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Mujeres gobernantes, clases sociales y el primer parlamento europeo: así fue la misteriosa civilización argárica del sudeste español

Vista aérea del yacimiento de La Almoloya (Pliego, Murcia) | | ASOME- UAB

Erena Calvo / Elisa Reche

28 de agosto de 2022 21:39 h

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En el noroeste de la Región de Murcia, a los pies de Sierra Espuña, se erige a unos 500 metros de altitud uno de los yacimientos que jugaron un papel privilegiado en el origen de la enigmática sociedad argárica en la Península durante la Edad de Bronce y que escogió como uno de sus centros neurálgicos de la vida política el pequeño municipio de Pliego -de menos de 5.000 habitantes en la actualidad y tan solo 29 kilómetros cuadrados-. En el centro de una meseta de 3.000 metros cuadrados -rodeada de barrancos- se encuentra una gran edificación de difícil acceso que se intuye como la primera asamblea de Europa donde se debatieron asuntos de la vida política, económica y social. La Almoloya se esconde en un paraje de una espectacular naturaleza, entre vías pecuarias donde pastorea todavía el ganado de los alrededores y pasean con frecuencia montañeros y excursionistas. “Y donde sobre todo en los años 80 hubo un gran expolio de piezas y restos”, se lamenta Rafael Micó, catedrático de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), para quien es esencial trabajar en el mantenimiento y conservación del yacimiento.

Junto a Vicente Lull, Eva Celdrán, Miguel Valerio, Cristina Rihuete y Camila Oliart conforma el equipo de arqueólogos que ha capitaneado las investigaciones en La Bastida (Totana), La Almoloya y otros yacimientos en Almería y Murcia en los últimos años, estudiando las sociedades que poblaron la cuenca occidental del Mediterráneo entre el III y I milenio a.C. “Hay momentos históricos que nunca caducan por su interés, como el origen de la humanidad, la adopción de la agricultura y la ganadería o el germen de las ciudades, las civilizaciones y los estados”, señala Rafael Micó. “Es en ese último punto donde el Argar tiene un especial interés en el sureste de la Península Ibérica; es un tema apasionante, preguntarse por qué hay ricos y pobres, por qué vivimos en ciudades, por qué hay violencia institucionalizada, relaciones patriarcales...”. “Lo que es la civilización de hoy en día; no hemos inventado nada”, apunta con ironía Celdrán.

Hace cuatro milenios y a lo largo de 650 años en el sudeste de la Península Ibérica se desarrolló la sociedad de El Argar. Los primeros asentamientos se fundaron sobre cerros escarpados, en lugares estratégicos donde levantaron muros y fortificaciones, obras de ingeniería militar únicas hasta ese momento en Europa occidental. Con complejos totalmente urbanizados, acogieron almacenes de grano, producían harinas, tenían talleres textiles, de metalurgia y uno de los primeros parlamentos de la Europa continental, dentro de una estructura de unos 250 metros cuadrados que era una especie de palacio. Las decisiones que tomaban en esa sala unos pocos, alumbrados por la luz del fuego, afectaban a miles de personas.

La importancia de la sociedad argárica reside en que en Europa siempre se había pensado que las civilizaciones y los estados europeos se habían creado por influencia de estados previos y en épocas recientes. En la Europa Occidental, con Roma, y antes Grecia o Mesopotamia, pero El Argar “puede plantear un caso inédito, muy singular, de formación de una sociedad muy compleja en un momento muy anterior al que se pensaba hasta ahora”, plantea Rafael Micó. Cartago, Grecia y Roma “llegaron más de mil años después de que El Argar desapareciese, una sociedad que se formó hace 4.200 años”.

Gracias a los hallazgos de El Argar “podemos estudiar en los confines de Occidente la formación de los estados en condiciones de autoctonismo, aunque estamos investigando posibles contactos con Oriente insospechados hasta ahora”, adelanta el catedrático de la UAB.

“Los grandes logros patrimoniales”, en la Región de Murcia

Las excavaciones en La Almoloya arrancaron en 2013. Y de las investigaciones posteriores se ha determinado que fue “cabeza de puente y centro de control militar en la época de la expansión”. Una vez el territorio se estabilizó y se establecieron fronteras, se creó un pequeño estado, con unidad política y que tenía el control sobre miles de personas de la zona de Sierra Espuña y Vera, en Almería. En su periodo de apogeo, la sociedad de El Argar en su conjunto se extendió 35.000 kilómetros cuadrados en el cuadrante suroriental de la península. “En términos científicos el núcleo se encuentra en la depresión prelitoral murciano-almeriense, no es la costa, pero tampoco es el interior, sino lo que se encuentra en medio de los ríos Segura, Guadalentín y Antas”, especifica Lull.

