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Burrrunch burrrunch*

No me puedo desentender de las tendencias gastronómicas actuales, por eso hoy toca entradita sobre los famosos brunchs que nos invaden por momentos (tal como lo han hecho las hamburguesas, los cupcakes, las cookies, los restaurantes supuestamente “clandestinos”, los cronuts, el queso de cabra en las ensaladas, los noodles, el panettone y lo que nos queda). La gastronomía, como todo, es víctima de las modas. Y, como consecuencia, nuestra vida actual resulta un sinsentido de voluntades y realidades: ahora todos tenemos que ser foodies y llenamos Instagram de fotos de comida, pero, al mismo tiempo, debemos estar delgadísimos, especialmente las féminas; queremos saberlo todo del mundo de la gastronomía, pero nos pasamos el día trabajando/en el paro (sin dinero para gastar) y en el gimnasio/en el sofá de casa... ¿Cómo se come todo esto?

Sea como sea, no pretendo demonizar estas nuevas tendencias: todas ellas, si están bien realizadas, aportan aspectos innovadores e interesantes a la cultura gastronómica de nuestro país.

Una vez más, nos decantamos por un pack exposición + comiditis. En este caso, disfrutamos de dos floras encantadoras de Arcimboldo y un brunch en el Mür Café, en los límites perimetrales de la zona Conde Duque-Malasaña. Se encuentra en la zona colindante con la calle Princesa, en una plaza muy curiosa donde finaliza la calle Conde Duque.

El Brunch (resultado de la combinación de las palabras breakfast y lunchunch; me quedo con el anglicismo, su posible versión española, “desamida”, suena a fármaco), tiene sus orígenes en la Inglaterra del siglo XIX; supuestamente, nació gracias al despertar tardío de resacosos y juerguistas varios. Se levantaban a una hora que no era ni la de desayunar ni la de comer y ¡tenían mucha hambre! Así que se forraban con todo lo que encontraban, tanto dulce como salado. Posteriormente la costumbre se extendió a EEUU y, en particular, a NYC, de donde, actualmente (bueno, hace ya varios años), lo hemos importado nosotros. En NYC, creo, le añadieron el acompañarlo con un cóctel, concretamente el Bloody Mary, el cual tiene, según dicen, reconocidos efectos antirresaca.

Pues eso, nos fuimos al Mür Café, donde había reservado (es recomendable reservar) solicitando para las 13 horas una mesa para dos con buena luz, visto que tenían dos plantas y la baja me parecía oscura. Cuando llegamos la camarera nos dice que tenemos que quedarnos en una mesa con poca luz en la planta baja, yo le digo que habíamos reservado una mesa bien iluminada, me dice que lo siente, me reitero, me pone cara de asco y dice que no, entonces entra en acción M. y su napolitanismo haciéndole una sutil amenaza (al más puro estilo llamada telefónica de Tony Soprano) y ella, finalmente, cede y nos da una mesa en la primera planta. ¡Qué lucha! Bueeno, pasemos página.

La planta baja del local debía pertenecer a un mesón o similar, por las vigas de madera, la barandilla de la escalera y el suelo y, a pesar de la decoración estilo retro-industrial-nórdica (bobinas de cable a modo de mesas, sillas de hierro, fotos de Nueva York...), seguía teniendo cierto aire mesonil. La primera planta presenta el mismo tipo de decoración (además de sillones Chesterfield y una gran mesa corrida), sin embargo, con el suelo de tarima de un tono claro, las paredes imitando cemento (no muy logrado) y las bombillas colgando tiene una estética más uniforme con lo que se pretende: algo cool, industrial a la par que coqueto. El establecimiento incluye una terracita que puede resultar agradable en épocas cálidas.

Nos sentamos en nuestra mesa para dos con una bonita luz natural mientras escucho de fondo una versión edulcorada (tipo hilo musical) de una de mis canciones favoritas. Observamos que el público es esencialmente femenino, hay alguna pareja hetero pero la mayoría son chicas y muchas estadounidenses. ¡Curioso! ¡El brunch es femenino (y extranjero)! Ésta debe ser la misma regla por la cual la barbacoa y la paella del domingo son masculinas, ¿no? Juis, juis, mejor no sigo por este camino.

El Mür Café, además de vender productos ingleses (véase mermeladas, tés, chocolates...), se propone como coffee shop y cocktail & bar y su carta refleja esta propuesta dividiéndose en 2 secciones principales: para comer y para beber. En la primera sección ofrecen, en plan dulce, diversos tipos de desayunos: americano, español, francés, tradicional, goloso, ligero y urbano, croissants, scones, pan de plátano y varios tipos de tartas. Y en plan salado sopas, ensaladas y bagels. En la segunda sección, para beber, proponen una amplia variedad de cafés y tes, refrescos con gas y sin gas, tónicas, zumos embotellados y zumo de naranja natural. En la sección de bebidas alcohólicas hay un curioso surtido de cervezas artesanales inglesas, de grifo y alguna original española, así como sidras británicas. Igualmente proponen una interesante carta de cócteles. En cuanto al brunch tienen dos versiones reducidas, little brunch salado y little brunch dulce, y el brunch completo (22 €/persona)brunchlittle brunchbrunch. Nosotros, que somos muy grandones, elegimos este último, aunque no estuviéramos de resaca.

