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Macron se erige en interlocutor europeo para rebajar la tensión con Putin en plena precampaña francesa

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
4 de febrero de 2022 22:20 h

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Cuando Emmanuel Macron cruce el Kremlin este lunes, no se encontrará con una corte que habla en francés, como fue la nobleza zarista en buena parte de los siglos XVIII y XIX. Cuando el presidente francés entre en Moscú, tampoco se topará con una ciudad abandonada, como la que recibió a Napoleón en 1812, preludio de su gran derrota militar y la pérdida del 80% de su Grand Armée. Y cuando se siente con su homólogo ruso, Vladímir Putin, la conversación tampoco girará alrededor de cómo aislar a Alemania, origen de la alianza ruso-francesa de 1892-1917 por medio de la cual, entre otras cosas, Rusia consiguió financiación para la construcción del mítico transiberiano.

Las relaciones entre Rusia y Francia, países lejanos y por lo tanto con nulos conflictos fronterizos o de vecindad, han sido recurrentes a lo largo de la historia. Pero ahora el enemigo de los dos ya no es Alemania. Y aunque ya tampoco existe un pacto Ribbentrop-Molotov, sí que hay un Nord Stream 2 –en el que está implicado un excanciller del SPD, Gerhard Schröder–, pero, también, un eje francoalemán que ejerce a menudo de locomotora europea; y, además, un grupo llamado cuarteto de Normandía –Rusia, Ucrania, Alemania y Francia– que está discutiendo salidas para la crisis de Rusia y Ucrania en el Donbás.

Macron, quien desde el primer día ha reivindicado la autonomía estratégica europea en materia militar y, vestido de De Gaulle, llegó a diagnosticar la “muerte cerebral” de la OTAN, ejerce de presidente rotatorio del Consejo de la UE sin descanso –este miércoles regaló un discurso a los ministros de Interior de los 27 sobre la necesidad de reformar Schengen– y con la mirada puesta en las elecciones presidenciales (10 y 24 de abril).

El presidente francés, hiperactivo en la esfera internacional, ya ha hablado por teléfono varias veces con Putin y se dispone a viajar esta semana a Moscú y Kiev para entrar en una crisis en la que, hasta la fecha, a la habitación donde se tomaban las decisiones importantes sobre la arquitectura de seguridad europea no entraba la UE; solo entraban rusos y estadounidenses.

Pendientes de las futuras acciones rusas tras el rechazo de EEUU y la OTAN a demandas clave del Kremlin –el fin de la expansión hacia el Este de la OTAN, que no ha parado desde 1997, y la retirada de misiles de los países que antes eran del Pacto de Varsovia–, se suceden los contactos diplomáticos.

Putin ha conversado por teléfono con el primer ministro británico, Boris Johnson, en las últimas horas, y se ha visto también esta semana con Viktor Orbán, su principal aliado dentro de la UE, a los pocos días de que el primer ministro húngaro se reuniera con otros líderes de la extrema derecha europea en una cumbre organizada por Vox en Madrid.

París, Moscú y Berlín

Pero ahora le toca al turno al inquilino del Elíseo, con quien Putin ha hablado este jueves. Macron irá a Moscú el lunes y a Kiev el martes, donde se verá con el presidente, Volodymyr Zelensky, para tratar de iniciar un desescalada entre los dos países. Según publica Le Monde, Macron podría, en el camino de regreso, hacer escala en Berlín para reunirse con el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente polaco, Andrzej Duda.

Este viaje se enmarca, según el Elíseo, en una agenda muy apretada de consultas entre el presidente francés y sus homólogos europeos, a la espera de ver qué sucede con el despliegue militar ruso en la frontera con Ucrania, ante el cual Estados Unidos y Reino Unido esperan un ataque “inminente”, hasta el momento desmentido por el Kremlin.

Putin fue el primer líder internacional a quien recibió Macron tras llegar al Elíseo, en mayo de 2017: el presidente francés siempre se ha mostrado interesado en mantener las vías diplomáticas abiertas con él, incluso en los peores momentos de tensión, como cuando lo recibió en agosto de 2019 para acercar posturas antes del G7.

