La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Entrevista

Okuda, el artista urbano que colorea el capitalismo: “Transformar la ciudad es lo que más me pone”

La calle de Carmen Bruguera, en pleno distrito de Usera (Madrid), está repleta de talleres de reparaciones. Al atravesarla llega el olor a pintura o a goma quemada, también el ruido de taladros o alguna radial. Pero en uno de sus márgenes se encuentra un taller con un enfoque muy diferente, en el que no se trabajan carrocerías ni motores, sino murales y esculturas. Factory of Dreams es el estudio del artista urbano Okuda San Miguel (Santander, 1980), que en 2022 convirtió este espacio al sur de la ciudad en uno de sus principales centros de operaciones.

Recibe a Somos Madrid como pez por su casa. Nunca mejor dicho, ya que en las paredes se agolpan varias láminas en las que se aprecian las formas de animales marinos. Forman parte de su (pen)última creación: una intervención urbana gratuita y abierta al público en la estación de Príncipe Pío con motivo del Día de los Océanos, que se celebra este sábado 8 de junio (aunque podrá visitarse también este viernes 7). Marine Stewardship Council (MSC), una organización internacional sin ánimo de lucro que anualmente celebra su Semana Mares Para Siempre y en esta ocasión lo hace con el lema La pesca sostenible significa más…, impulsa la instalación.

En ella, Okuda despliega un cubo de intensos colores que se entrelazan y reflejan “los esfuerzos individuales en una tela colectiva de conservación y regeneración ambiental”, explican desde MSC. Se trata de una red multicolor de peces que “representa la supervivencia de los ecosistemas marinos y nos invita a ser conscientes de nuestra responsabilidad hacia los océanos y hacia las generaciones futuras, pero también a reconocer nuestra interdependencia con la naturaleza”, añaden.

Okuda remarca que el mar estuvo “siempre” en su vida, hasta que con 19 años se trasladó a Madrid para estudiar Bellas Artes. En los últimos años, ha vuelto a tomar protagonismo: “Yo vivía en Santander a cuatro o cinco kilómetros del mar, pero ahora mi familia se ha mudado cerca de una playa maravillosa, así que cada vez que voy por allí me siento de maravilla. Es un sitio idílico, casi no hay turismo. Además por mi trabajo siempre vuelvo al mar, vivo en un verano continuo porque las intervenciones en el espacio público obviamente no voy a hacerlas a menos diez grados, sino que busco fechas propicias. En mis proyectos intento guardarme unos días para visitar playas o ciudades que me interesan. He estado hace poco en Tahití y he flipado con la diversidad marina, con lo que ves debajo del mar a nivel de especies y también respecto al tema cromático”.

La luz y las paredes de Madrid

Sobre el cambio de esa vida costera por la capital, Okuda asegura que “todo el mundo que tiene inquietudes creativas debe venir a Madrid” porque da pie a “una retroalimentación cultural constante con amigos actores, DJs...”. En su opinión, “estar conectado a esa rueda hace que te autodisciplines y te motives”. Considera que “la escena cultural pospandemia en Madrid es de las más interesantes de Europa, sin duda”.

Claro que en sus comienzos vivía la capital desde una posición más alejada de esa escena efervescente. “En mis inicios, como estaba estudiando y el poco dinero que tenía lo gastaba en pintar en sitios abandonados, todo fue un proceso de aprendizaje y estudio en una ciudad que me ofrecía muchas más cosas que Santander, una ciudad que te enamora y donde te quedas para siempre. Yo podría vivir en cualquier sitio del mundo, pero lo hago aquí porque la luz de Madrid, su gente o el hecho de estar todo el día en la calle son elementos muy importantes para mí. Vivo en un ático en Embajadores y los atardeceres que se ven son una pasada”.

“Yo vengo del graffiti. De pintar ilegal”, revela al volver a esos primeros pasos en el mundillo. “Mi interés por las formas geométricas viene de que empecé a transformar las letras que componen la palabra Okuda en círculos, rombos, cuadrados y triángulos. Soy el nexo perfecto entre el graffiti y el arte callejero o el muralismo”. Explica que ha vivido “un viaje” en este sentido hasta encontrar su propio sello visual y temático, ya que su meta era “crear una identidad única”. “Ahora no pertenezco específicamente a la esfera del graffiti ni a la del muralismo, no pertenezco a nada y a la vez pertenezco a todo”, apostilla.