“Hay que decir de una manera bastante rotunda que si la gente quiere ver los grandes logros patrimoniales de lo argárico tiene que ir a la Región de Murcia porque allí están La Bastida y La Almoloya”, los dos yacimientos más imponentes y mejor conservados de esta sociedad que, además, cuentan con visitas guiadas. El nombre de la civilización se debe, en cambio, al yacimiento de El Argar en Antas, Almería, descubierto por los hermanos Siret, ingenieros belgas, a finales del siglo XIX y que dejaron completamente arrasado.

Lull planteó por primera vez en 1984 que El Argar “era un Estado clasificado y explotador de la mayoría de la población. Mucha gente pensó que era una estructura de tipo estatal y otros no lo aceptaron porque no tenían escritura”, como fue el caso de los historiadores orientalistas. Pero el catedrático de la UAB entendió que “si la vida y la muerte estaban juntas se podría saber muy bien cuál era la relación familiar que tenían las personas y eso nos llevaría a la estructura social”. “La economía, la sociedad y la ideología van juntas por la casualidad de encontrar muertos al lado o debajo de las casas de los vivos”, añade. A través de los ajuares descubiertos en los enterramientos se pudo diferenciar tres clases sociales: la élite, que suponía un 10% de la población y en cuyas tumbas se encontraba oro, plata, armas y “patas de grandes animales como los bóvidos”; otro 40% de “ciudadanos de pleno derecho con ajuares modestos” y, en último lugar, un 50% de personas pobres, “la servidumbre que, en algunos casos estaban en régimen de esclavitud”, y en cuyos enterramientos o bien no había nada o, en todo caso, yacía “una pequeña vasija o un pequeño collar”, explica Celdrán.

El hecho de excavar la asamblea de La Almoloya, “un lugar de centralización política e ideológica como es una sala de reuniones donde existe una clara jerarquía espacial o también el trabajo colectivo para construir unas murallas impenetrables en La Bastida” terminó de convencer a los historiadores de países “como Israel o Grecia” de que se trataba del primer estado de la Europa continental, coetáneo de la civilización minoica en la isla de Creta.

“Tenemos un potencial muy importante de civilización argárica en la Región de Murcia que se conoce en medio mundo. Ahora falta que los murcianos se lo crean”, explica Celdrán, coordinadora del laboratorio de La Bastida, y que reclama al Gobierno regional que apoye los trabajos de excavación, investigación y, sobre todo, “mantenimiento” de ambos yacimientos ya que la Universidad Autónoma de Barcelona “no puede seguir trabajando si las instituciones locales o autonómicas no ponen en valor su propio patrimonio”.

Una diadema, emblema de poder femenino, en la tumba 38

En el subsuelo de la sala de deliberaciones “hemos descubierto la tumba principesca, la número 38, en la que yacían un hombre y una mujer, datada de la fase de apogeo del Argar entre 1750 y 1550 a.C., y que es una de las más ricas encontradas hasta ahora del Bronce antiguo”, cuenta Rafael Micó, que no puede evitar contagiar la pasión que siente por el hallazgo. En el ajuar destaca la diadema que portaba la mujer, la princesa, y “que es una especie de corona de la realeza, de plata, idéntica a otras cuatro que se han encontrado desde finales del siglo XIX; una está en Londres, otra en Oxford, otra en Bruselas, otra se ha perdido y esta que se encuentra en Mula”. Todas ellas “parecen salidas del mismo taller y determinamos que al ser tan parecidas, debe haber una relación política con El Argar, que es donde se encontraron las otras cuatro”.

El hombre también tenía un símbolo de poder, la presencia de dos dilatadores de oreja fabricados en oro, “un material que ya era muy valorado en esa sociedad y que ostentaban las personas más ricas”. Del hombre se sabe que tenía en la cabeza un traumatismo curado y que seguramente era un jinete.

Los investigadores de la UAB se preguntan qué papel jugaba la mujer en la civilización argárica, y en concreto las de la clase dirigente como la princesa hallada con la corona. “Hay un sesgo androcéntrico en cómo interpretamos lo que encontramos y que viene del presente hacia el pasado”, dice Rafael Micó quien se pregunta “¿por qué no llamarle reina a esa mujer que tiene este símbolo?”, en referencia a la corona. “Nuestra interpretación sobre el papel de las mujeres tiene matices, no se puede hablar de una única mujer porque es una sociedad de clases, no es lo mismo una mujer de clase baja que de clase alta; pero lo que nos plantea la tumba es que algunas mujeres, las de la clase más elevada, pudieron tener labores de gobierno, incluso por encima de los hombres”.

