La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

En busca de la felicidad que nos hace felices

Guido Stein

30 de junio de 2023 22:13 h

0

La directora del departamento universitario en el que trabajo me acaba de invitar a un seminario sobre Leadership & Hapinness, que tendrá lugar próximamente en la Escuela de Gobierno Kennedy, de la Universidad de Harvard. A la vez que pienso en cómo me escabullo, me asaltan dos preguntas: una doméstica, ¿qué habrá llevado a mi jefa a pensar que me conviene escuchar lo que digan otros colegas sobre la felicidad?; otra, de mayor enjundia: ¿qué tiene que ver la felicidad con el liderazgo con acento político?

Mientras escribo estas líneas, oigo de pasada una entrevista en televisión con el entrenador de la selección de fútbol de Argentina, en la que Scaloni defiende el criterio fundamental por el que Messi ha de decidir su salida del PSG hacia el Inter Miami: “Más allá del país o de la liga, lo importante es que Leo se sienta feliz”. Cuando pregunto para confirmar si he oído bien, mi hijo pequeño, diez años, salta con que está de acuerdo con el arquero rosarino; debe tener claro de qué va la felicidad, y de que la de los blaugranas, que soñaban con su retorno a casa, no cuenta.

De vuelta a mi pantalla, dudo que el anhelo por ser felices, que nos persigue sin tregua, nos conduzca a conseguirlo realmente. Cuanto más nos deseamos entre nosotros que seamos felices, (a menudo con el poco convincente, por tan manido, “enjoy”), más parece escaparse ese estado maravilloso. Es curioso lo fácil que nos resulta deslizarnos en el día de cada día hacia la meseta de la supervivencia, entre tanto, la excelencia vital se esfuma en un horizonte grisáceo.

El profesor Tyler Vanderwheele es el creador en Harvard del Programa Human Flourishing, que busca medir el grado de florecimiento humano que mejor se acompasa con ese estado que se nos escapa como el agua entre los dedos. La escala de medición (de 1 a 10) engloba seis áreas, que aborda en varias preguntas:

 ¿Cómo de satisfecho se encuentra con su vida?

 ¿Cómo calificaría su salud física y mental?

Lo que hace en su vida, ¿merece la pena? ¿tiene sentido?

¿Procura hacer el bien aún en las circunstancias más difíciles? ¿Sabe hacer renuncias hoy por algo más importante en el futuro?

¿Está satisfecho con sus relaciones y amistades? ¿Podrían ser más satisfactorias?

¿Con qué frecuencia se preocupa por hacer frente a los gastos diarios?

Entiendo el empeño por circunscribir las causas de la felicidad que nos hace felices, pero me deja algo frío la métrica resultante.

En la vida las razones cuentan menos que los sentimientos, ya que la vivimos más que la pensamos. Los psiquiatras, presentes cuanto menos felices somos, apuntan a que los hombres se sienten queridos, estimulados y fuertes cuando perciben que alguien los necesita y se sienten útiles. Las mujeres se sienten queridas, estimuladas y fuertes cuando se sienten apreciadas. Para una mujer, poder expresar lo que siente y sus problemas personales, sin recibir recetas y soluciones mágicas, es más importante que recibir recetas o soluciones mágicas. Todo apunta a que nos la jugamos en lo que sentimos, aunque no todos sentimos del mismo modo. 

Si bien no parece que hoy tenga muchos seguidores la recomendación platónica que advertía que una vida sin examen no merecería la pena ser vivida, me resisto a no darle una breve vuelta cerebral a algo que cuanto más se desea, más esquivo se torna. El Doctor Marañón no se andaba por las ramas cuando desvelaba que justamente el cerebro es el órgano sexual más potente del hombre, y de la mujer, según me soplan. ¿Tendrá algo de verdad eso de que los hombres deben superar su resistencia a dar amor, mientras las mujeres deben superar su resistencia a recibirlo?

Todo apunta a que alejarse del propio gusto es el único modo de entender los gustos de los demás; quizá así ambos anhelos se acercan, aquellos triangulando y estos en línea recta, a una felicidad real, porque se nos concede aspirar a lo ideal, pero sólo podemos elegir entre lo real.

Leona Lewis nos recuerda algo sabido, pero a menudo olvidado: que la vida feliz se trata de un viaje hacia la mejor versión de uno mismo, en el que no compensa ahorrar esfuerzos.

So what if it hurts me?

So what if I break down?

So what if this world just throws me off the edge?

My feet run out of ground?

I gotta find my place

I wanna hear my sound

Don't care about all the pain in front of me

'Cause I'm just trying to be happy, yeah

I just wanna be happy, yeah