Está convencido de que “el graffiti no se va a acabar nunca porque siempre va a haber gente que quiera dejar su impronta”. “Nos bombardean con marcas publicitarias, pero como pagan sí se puede. Sin embargo, el nombre de una persona que con un estilo y creatividad propias quiere dejar su huella no puede estar porque no pagan”, critica. En este sentido, apunta que con sus murales persigue que “la gente en la calle tenga más cultura y menos bombardeo publicitario”. Aboga por “democratizar el arte para que llegue a más gente, y no necesariamente dentro de un museo”.

En cuanto a la persecución de determinadas administraciones como el Ayuntamiento de Madrid contra estos graffitis, reconoce que es una manifestación artística “no apta para todos los públicos, por mucho que a mí me encante”. Al mismo tiempo, cree que “lo guay es justamente el punto de espontaneidad y activismo”.

Wynwood en Usera

Otra de las razones por las que se ha asentado en la capital es porque le resulta “más o menos accesible” adquirir un espacio como este estudio de Usera, en el que ha asentado su particular factoría de los sueños: “Me planteé vivir en Nueva York o en Hong Kong, amo esas ciudades, pero con ir dos o tres veces al año soy feliz. Madrid como campamento base está guay”.

Entre tantas aspiraciones y reconocimientos internacionales, presume de que en 2022 recibió uno muy cercano: “Estoy muy contento de que el mismo año que llegué a Usera ya di el pregón de las Fiestas”. En él, habló de un distrito convertido en “el corazón” de su obra: “El lugar donde sueño, creo y traslado al mundo el resultado de mis ilusiones y creaciones”. Se muestra “agradecido” de pertenecer a un barrio en el que ya existían distintos estudios artísticos antes de su llegada, pero donde este tipo de espacios “han ido aumentando, así como las galerías, hasta el punto de ser la zona de Madrid más o menos cerca del centro en la que más hay”.

Afirma que Usera “va a ser una especie de Wynwood [barrio de Moda en Miami conocido por sus coloridos murales]” y dice estar a la espera de una posible participación en el proyecto de Chinatown para el distrito. Una situación que califica de “interesante para el barrio”, aunque no esté exenta de problemas. De los 21 distritos de Madrid, Usera es en el que más aumentaron los precios de los alquileres entre el verano de 2022 y el de 2023, según un estudio de Fotocasa recogido por La Razón: hasta un 20,2%. Asimismo, es el tercero en el que más porcentaje de ingresos familiares deben dedicar sus habitantes para costear las mensualidades (un 45,5%, solo por detrás de Centro y Puente de Vallecas).

Trato la historia de los lugares con mucho respeto, que para eso soy artista

En cuanto a su intervención en el espacio público, se muestra entusiasta: “Transformar la ciudad es lo que más me pone. Me encanta hacer obras para una expo, inmersivas o que la gente puede adquirir, pero el hecho de moldear la ciudad es una pasada. Al final cambias el skyline, perteneces a su historia y la modificas”. Saca a colación una de sus intervenciones más controvertidas, la del Faro de Ajo, en el municipio cántabro de Bareyo. En ella pintó con más de 72 colores el faro y los dos edificios anexos, pese a la oposición de varios partidos políticos y de asociaciones por la conservación del patrimonio. Miguel Ángel Revilla, por entonces presidente de Cantabria, indicó que el objetivo era “sacarle rendimiento” al enclave, construido en 1930 y que supone el punto situado más al norte de la costa de Cantabria.

“Al año siguiente, en Fitur, el Faro de Ajo aparecía ya como el segundo monumento más visitado de Cantabria después de las cuevas de Altamira”, destaca Okuda. “Trato la historia de los lugares con mucho respeto, que para eso soy artista. En todos los espacios que transformo me informo hasta el infinito y más allá de para qué se ha hecho, quién lo ha hecho... La repercusión del caso de Ajo fue fruto de la mala información y de que en redes la gente habla de más. El patrimonio protegido era de otra cosa que había al lado, el propio faro era un edificio industrial con su valor, pero que se podía pintar”, sostiene.