Más de 225.000 personas vieron el reportaje 'Did women rule during the Bronze Age? The treasure that could rewrite history' ['¿Gobernaron las mujeres durante la Edad del Bronce? El tesoro que podría reescribir la Historia'] que la BBC publicó el pasado mes de abril en el que se planteaba el rol de la mujer en esta civilización.

“Sabemos que solo algunos hombres ostentan el monopolio de la violencia y tienen armas; pero el poder de decisión, deliberación, las cuestiones judiciales o la interpretación de la ley pudieron estar en manos de mujeres”.

Para Lull la argárica era una sociedad con estructura patriarcal porque los hombres adultos enterrados tienen una relación genética entre ellos, mientras que las mujeres no. “Eso quiere decir que las niñas, cuando tienen 7 ú 8 o 10 años, se van del poblado porque son entregadas o acogidas por otras entidades”, apunta. “Pero una cosa es que la estructura sea patriarcal y otra que el dominio político o la autoridad política sea solo del hombre. Curiosamente, las tumbas más ricas, tanto en nuestro poblado como en cualquier otro, son las de las mujeres”.

“La tumba principesca ha causado un verdadero revuelo en todo el mundo porque es una tumba doble con un hombre y una mujer, en la que ella tiene casi un cuarto de kilo de plata y él tiene solo dos arandelas de oro”, apunta el catedrático de la UAB. “El chiste es que si te encuentras a un hombre lleno de riquezas y a una mujer con dos pendientes de oro el rey es el hombre y la mujer es una concubina, mientras que si te encuentras una mujer riquísima y un hombre con dos pendientes de oro lo que dices es que la mujer es un florero”, plantea el codirector de la investigación en alusión al “machismo” con el que se siguen interpretando en muchas ocasiones los restos arqueológicos.

Para la arqueóloga Eva Celdrán, inmersa en esta investigación desde el comienzo en 2008, “lo más emocionante” que ha vivido hasta el momento ha sido encontrar esta tumba. Hacía 130 años que no se encontraba un enterramiento de estas características. “La antropóloga Cristina Rihuete y yo, acompañadas de todo el equipo, estuvimos fascinadas durante los tres días que duró la excavación” en 2014. Dieron con una treintena de objetos de oro, plata, piedras semipreciosas, ámbar y concha, entre otros, que se encontraban, mayoritariamente, en el lado de la mujer.  

En la clase intermedia los hombres se encuentran enterrados con lanzas y puñales, y mujeres con puñal y punzón, que es un instrumento femenino y que “podemos encontrar en la clase alta e intermedia pero las piezas son distintas; el de la princesa, por ejemplo, tiene el mango recubierto de plata y los otros no”.

En la sala donde se encontró la tumba principesca había más enterramientos y eran de distintas clases sociales. En la parte más elevada se encontraban la princesa y el hombre sobre el que yacía, en un lugar destacado, “y en otros puntos se han encontrado tumbas de clase inferior, hay hasta un hombre que no debió tener ningún derecho, y no tenía ni ajuar, ni tumba, le llamamos 'el castigado”. Están todos dentro del palacio, y una interpretación podría ser “que en una sociedad desigual en un mismo espacio pueden convivir los señores y su descendencia, parientes, siervos... no digo que sucediera así, pero no habría sido tan extraño”.

Las diferencias de clase se palpaban también la alimentación, como han dejado entrever los análisis con isotopos químicos, carbono y nitrógeno, que se han realizado en la Bastida y que están a la espera de hacer en la Almoloya. “No se mide la última cena, sino la proporción de alimentos de origen animal y vegetal que se han ingerido en los últimos años y se ha determinado que los más ricos introducían más alimentos con proteína que los de clase intermedia”. Los de clase baja fundamentaban su dieta en alimentos vegetales, más asequibles.

La Almoloya es el yacimiento con mayor cantidad de análisis de ADN válidos de Europa, con 67 determinaciones de ADN antiguo. “Hay 148 tumbas intactas, 170 individuos, de todos ellos conseguimos ADN de 67, nuestro objetivo es determinar la filiación genética de la población, y otro aspecto que estamos a punto de publicar es el parentesco”. La novedad que diferencia a la sociedad argárica de otras peninsulares es que tiene un componente genético mediterráneo también documentado en Sicilia, el Egeo, Siria, Palestina o Líbano.  

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