En su reciente intervención ante el Parlamento Europeo, el presidente francés reclamó “un rearme estratégico de Europa, en particular en el diálogo con Rusia”. “Necesitamos este diálogo”, dijo Macron: “Tenemos que plantear nuestras exigencias, hay que construir un orden europeo basado en principios y reglas, que hemos aceptado y firmado con Rusia hace 30 años, entre las que se incluyen el rechazo al uso de la fuerza y de las esferas de influencia”. Así, el presidente francés afirmó: “Estas últimas semanas deberán llevarnos a una nueva promesa europea, con otra arquitectura de seguridad decidida entre nosotros, los europeos, luego con la OTAN y después proponerla a Rusia. Podemos contar con una brújula estratégica y la independencia tecnológica para la Europa de la defensa para responder a los retos geopolíticos. Una Europa independiente para decidir por sí misma sin depender de otras potencias”.

En todo caso, esta es la primera vez que Macron visitará Ucrania. Durante las llamadas telefónicas con Putin y Zelensky, informa Le Monde, se discutieron dos temas. Por un lado, el todavía embrionario resurgimiento de la mediación franco-alemana en relación con el conflicto del Donbás. Tras una primera reunión en París, la semana pasada, debe producirse una nueva entre los representantes del cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania), el 10 de febrero, en Berlín.

Nada sobre nosotros sin nosotros

Y, por otro lado, el nuevo orden de seguridad europeo, que está siendo debatido entre Estados Unidos y Rusia. “Nothing about us without us”, afirmaba el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, en una conversación con elDiario.es. Es el mantra que el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad repite a su homólogo estadounidense, Antony Blinken: “No puede discutirse nada sobre Europa sin el concurso de la Unión Europea”, insiste: “No puede haber un Yalta 2, si acaso, un Helsinki 2”.

Borrell recurre al momento histórico en el que las grandes potencias se repartieron Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero la Europa de 2022 no es la de 1945. No es un continente arrasado que acaba de derrotar al nazismo y al fascismo con la ayuda de EEUU y la URSS, que construyeron sendas áreas de influencia sobre los escombros de la guerra. La Europa de 2022 aspira a ser un jugador, no un campo de juego, aspira a tener un lugar de pleno derecho entre las potencias geopolíticas –EEUU, Rusia y China–, sin arriesgar el vínculo transatlántico, reforzado con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y, sobre todo, la salida de Donald Trump.

El jefe de la diplomacia europea, en ese “nothing about us without us”, dice: “Si acaso, un Helsinki 2”. E insiste en el “si acaso”. La UE es consciente de que hay que revisar la posición geoestratégica de la UE, y tiene mucho que ver con eso el strategic compass del alto representante que está previsto que aprueben los líderes de la UE en marzo: una brújula estratégica que contará con una fuerza de intervención rápida de 5.000 soldados.

Y esa revisión geoestratégica, según la UE, debería parecerse, “si acaso”, al proceso de Helsinki de 1973-1975, cuando Estados Unidos, Canadá, la Unión Soviética y todos los países europeos (incluyendo a Turquía y excluyendo a Albania y Andorra) redactaron la Declaración de Helsinki, que alumbró la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

La declaración de Helsinki fue un decálogo, no vinculante, que reconocía la soberanía de los Estados; establecía la abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza; reconocía la inviolabilidad de las fronteras y la integridad territorial de los Estados; así como el compromiso de arreglar las controversias por medios pacíficos; la no intervención en los asuntos internos de los Estados; el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales; además del derecho a la autodeterminación de los pueblos; la cooperación entre los Estados; y el cumplimiento de buena fe de las obligaciones del derecho internacional.

¿Hace falta un proceso similar en el siglo XXI? Lo que está claro en Bruselas y en el resto de capitales, incluida la francesa con Macron al frente, es que algo tiene que ocurrir para que la nueva Guerra Fría que se está desatando con Rusia no se convierta en una guerra caliente con Ucrania como campo de batalla.