En la espera, vemos que hay una mesa con jarras de agua para que cada uno se sirva cuando quiera, un agradable detalle. Observo, igualmente, que hay un tarro de azúcar moreno insertado en medio de la mesa y ¿quiénes están ahí? Los de siempre, los Humberts boys, Humbert I, sonriente, estaba en modo proyectil de catapulta y me soltó una de sus máximas: “no reír no es síntoma de inteligencia sino todo lo contrario”. Yo pensé m'alegro, Humbert II siguió durmiendo y, de repente, desaparecieron ambos por arte de magia. No quise comentar el tema con M., no me apetece que los Humberts se conviertan en parte de nuestras conversaciones, a M. parece que tampoco le importan mucho.

Llegan entonces los zumos de naranja, ricos ricos, recién hechos, con la acidez y el dulzor justos y en copa de cava, comenzamos bien la parte culinaria. Luego, nos traen el desayuno dulce, para el cual hemos elegido chocolate (también había té, café o infusión) y entre los acompañamientos, Nutella casera, dulce de leche, queso fresco en crema o tomate triturado, M. elige dulce de leche y yo la Nutella casera (muy rica, con granillos de avellana, más fluida, diferente de la industrial). El chocolate a la taza, ¡fantástico!, cremoso, con el punto de amargo y de dulce perfecto, francamente delicioso y con el tipo de taza que le corresponde, además venía con un galletita de caramelo de la famosa cadena de chocolaterías francesa Monbana. En la mesa colocan una cestita con pan tostado (uno de cereales y otro blanco, tipo hogaza), ambos correctos, un scone templadito, como debe ser, en su punto de textura, ni duro ni blando, y con un agradable sabor a cereales y ¡ayayayayai, un croissant (en su carta dicen con D.O de BretagnecroissantBretagne) maravilloso! Cuando ponen la cesta en la mesa emana ese aroma a mantequilla propio de un buen croissant francés recién horneado, lo coges entre tus dedos, no pesa, es delicado, es suave... ¡una delicia de cruasán! Fantástico. Además de los acompañamientos señalados a elegir, incluyen una mermelada casera de fresa y una excelente mantequilla (¿montada?), como textura se situaba entre la nata montada y la mantequilla y como sabor era de mantequilla natural, ¡buenísima!

Como intermedio dulce-salado, nos pusieron un yogur natural de leche fresca (sin aditivos, según carta) con fondo de mermelada de albaricoque y granola inglesa de nueces, avena y mielgranola . El yogur suave, delicado, cremoso y la granola le daba un toque crujiente perfecto.

A este punto, ya ahítos, nos traen los platos fuertes... ¡Dios mío, ¿qué va a ser de nosotros?!

Se podía elegir entre huevos benedictine benedictiney full English breakfast full English breakfast(este también en versión vegetariana con verduras, habitas y patatas dauphinoise, una especie de patatas al gratín con nata, mantequilla y ajo), elegimos los dos platos, no la versión verde, y los compartimos. Yo no había probado nunca los huevos benedictine, aunque sí había oído hablar de ellos de pequeña, es decir, hace unos treinta y tantos años, cuando estuvieron de moda entre la gente pija, aquí en España... todo vuelve. Su origen es incierto, se cree que viene de unos señores apellidados Benedict los cuales solicitaron que les pusieran un huevo escalfado sobre un muffin inglés con una loncha crujiente de bacon y salsa holandesa por encima en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, otros dicen que fue una idea del famoso restaurante Delmonico's de la misma ciudad. Sea como sea, los que nos pusieron estaban, para mi gusto, muy logrados, con una textura muy agradable y resultaba bien su combinación con el bagel de la base, la salsa holandesa y el bacon crujiente. Para acompañar, una ensalada de brotes verdes con tomatitos cherry y reducción de vinagre de Módena, fresca después de tanto “comer y de comer”, y unas patatas con hierbas aromáticas que no aportaban nada al plato.

Por su parte, el full English breakfast estaba mejor que muchos que he probado en Inglaterra e incluía: baked beans (habitas suaves y con su salsita dulce propia), un filete de lomo de cerdo, morcilla negra (black pudding, similar a la morcilla tradicional española pero con algún granito de arroz y algo menos especiada), morcilla blanca (white pudding, aromática), salchicha blanca (breakfast sausage), tomate asado (poco asado, pero bien), 2 huevos fritos (en su punto) y una rebanada de pan de centeno.

 

Estamos exhaustos, pero contentos... yo, por probar, había pedido un cóctel (5 € si se añade al brunch) para finalizar: un mojito de violetas. Después del salado no ha sido una gran idea porque es muy dulce y resulta algo empalagoso, pero para tomarlo solo lo recomendaría totalmente. Es fresco, sabe a violeta increíblemente, se deja beber y la presentación en tarrito y con hielos pequeños resulta encantadora. Aconsejaría, para finalizar el brunch, un cóctel más cítrico o seco, tipo cosmopolitan o una margarita.

 

Este sitio destaca especialmente por la calidad de las materias primas y las elaboraciones que proponen, además de por ser un lugar de moda para disfrutar de un excelente brunch o de un cóctel después del trabajo. Si eliges el brunch te advierto que el “completo” es para chicarrones del Norte (como M. a pesar de su origen sureño, y yo, a pesar de ser una mujercita, juis, juis).brunch

*Parafraseando la escenita de P. Tinto, burrum burrum... 

P.S. Me encantaría saber qué quiere decir Mür y si tiene algo que ver con la oca que parece ser el símbolo del establecimiento.

P.S.I Lo siento por tanto extranjerismo, pero en verdad era justo y necesario.

  • Mür Café, Plaza Cristino Martos 2, Tel. 911 399 809. Horario: de lunes a jueves, de 09.00 a 22.00, viernes de 09.00 a 02.00, sábados de 10.00 a 02.00 y domingos de 11.00 a 22.00. Web: http://murcafe.es/