“En Madrid no hay tantas obras mías en realidad”, contesta al ser preguntado por aquella con la que se queda de entre las que pueden encontrarse en la capital. “Tengo la de la estación de Metro de Paco de Lucía [Entre dos universos, un guiño a la legendaria rumba instrumental del guitarrista algecireño]; la de los bigotes de Chaplin, Gandhi y Dalí en la fachada de Palibex en Villaverde que hice para Movember [iniciativa de concienciación de las enfermedades masculinas] y el mural de Embajadores, aunque ese lo tachan todo el rato. Por eso me gusta pintar edificios gigantes en los que las pinturas permanezcan”. Otras creaciones han tomado la ciudad de forma pasajera, como sus murales para el edificio de Tabacalera en Lavapiés.

Finalmente, y aunque anticipa que sus mejores obras en la capital “están por llegar”, acaba decantándose por su mural en Madrid Río. Ubicado detrás de la calle Antonio López, puede contemplarse desde la zona del Centro Comercial Madrid Río 2 y desde Matadero. Creado para una campaña centrada en la diversidad de la tienda online Zalando, muestra el beso de dos mujeres acompañadas de una presencia gatuna, un río con los colores del arcoiris y el hashtag #ActivistsofOptimism (activistas del optimismo).

Ronald McDonald y la muerte del capitalismo

La implicación de Okuda en la obra que tomará parte de la estación de Príncipe Pío este viernes y sábado surge de Coloring the World, la fundación a través de la que desarrolla los proyectos artísticos más sociales en los que participa. “En un principio se trataba de colorear el mundo, el cemento gris y el capitalismo para inspirar a la gente que vivimos. También yendo a países como India, Mozambique o Mali en los que hay situaciones muy jodidas”, cuenta el pintor y diseñador.

No necesita más preguntas para lanzarse a desgranar con orgullo la labor que desempeñan en esta faceta: “Estamos muy enfocados a la educación, los niños conectan mucho con lo que hago. Trabajo con triángulos, una forma muy sencilla que entienden perfectamente, pero a partir de la cual pueden crearse cosas tan complejas como mi universo. Luego los colores son básicos, pero está todo el círculo cromático, así que facilita entender la matemática del color. Todo esto se une con la diversidad, porque al final ese círculo cromático habla de ella por sí solo: las banderas del mundo, pero también una diversidad de género, cultural y de todo. La sostenibilidad también nos interesa y esta ha sido la primera vez que hacemos algo de eso con la fundación. Al final estamos hablando de otra forma de diversidad, la marina, un mar que yo siempre he visto multicolor”.

Este cubículo supone una nueva incursión en su reciente interés por obras de carácter inmersivo: “Hasta hace unos dos años me centraba en la pintura y la escultura. Ahora me interesa ir un paso más allá. Estamos viendo un cambio del mundo físico al virtual en la manera de comunicarse y yo también quiero que esas nuevas formas de comunicación se reflejen en mi obra. De hecho estamos trabajando en la creación de un vídeojuego”.

Otras de las señas de identidad de nuestro tiempo, lo autorreferencial y los guiños a la cultura pop, juegan un gran papel en las piezas de Okuda: “En mis obras, normalmente las marcas están porque representan el capitalismo. ”Tengo dos obras que se llaman Muerte al capitalismo, en las cuales aparece Ronald McDonald en un ataúd. Es una forma metafórica y divertida de hablar de que todo lo que hemos generado los seres humanos, la modernidad y tal, sin querer se está volviendo contra nosotros y está destruyendo el planeta“.

“Me gusta jugar en algunos de mis cuadros con la idea de que todo parezca feliz por ser colorido, por un lenguaje cálido y agradable, pero que en realidad haya muchos apuntes críticos o irónicos”. Para poner un ejemplo solo tiene que señalar la pieza situada tras la cristalera que separa la habitación donde tiene lugar la entrevista del resto de la galería: “Si te fijas hay detalles sacados de El jardín de las delicias y luego al fondo, en unas pateras, van Trump y Kim Jong-un. Y bueno también está Ronald McDonald crucificado”.