y así crecen los proyectos digitales nacidos en la isla: desde un buscador de empleo online, como Ninjacuba, a una aplicación para encontrar eventos culturales en La Habana, Ke Hay Pa’ Hoy?, pasando por una 'startup' como IslaData, que trabaja un campo tan complejo como la minería de datos, orientada a buscar valor dentro de grandes volúmenes de información.

Una mayor facilidad de acceso a internet les ha allanado el camino. No solo porque pueden trabajar con más comodidad, sino también porque ha crecido el mercado interno. Las conexiones diarias aumentaron desde las 150.000 en 2015 a las 410.000 en 2016las 150.000 , con datos de ETECSA. Las cifras que maneja la Unión Internacional de Telecomunicaciones, el organismo especializado de la ONU, arrojan una penetración de internet del 37,31 % en 2015. Dos años antes era del 25,7 % y solo se había incrementado en una décima respecto al año anterior.

Andar a pasos cortos un camino irreversible

“Solo cinco años atrás no había proyectos de ningún tipo y ahora están surgiendo muchos”, apunta Martín. La mayor penetración de internet viene acompañada de la proliferación de trabajadores independientes orientados al mundo digital. Ya hay casi 1.300 programadores de cómputo –la etiqueta para los desarrolladores de aplicaciones y programas– registrados como cuentapropistas. Este es el nombre que se le da a la figura del autónomo en Cuba, surgida a raíz de las reformas económicas que Raúl Castro ha impulsado en los últimos años.

Los pasos han sido tímidos pero tienen vocación estructural. Desde que en 2011 se aprobaron los llamados Lineamientos, Cuba ha virado hacia un modelo económico donde la planificación central, aunque predominante, ha rebajado su influencia. El Estado anunció un plan para despedir a medio millón de trabajadores, pero aceleró las reformas para promover el empleo no estatal. En 2014 se aprobó una nueva ley de Inversión Extranjera, un estímulo a la llegada de capital procedente del exterior.

Los negocios digitales son de los más recientes, pero no todos cumplen esta condición. El de Hiram Centelles es un caso especial. Vive en España, en Córdoba, desde donde dirige Revolico, un portal de anuncios clasificados que funciona desde 2007. Lo lanzó junto a su socio mientras estudiaba Ingeniería Informática en La Habana. El sitio se hizo popular rápidamente y, cuatro meses después de su lanzamiento, el Gobierno lo prohibió.

“Nunca hemos sabido por qué el Gobierno lo bloqueó, pero básicamente no se podía entrar al sitio desde dentro de Cuba”, indica Hiram. Así estuvo ocho años, en los que la plataforma siguió funcionando. Los cubanos del exterior que podían acceder al portal subían anuncios de conocidos y familiares, haciendo de intermediarios. Y pronto se podría acceder al sitio de forma offline. Esto fue posible gracias a El Paquete.

No se puede entender la realidad digital de Cuba sin El Paquete, un catálogo multimedia que se distribuye cada semana cargado de películas, música, libros, revistas y hasta versiones offline de aplicaciones y páginas web. Llega a la gente a través de discos duros repartidos por vendedores que trabajan por barrios. También incluye una copia de Revolico, para que las personas sin acceso a la Red puedan ver los anuncios del portal.

En junio de 2016, tal y como había bloqueado Revolico, el Gobierno cubano lo desbloqueó: sin explicaciones. Hiram apunta que el tráfico del portal ha crecido un 70 % si se comparan los meses de octubre de 2015 y de 2016. Esto pone de relieve la importancia de los usuarios cubanos. Un incentivo para que los habitantes de la isla pongan en marcha negocios digitales.

“En los últimos dos años esto ha ido 'in crescendo'. Cada vez hay más gente y más empresas que quieren emprender en internet”, comenta Hiram. “Y cada vez la calidad es mejor. También los contactos, la apertura con el exterior y la información han aumentado”.

Momentos de cambio

2016 quedará marcado para siempre en la historia de la isla. Fue el año en que murió Fidel Castro, el líder de la revolución comunista, el padre de la Cuba que hoy conocemos. Pero 2016 también fue el año de la visita de Obama, el primer presidente de Estados Unidos en pisar La Habana desde que se interrumpieran las relaciones diplomáticas. Ambos son gestos simbólicos, pero el segundo tiene más trascendencia.

Las conversaciones con Estados Unidos han permitido el acercamiento de las empresas estadounidenses a Cuba. Entre las primeras medidas para aliviar el embargo económico se incluían facilidades para que las compañías estadounidenses ofrecieran infraestructura informática que mejorara las comunicaciones de red. La compañía de telecomunicaciones IDT y la operadora Sprint firmaron acuerdos con ETECSA para permitir llamadas directas entre los dos países y rebajar costes.

