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Tariq Ali, escritor e historiador: “Occidente se siente culpable porque no protegió a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial”

Tariq Ali, en una foto de archivo.

Aldo Conway

24 de octubre de 2023 22:46 h

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Los pueblos necesitan héroes, y los héroes, un pueblo que los lleve a ese estatus. Churchill, dos veces primer ministro británico, es uno de esos personajes con los que la Historia ha sido piadosa. El escritor, activista e historiador Tariq Ali (Lahore, Pakistán, 1943) ha añadido a la extensísima bibliografía sobre el bulldog británico una contrapartida al clamor occidental por la figura del difunto primer ministro. Winston Churchill, sus tiempos, sus crímenes, editado por Alianza Editorial, es una biografía que no tiene miedo ni pudor en señalar que aquel líder malhumorado de la Segunda Guerra Mundial tenía más luces que sombras.

Quiero aprovechar para preguntarle por la tesitura actual; por Israel y Palestina. Me recuerda en cierto modo al conflicto de India y Pakistán; no son simétricos porque tienen características diferentes, pero sí que me llama la atención esa búsqueda de la legitimidad, sobre todo a la hora de trazar las fronteras y de establecer cuáles son los, digamos, los territorios esenciales de cada uno de los Estados. Las consecuencias de la descolonización británica, en cualquier caso.

Fueron los británicos los que crearon el Estado de Israel. Hubo una declaración clara de crear un Estado judío en Oriente Medio, y los británicos lo hicieron por dos motivos. El primero es que sabían que la descolonización se iba a producir y que tener un Estado sólido en esa región para apoyar a Occidente parecía una buena idea, a pesar de que había una resistencia enorme por parte de los palestinos de que se les quitaran sus tierras. Pero los británicos empujaron y presionaron. Después de la Segunda Guerra Mundial, convencieron a muchos judíos en Europa. Por eso digo que los palestinos son las víctimas indirectas del Holocausto. No fue su culpa. No fue algo hecho por los árabes o los musulmanes. Fue básicamente un fracaso total de la llamada civilización occidental.

Con la creación de Israel, se dividió una parte de un territorio completamente poblado. Y cuando empezó la descolonización en India y África, se creó una nueva forma sui géneris de asentamientos en Oriente Medio. Los líderes sionistas de Israel crearon una situación que vemos hoy mientras estamos hablando tú y yo, pues está bombardeando Gaza cada día. Más de 5.000 personas muertas, más de 15.000 heridas, hospitales afectados cada día. Y Occidente mira, cuando podrían haberlo detenido desde el principio. Así que es una tragedia ingente, inmensa. Y Occidente sin hacer nada, sin permitir la autodeterminación palestina. Es tremendo.

Y el hecho es que hay periodistas que escriben en Haaretz (periódico israelí) y que culpan a los americanos. Dicen: “Sois vosotros los que habéis apoyado y alentado el nacimiento del peor gobierno que hemos tenido en Israel”, un gobierno absolutamente fascista que trata a gente como animales y eso es así. Y los nazis alemanes llamaban a los judíos subhumanos, animales. Y es lo que el gobierno de Israel hace ahora. Y no pasa nada. Ningún problema. Ni para los británicos, ni los americanos. El único gobierno en el que ha habido un ministro criticando a los israelíes y pidiendo que Netanyahu sea arrestado ha sido la ministra de Asuntos Sociales en España, y parece bueno. La reacción en España es muy interesante. He visto que ha habido unas manifestaciones en Barcelona muy potentes y que la ministra ha hablado y nadie la ha castigado, por así decirlo. En la OTAN esto no está pasando. En Alemania han detenido a un muchacho con un cartel que ponía “me opongo al genocidio”.

Churchill estaba absolutamente a favor de los sionistas. Decía que “son buenos judíos”. Decía: “Hay buenos judíos y malos judíos. Los malos son los socialistas, los comunistas, los bolcheviques. Estos son los malos por la identidad política. Y los sionistas son los buenos judíos, porque ellos quieren crear su propio Estado. Y les ayudamos a hacerlo y están a nuestro lado”. Dividir a los judíos por una identidad política igual no debería sorprendernos. Por cierto, Churchill era muy cercano a Mussolini y desempeñó un papel activo para mantener a Franco en el poder. Los americanos no estaban tan a favor.

