Después de 5 años siendo un laboratorio de participación ciudadana, de experimentación huertana y de acción cultural autogestionada, el Huertolab Santa Eulalia está previsto que sea desalojado este lunes. La amenaza de desalojo lleva un par de años formando parte de la consciencia (con sus miedos y sus esperanzas) del grupo de vecinos que lo cuidan, así como de los usuarios más cercanos del huerto. Tras muchas reuniones de negociación con el Ayuntamiento, algunas de ellas muy esperanzadoras y otras menos, el pasado miércoles 2 de noviembre una nota de prensa informaba a los vecinos, junto al resto de la ciudadanía, que el huerto se devolvía a su propietaria. Un acto que es justo con ella pero representativo del despiadado modelo neoliberal que se sustenta en el crecimiento del capital sin que las administraciones puedan, aparentemente, intervenir para garantizar los más básicos derechos de la ciudadanía y dar prioridad a unos derechos sobre otros.
Hace meses que los vecinos habíamos aceptado la realidad de que el huerto vivía en suelo prestado y que el préstamo tenía una fecha de caducidad inminente. No obstante, de utopías vive la humanidad, y por esa razón, los vecinos hemos estado haciendo todo lo posible para cambiar esa realidad. En este caso cambiar la realidad significa llevar a cabo una recalificación del suelo para declararlo zona verde. Hace un año los vecinos hicimos un estudio de las zonas verdes del barrio que demostraba, de nuevo, una realidad más dura: de las once zonas consideradas verdes por el Ayuntamiento, solamente una cumplía con la normativa legal que permite considerarlas como tal (tipo de espacio, vegetación, mobiliario, actividad, etc.). El resto (como se ve en los vídeos de la acción TRANSPLANTA HUERTOLAB que desde este sábado circulan por las redes sociales) son plazas pavimentadas de cemento y losa, sin pradera ni arbustos, en las que unos pocos arboles raquíticos (las que los tienen) se estiran para vez la luz entre los edificios. De nuevo, en un intento de cambiar la realidad del barrio, no solo la de Huertolab, se interpeló al Ayuntamiento para que ese estudio justificara un traslado a otra zona 'verde' y así dar continuidad al proyecto. Y quién sabe, si por casualidad, el modelo Huertolab sirviera como nuevo modelo de gestión de las falsas zonas verdes. Nuestra esperanza, sin embargo, siempre ha sido conseguir la permuta o expropiación del suelo para que Huertolab se mantenga en su ubicación actual.
La importancia de mantener Huertolab donde se sitúa ahora está en la verdadera red ecosocial que ha creado, es decir, en las relaciones de las personas con su entorno -natural y afectivo- que han surgido por el lugar en el que está. La vecina Antonia, una señora de 80 años que vive en un apartamento en el castillejo puede ir andando a Huertolab a regar su mandarino o a tomarse el aperitivo los domingos de asamblea. Igual le ocurre a Dalí, un pintor jubilado, que se encarga de abrir, mantener custodiado echándole un ojo cada poco entre sus paseos por el barrio y cerrar el huerto todos los días. “Se llevan un trocico mío” decía Antonia al reportero de la televisión murciana el pasado jueves. Estos comentarios no solo despiertan nuestra empatía, que se agita por la responsabilidad de respetar y cuidar a los demás, sino que son tremendamente relevantes para entender que el ser humano, como señala Yayo Herrero, es un ser interdependiente y ecodependiente que necesita a la comunidad y la naturaleza para sobrevivir física y emocionalmente, por lo que es imprescindible y urgente, en palabras de esta pensadora ,“acabar con la fantasía de la individualidad”.
Más allá del dolor que causan las despedidas, lo verdaderamente terrorífico al respecto del cierre del Huertolab son otros comentarios aparentemente insignificantes, que al margen del ideario político, son sintomáticos de una forma de pensar derrotista. Me refiero a aquellos que opinan que “esto iba a pasar”, que “demasiado tiempo ha durado”, “si es que esto es Murcia”. Pues señores, basta ya de seguir repitiendo las mismas fórmulas que consienten que haya una desvinculación entre la gente y la administración y entre la gente dentro de la propia administración que cree en proyectos como Huertolab pero se esconde en esa rancia ideología tradicionalista y cobarde de que es muy difícil cambiar las cosas. Y si desde la administración no lo hacen, hay que hacerlo desde fuera. Si a mediados del siglo XX Lefebvre animaba a los obreros a ejercer su Derecho a la ciudad y a crearla conforme a sus deseos, en el siglo XXI, somos todos los ciudadanos los que debemos ejercer ese derecho a transformar nuestras ciudades, empezando por nuestros barrios. Si una cosa ha demostrado Huertolab es el potencial ciudadano para llevar a cabo una transformación ecosocial basada en crear comunidad, en ser pueblo en la ciudad y en disfrutar haciendo cosas juntos. Lo único que hace falta es un trozo de tierra propio y compartido para que sigan creciendo las plantas del HuertoLab.
Después de 5 años siendo un laboratorio de participación ciudadana, de experimentación huertana y de acción cultural autogestionada, el Huertolab Santa Eulalia está previsto que sea desalojado este lunes. La amenaza de desalojo lleva un par de años formando parte de la consciencia (con sus miedos y sus esperanzas) del grupo de vecinos que lo cuidan, así como de los usuarios más cercanos del huerto. Tras muchas reuniones de negociación con el Ayuntamiento, algunas de ellas muy esperanzadoras y otras menos, el pasado miércoles 2 de noviembre una nota de prensa informaba a los vecinos, junto al resto de la ciudadanía, que el huerto se devolvía a su propietaria. Un acto que es justo con ella pero representativo del despiadado modelo neoliberal que se sustenta en el crecimiento del capital sin que las administraciones puedan, aparentemente, intervenir para garantizar los más básicos derechos de la ciudadanía y dar prioridad a unos derechos sobre otros.
Hace meses que los vecinos habíamos aceptado la realidad de que el huerto vivía en suelo prestado y que el préstamo tenía una fecha de caducidad inminente. No obstante, de utopías vive la humanidad, y por esa razón, los vecinos hemos estado haciendo todo lo posible para cambiar esa realidad. En este caso cambiar la realidad significa llevar a cabo una recalificación del suelo para declararlo zona verde. Hace un año los vecinos hicimos un estudio de las zonas verdes del barrio que demostraba, de nuevo, una realidad más dura: de las once zonas consideradas verdes por el Ayuntamiento, solamente una cumplía con la normativa legal que permite considerarlas como tal (tipo de espacio, vegetación, mobiliario, actividad, etc.). El resto (como se ve en los vídeos de la acción TRANSPLANTA HUERTOLAB que desde este sábado circulan por las redes sociales) son plazas pavimentadas de cemento y losa, sin pradera ni arbustos, en las que unos pocos arboles raquíticos (las que los tienen) se estiran para vez la luz entre los edificios. De nuevo, en un intento de cambiar la realidad del barrio, no solo la de Huertolab, se interpeló al Ayuntamiento para que ese estudio justificara un traslado a otra zona 'verde' y así dar continuidad al proyecto. Y quién sabe, si por casualidad, el modelo Huertolab sirviera como nuevo modelo de gestión de las falsas zonas verdes. Nuestra esperanza, sin embargo, siempre ha sido conseguir la permuta o expropiación del suelo para que Huertolab se mantenga en su ubicación actual.