Pero la tecnológica que más destaca entre las que se han acercado es Google. La emrpesa acordó con ETECSA instalar servidores en la isla para mejorar el acceso a sus servicios, como Gmail o YouTube. No era el primer acercamiento del gigante estadounidense a Cuba. Unos meses antes había establecido un centro tecnológico en La Habana, en el recinto donde tiene su estudio el reconocido artista cubano Kcho, amigo personal de Fidel Castro y cercano al pueblo. El recinto se encuentra en El Romerillo, uno de los barrios más humildes de la capital. Fue de los primeros lugares en abrir un punto wifi y allí la conexión se ofrece gratuitamente.

El logo de Google resplandece en una fachada blanca. “Arte y Tecnología”, puede leerse como coletilla explicativa. Y la bandera cubana ondea en lo alto del edificio, uno de los cuatro pabellones principales que componen el recinto, sembrado de proclamas de color revolucionario. “Aquí no se rinde nadie” o “Abajo el bloqueo” son frases que adornan las paredes y conviven en exótico contraste con lemas más pragmáticos, como “Con Internet yo puedo”.

El pabellón de Google da la impresión de ser un santuario pulcro de ordenadores y revolución. La compañía ha llevado allí algunos de sus productos: 'chromebooks', teléfonos Nexus o sus gafas Cardboard. Solo son unas pocas unidades, más un símbolo que otra cosa. Se guardan como objetos de museo más que como herramientas de trabajo accesibles al público. En las paredes hay retratos de José Martí, el héroe de la independencia cubana por antonomasia, y de Fidel Castro. Junto a ellos luce el logo de WhatsApp, el del navegador Safari, de Apple, el de Chrome (de Google), el de Facebook y el de Twitter. Todas empresas estadounidenses, que en cierta manera se mantienen a la expectativa. Uno de los factores de incertidumbre es Donald Trump, quien ha prometido una revisión integral de la política estadounidense hacia la isla.

Al espacio de Google se le ha llamado centro tecnológico, pero nada tiene que ver con la formación digital. De momento este campo lo cubren las universidades. En Cuba hay varias que ofrecen estudios completos en Ciencias de la Computación. Víctor Sigler, un ingeniero de software de 27 años, está orgulloso de la carrera que cursó en la Universidad de La Habana. Ahora trabaja como desarrollador en Estados Unidos y dice no echar nada en falta por su formación. “Lo ideal era haber tenido internet”, reconoce, antes de explicar que estudiaban con materiales descargados.

Antes de emigrar a Estados Unidos, Víctor pasó por la incipiente escena emprendedora de Cuba. Trabajó durante dos años en una 'startup' de La Habana que desarrollaba 'software', incluidas aplicaciones para iPhone. El negocio ni siquiera tenía nombre, tampoco la categoría de empresa, porque no existe en el país. “Lo llaman cooperativas no agropecuarias”, apunta Víctor. Es la misma denominación que reciben cafeterías y restaurantes.

Conseguían sus ingresos vendiendo servicios de 'software' a terceros, pero también desarrollaron sus propios proyectos, una forma de trabajar que se ajusta más a una 'startup'. “Hicimos una aplicación para el Apple Watch. Era básicamente médica. Te ayudaba a hacer un seguimiento de tu ritmo cardíaco”. Se llamaba BeatTune y en su momento obtuvo algunas miles de descargas, pero el proyecto no continuó. Había que atender las peticiones de los clientes.

Esta peculiar empresa se buscaba las vueltas para vender servicios de 'software' y hacer páginas web en un entorno aparentemente sin internet. “El Gobierno te deja rentar pisos en lugares que se llaman inmobiliarias. Y si la inmobiliaria tiene contrato con el proveedor de servicio internet, que es ETECSA, cuando tú rentas un apartamento en esa inmobiliaria puedes contratar internet y pagarlo”, explica Víctor. Antes solo los extranjeros podían alquilar pisos en las inmobiliarias, edificios destinados por lo general a diplomáticos, pero ahora los cubanos también tienen acceso al internet de estos apartamentos y los convierten en oficinas improvisadas.

Víctor cree que la situación está muy parada en la isla, por eso se marchó. “Cuba camina lento, a su paso”. Sin embargo, ETECSA ha anunciado un proyecto piloto para instalar internet en unos 2.000 hogares en el centro de La Habana. Es una primera medida para que el acceso a la Red llegue a las casas, para estudiar y trabajar con más recursos.

Martín es optimista respecto a este plan: “Espero que en un año yo pueda tener internet en mi casa”. Así no se vería obligado a ir al punto wifi para gestionar YoTeLlevo. ¿Y por qué no marcharse a otro país? El joven emprendedor no contempla esta opción. “A mí me parece que todos los que estamos haciendo algo aquí es porque lo queremos hacer aquí”, señala. Todo eso a pesar de los sudores que pasan por la escasez de recursos. “A mí me gusta pelear desde aquí adentro. Estas dificultades son lo que me hacen a mí querer levantarme todos los días”.