Es nuestra obligación

10 de mayo de 2023 22:25 h

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Mi amigo el cineasta Mariano Barroso, cuando accedió a la presidencia de la Academia de Cine (máxima representación del cine español) para suceder -debido a su fallecimiento- a la hasta entonces presidenta Yvonne Blake, escribió un artículo del que ahora tomo prestado el título. Él, a su vez, lo extrajo de las palabras que le dirigió la propia Yvonne cuando le convenció para que la acompañara en su aventura.

Entonces ella le explicaba a Mariano por qué tenían la responsabilidad de presidir una institución tan en el punto de mira: “¡Es nuestra obligación!”.

Hace unos días, me llamaron de elDiario.es proponiéndome escribir sobre mis argumentos de por qué estoy a favor de la unidad del espacio progresista y transversal que necesita nuestra patria para afrontar los desafíos del siglo XXI,  por qué apoyo lo que supone Sumar, y/o por qué me ha parecido infame la campaña de demolición de Podemos. Para mí estos tres temas son el mismo -y soy consciente de que tiene algo de oxímoron-.

Me pierdo en el marco teórico, no soy un politólogo y, menos, un intelectual. Pero confío en mi intuición, en mis tripas y en la información que devoro desde que empecé periodismo hace casi cuatro décadas. Y también en la certeza de que el único objetivo que realmente (me) importa es: mejorar la vida de la gente. Por eso la obligación (mía/nuestra/vuestra) es converger en un frente amplio que devuelva la ilusión para acudir a las urnas y depositar un voto (¿Yolanda Díaz?) que mantenga la legítima aspiración de una gente (o cuadros si se quiere) que -desde generaciones, pero con la punta del iceberg del 2015- llevan peleando en este país por alcanzar las utopías.

Para mí, esto es posible. Mi palabra preferida del castellano es “voluntad”. Ese léxico que te abona al autoconvencimiento me hizo creer un día que un provinciano hijo de familia humilde podría llegar a ganarse la vida como actor. Es cuestión de fe. Es pensar que si quieres, es posible, aunque nada objetivo te anime a ello. 

En este caso, se nos bifurcan la estrategia aparentemente más pragmática y sistémica de Sumar con la de Podemos, que legitima su derecho, ya no a asaltar los cielos, sino simplemente a no permitir que la/los entierren. Y lo entiendo. Toda mi comprensión a los dos marcos. Pero hay un interés superior (ese en donde ambos actores han reconocido que coinciden “al noventa por ciento”). No me refiero a evitar ese apocalipsis de ascensión de la ultraderecha (la estrategia del miedo a veces es un error), sino en hacer leyes, normas, lenguajes, que hagan un mundo mejor, que ayuden a los que más sufren, que posibiliten una economía sostenible, que atajen el odio, que llenen de esperanza, que hagan posible una sociedad mejor.

Pero lo más importante es generar ilusión.

Tengo 55. Esto me recuerda que mi padre nunca llegó a alcanzar los años, meses y días que cumplo mientras escribo estas líneas. Cuando falleció yo estrenaba mi mayoría de edad. Desde entonces, tengo recuerdos que doy por ciertos, y otros que se me opacan en la memoria. Pero sí mantengo la seguridad en la decisión que tomé entonces: mirar a los ojos de otro ser humano como a un potencial amigo, y confiar. Confiar. Me ha ido bien. Muy bien. Y, créanme, que en la vida y en mi rostro cada vez aumenta la mancha.

Yo cuando era más joven, no lo sabía.

Buscando la luz llegué a Madrid y conocí a lo más parecido a un padre que tuve en todos esos años. Era Máximo Sanjuán, padre del actor y hermano mío del alma Alberto Sanjuán. En cierta ocasión, él compartió una reflexión con su hijo que se me selló en el alma: “Si crees que un mundo mejor es posible, no esperes a que llegue, actúa como si ya existiera”. 

Ese momento es ahora. Me da igual el nombre, los marcos, el instrumento, lo único que me importa es la vida de la gente, soñar por momentos con la utopía. Hay que unirse y confiar. Por eso, lo que menos importa ahora es si esto se llama Sumar o Sumando Podemos o Podemos Sumar o Frente Amplio o -como dije al voleo en Hoy por Hoy de la SER- Partido del Condemor de la Pradera. 

La vida necesita ilusión y esperanza. O como dijo Atahualpa Yupanqui: yo trabajo de a trueno a sabiendas de que es para otro la llovida. Seguro que ese es el legado que quiso dejar Yvonne: es nuestra obligación.