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No sólo igual, sino de igual valor

Directora del Instituto de la Mujer. Exresponsable del área de Igualdad de Podemos en la Comunidad de Madrid y exdiputada en la Asamblea
Empleadas domésticas en España, en septiembre de 2018.

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El pasado jueves 30 de julio tuvo lugar un acto muy importante en el Ministerio de Trabajo. Se ha firmado, por parte de las ministras de Igualdad y Trabajo y Economía Social y de las representantes de los sindicatos mayoritarios, el Acuerdo para el desarrollo de la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres en el Trabajo. Los dos reglamentos que forman parte de este acuerdo desarrollan por fin el Real Decreto 6/2009 de marzo de igualdad laboral. Los desarrollos reglamentarios pueden parecer poca cosa comparados con las leyes pero, en muchas ocasiones, son los encargados de poner en funcionamiento efectivo la propia norma; y este es el caso.

Desde la ley de Igualdad, una ley pionera y de enorme importancia que en el ámbito laboral reconocía el derecho de las mujeres a recibir la misma remuneración que los hombres, no se ha conseguido cerrar la brecha salarial, que en la actualidad es de casi 6000 euros al año a favor de los hombres. Los planes de igualdad, imprescindibles para garantizar ésta y otras cosas, eran en muchas ocasiones meramente formales, realizados muchas veces por consultorías externas pagadas por la empresa y con poca efectividad real. La igualdad de las mujeres en el empleo se refleja en las leyes pero todas sabemos que no es una realidad. Desde que llegamos al gobierno, desarrollar estos reglamentos ha sido una prioridad para los ministerios de Igualdad y Trabajo, así como para el Instituto de la Mujer, que ha sido el encargado de estar presente en la negociación en nombre del Ministerio de Igualdad.

El feminismo pidió primero el mismo salario para el mismo trabajo, pero pronto nos dimos cuenta de que las trampas patriarcales son muchas y difíciles de sortear. Por eso dijimos que había que pagar lo mismo a los trabajos de igual valor. No hay ninguna razón para que, por ejemplo, un portero de una finca tenga mejores condiciones que una empleada doméstica, por ejemplo. La única razón de que un trabajo se pague más que otro es que el primero es un sector masculinizado y el segundo feminizado y los trabajos de sectores feminizados se pagan menos porque el hecho de que se realicen fundamentalmente por mujeres los desvaloriza.

Y no es fácil medir el “igual valor” de manera objetiva, clara, transparente e indudable. Desde el Instituto de la Mujer hemos estado colaborando para crear la herramienta que cumpla con todo eso y que sea admitida por las partes. Estos reglamentos exponen cómo debe hacerse una correcta valoración de puestos de trabajo a efectos de garantizar que se paga una retribución igual por trabajos de igual valor. El objetivo es que no se hipervaloren los elementos que concurren en los puestos masculinizados ni se infravaloren los feminizados. Y son muchas más cosas: los planes de igualdad de las empresas tendrán que ser negociados, tendrán que contar con registros salariales desagregados por sexo y las diferencias salariales tendrán que justificarse por escrito, toda la información tendrá que estar disponible para los y las representantes de los trabajadores y trabajadoras. Las empresas de más de 50 trabajadores estarán obligadas también a hacer una auditoria salarial que evalúe y valore cada puesto de trabajo. El acuerdo pretende terminar con la opacidad en torno a la retribución salarial, uno de los factores que están impidiendo rebajar la brecha salarial. También, desde el Instituto de la Mujer hemos trabajado en los criterios que deben atender estas auditorías, que tendrán que incluir también planes de acción para combatir las diferencias. Los reglamentos recogen muchos más aspectos en los que aquí no entro, son complejos pero el resultado ha merecido esos meses de intensísimas negociaciones. Estamos ante dos textos que, en definitiva y entre otras muchas cosas, van a obligar a las empresas a analizar cómo pagan y por qué cada puesto de trabajo, a combatir las diferencias si las hay y a trabajar efectivamente para cerrar la brecha salarial entre mujeres y hombres o a exponerse a sanciones en caso de no hacerlo.  

La ley 3/2007 para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres fue un hito en la lucha por la igualdad en este país. Ahora se desarrolla una parte importante de la misma. Hemos negociado durante meses con sindicatos y patronal pero ésta, al final, no se ha sumado al acuerdo. Es curioso que de todos los acuerdos fruto del diálogo social que se han firmado en este tiempo, este es el único que, por ahora, la patronal no ha querido firmar. No quiero pensar que la patronal no tenga interés en combatir la brecha salarial, espero que se sumen próximamente porque la igualdad entre mujeres y hombres es democrática, es justa, es necesaria y es económicamente ventajosa pero, sobre todo, es irreversible. Como expresó la vicesecretaría general de UGT, Cristina Antoñanzas (que fue la encargada de la negociación junto Mari Cruz Vicente, Secretaria Confederal de Acción Sindical de CCOO) no habrá igualdad social si no hay igualdad laboral y retributiva. Sabemos que en épocas de crisis son muchos los que quieren hacer retroceder los derechos de las mujeres pero el compromiso de este gobierno es no solo no dar un paso atrás sino dar muchos adelante.

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