Se dice que el sionismo es, digamos, el punto y final de la expulsión definitiva de los de los judíos en Europa. Darles un Estado propio y deshacerse de ellos.

Esa era la sensación de muchos no-sionistas, que la creación de Israel por parte del Imperio Británico era parte del proyecto británico y europeo para conseguir que la mayoría de los judíos se fueran de Europa y se fueran al territorio de otra gente. Y lo interesante es que hubo un miembro del gabinete británico, Lord Montesquieu, que votó contra la Declaración de Balfour. Creo que fue el único que votó, que era el único miembro judío del Parlamento. Y en su carta explicaba que le parecía una manera de expulsar a los judíos de Europa. Pero la tragedia para ellos mismos es que los líderes ideólogos del Tercer Reich apoyaron la creación. Estaban a favor de la Declaración de Balfour. Las leyes de Nuremberg dijeron que tenían que tener su propio país. Es decir, fueron los fascistas de Alemania los que apoyaron a los imperialistas, también de Gran Bretaña. En fin, yo creo que la mitología [israelí] no es cierta.

¿Cuál cree que debe ser el papel de Europa en todo esto?

Hay una cosa que es interesante y es que nadie en Gran Bretaña hasta ahora se ha referido a Netanyahu como el Churchill israelí. Se acerca más a Hitler. Su comportamiento es fascista. Churchill era conservador. Así que creo que Occidente se siente culpable porque no protegió a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos querían ir a Gran Bretaña o Estados Unidos, y básicamente fueron frenados. Y curiosamente, muchos intelectuales judíos volaron a Estados Unidos vía España. En Portugal la situación era diferente, no lo hubieran permitido. Pero bueno, sea como fuere. La historia nunca desaparece del todo, se funde con el presente. Europa se siente culpable por la Segunda Guerra Mundial, pero los belgas mataron a 11 millones en el Congo y nadie ha hecho nada al respecto. El Holocausto fue horroroso, pero no sé si hemos aprendido algo al respecto.

Usted dice que la historia de Churchill ha ido convirtiéndose de forma subrepticia en la historia de Gran Bretaña. ¿El mundo occidental necesita una revisión de sus figuras históricas? Poner en la misma balanza sus éxitos y, al mismo tiempo, sus errores. Algo así como una desestalinización de las figuras occidentales, como hubo en su momento en la Unión Soviética.

Efectivamente. Es un fenómeno relativamente nuevo, que empezó durante la Guerra de las Malvinas. [Los británicos] Necesitaban una figura. Lo que se suele denominar como churchillismo empezó ya hace un tiempo. Y, curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial se criticó a Churchill por parte de los conservadores y de los políticos laboristas que creían que la guerra iba por mal camino. En 1942 se planteó la idea incluso de sustituirlo. Después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente a principios de los 60, se comenzó a satirizar su figura. Hasta se hizo una obra de teatro, de Brenton y David Hair. Pero en la guerra de las Malvinas, volvió a rendirse culto a su figura. Aparecían nuevos Hitler que, por supuesto, necesitaban nuevos Churchill. De ahí ese culto a la personalidad. A ningún otro líder se le hace referencia en estos términos. Hay documentales de televisión, hay obras, hay bibliotecas llenas de libros y obras sobre Churchill. Y esto ha llevado a una situación en la que cualquier crítica sobre su figura se observa como algo muy insultante.

Pero, durante la guerra, él accedió al poder en 1940 por la inacción de Chamberlain, que declinó a rearmar el país.

Vale la pena recordar que por la Primera Guerra Mundial y por las muertes y los asesinatos que tuvieron lugar, había un ambiente pacifista en Reino Unido. Chamberlain contaba, en ese sentido, con el apoyo popular; en aquel momento, Churchill tenía razón al decir: “Haya guerra o no, tenemos que rearmarnos”. El problema es que para 1942 ya acumulaban bastantes derrotas y se empezaba a cuestionar la capacidad del ejército británico. Hasta que un miembro del Parlamento dijo que no culpasen al Ejército, sino a algunos oficiales. Se estaban alistando personas que venían de combatir a Franco en España y habían luchado muy bien. Y aunque esto era así, la noción de que los oficiales tenían que estar vinculados con otros territorios había sido atacada y hay muchos ejemplos de esto. A la gente no le gustaban ciertos planteamientos de Churchill, porque yo creo que en ese período ya el país era mucho más maduro.

