España está en una situación límite. El clima de putrefacción es insoportable. Un fin de ciclo. Un gobierno crepuscular salpicado por la corrupción. Un gobierno atrincherado tras los escándalos. Un gobierno cercado por numerosos casos. Un gobierno asfixiado por la corrupción. Un gobierno en descomposición. Un gobierno podrido. Un gobierno en llamas. Un cenagal. España no se merece un gobierno corrupto. El sanchismo y la corrupción son exactamente lo mismo. Sánchez se esconde en la agenda internacional en medio de nuevos escándalos. La gente solo espera ya la dimisión de Sánchez, cercado por la corrupción de su familia. Por menos, un presidente dimite en cualquier otro país europeo. Qué más tiene que pasar para que caiga este gobierno...
Todas las frases del primer párrafo las he apuntado en los dos últimos días, frases oídas y leídas en declaraciones políticas y portadas periodísticas. Y eso sin asomarme a tertulias y columnas de opinión, que seguro que hay mucho más. ¿Queda claro el mensaje? No sé, igual no lo has pillado, así que deja que te lo diga Núñez Feijóo, este mismo martes en una radio amiga: “Estamos ante un gobierno podrido. Nunca hemos tenido a un presidente del gobierno en ejercicio tan cercado por la corrupción. Jamás. Jamás en la historia de nuestro país”. ¿Ahora sí lo has pillado? ¿Te empieza a dar olorcillo? De eso se trata, un ejercicio de sinestesia política: hablar mucho de corrupción hasta conseguir que nos llegue a la nariz, que apeste el ambiente.
Viendo el primer párrafo, cualquiera diría que hay un argumentario circulando. En realidad es el mismo argumentario de hace unos meses, solo tapando con típex donde ponía “amnistía” e “independentismo”, para escribir encima “corrupción” y “escándalos”. El mismo tono apocalíptico, las mismas hipérboles, los mismos “jamás en la historia”. Las mismas pasadas de frenada: ¿jamás en la historia de España hemos tenido “un presidente tan cercado por la corrupción”? ¿Dónde estaba Feijóo durante la segunda legislatura de Rajoy, o en los años finales de Felipe González?
La estrategia está clara: acumular escándalos más o menos reales, llamando “caso” a todo para que todo sume: caso Koldo, caso Ábalos, caso Begoña Gómez, caso Delcy, caso hermano, y ahora también el “caso Errejón”, que todo suma. Estirar cada uno de esos “casos” para seguir llenando portadas, tertulias y sesiones de control, con la entusiasta colaboración de algún juez que va dosificando sus actuaciones. Saturar la agenda política y mediática, que no se hable de otra cosa. Este miércoles toca sesión de control, y adivina sobre qué preguntará la oposición.
En su empeño para que todo sea corrupción y todo sea lo más escandaloso que se ha visto jamás de los jamases, consiguen que nos fijemos más en sus exageraciones y sobreactuaciones, que en lo que verdaderamente hay de escandaloso. De todo ese revoltijo de “casos” que menean a diario para hacer ruido, lo único realmente serio es el caso Koldo, que ya es el caso Ábalos. Por sí mismo es suficiente para poner en aprietos al gobierno, exigirle muchas explicaciones, pedir responsabilidades y afearle su poca vigilancia tras hacer bandera de la lucha contra la corrupción. Ábalos no era un cualquiera, ni en el PSOE ni en el gobierno, pero al parecer nadie se enteró de nada, ni en el partido ni en el consejo de ministros. Y sí que apesta.
En efecto, un caso como el de Ábalos podría costar dimisiones en otros países. Y el PSOE no lo puede tapar con el escándalo del novio de Ayuso, como hizo la semana pasada. Pero el gobierno coge aire cada vez que la hiperbólica oposición abre la boca, pues con sus pasadas de frenada consigue atrofiarnos el olfato y que al final no nos huela tan mal, o nos huela peor la campaña política, mediática y judicial de acoso y derribo al gobierno. Puaj.