Mencionaba antes la obra de Brenton y Hair. En ella cita un fragmento en el que un infante de Marina le dice a un soldado que el que ganó la guerra fue el pueblo; que lo único que hizo [Churchill] fue enfadarse con Stalin.

Esto es cierto. Y había una idea de que las movilizaciones populares habían ganado la guerra. Pero la gente también conocía la realidad de que lo que acabó con el Tercer Reich no se consiguió en Oriente Medio o en Gran Bretaña, sino en Rusia. Y fue el triunfo del Ejército Rojo lo que llevó [a los alemanes] a la derrota. Y, evidentemente, Gran Bretaña también desempeñó su papel. Pero yo creo que ningún historiador duda de que si no fuera por Stalin, por el Ejército Rojo y por el Kursk, pues... Fueron las derrotas del Tercer Reich en Rusia lo que básicamente llevó a la victoria de los aliados. Y el papel de los Estados Unidos, evidentemente, a la hora de vender y proporcionar armas a sus aliados, incluyendo Rusia, desempeñó un papel clave. Así que fue una combinación del armamento americano y de la fuerza rusa la que ganó la guerra, y el papel de Gran Bretaña fue relativamente menor. Evidentemente, fue algo. Es decir, no es que no fuera nada, pero las batallas más importantes se ganaron en territorio ruso.

Méritos honestos empañados por un éxito mayor de Stalin. A lo largo de su vida, tiene que vencer muchas resistencias de las clases más altas que lo consideran un arribista y no lo consideran digno de los cargos que estaba consiguiendo. Y eso me lleva a la pregunta de si esa mano dura que tenía Churchill para tratar según qué cuestiones viene dada por su necesidad de imponerse como un líder fuerte y hacerse valer como alguien digno de estar en su cargo, digamos, si le movía más la vanidad que la responsabilidad.

No hay ninguna duda respecto de su vanidad. Y creo que, en cierto modo, también quería actuar respecto a su padre, que nunca lo trató bien. Era una manera de decirle: “Lamento que no estés vivo porque me habrías visto como primer ministro”. Así que su padre desempeñó un papel dominante en el sentido negativo. En su libro My Life recuerda haber tenido dos conversaciones con su padre que habían durado más de diez minutos. Algo así, dice. Aparte de eso, claro. Era un arribista ambicioso.

Estuvo en muchos gobiernos ocupando distintos puestos con los liberales; fue ministro del Interior también en la Primera Guerra Mundial, con el gobierno de coalición y el papel que desempeñó era siempre para promoverse, sobre todo en contra la clase trabajadora, los mineros, las luchas contra los anarquistas... Tres anarquistas, concretamente. Y la policía podía haberlos arrestado. Pero él actuó y al final los tres murieron quemados en un incendio en un edificio. [Por su manera de intentar escalar políticamente] Buena parte de sus amigos se burlaba de él. Sus enemigos más, evidentemente. Cuando por fin llegó a ser un líder, el Partido Conservador lo odiaba porque consideraban que cambiaba de camisa muy fácilmente. Los aplausos básicamente venían de los laboristas, no de los conservadores. Y, de hecho, mucha gente no confió en él hasta finales de la guerra. Entonces se convirtió en un conservador realmente reconocido. Pero había perdido la elección de la Cámara. Era un héroe, pero no popular. Porque si realmente hubiera sido popular, como muchos libros argumentan, entonces, ¿por qué perdió las elecciones en 1945 frente a los laboristas? Ese héroe. En fin, si fuera tan héroe, no hubiera sido aplastado. Él estaba convencido de que habría ganado. Pero, en realidad, los conservadores le odiaban. Por la crisis económica. Por el desempleo creciente. Así que castigaron al Partido Conservador y castigaron a Churchill. Muchos historiadores decían, básicamente, que era un inútil, que estaba borracho la mayor parte del tiempo y que los funcionarios fueron los que sacaron el país adelante.

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