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Las elecciones que perdió la izquierda

29 de mayo de 2023 00:57 h

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Hace poco menos de un año, las elecciones autonómicas de Andalucía dieron un aviso muy serio al conjunto de la izquierda que ninguno de sus dirigentes quiso leer en clave nacional entonces y que, hoy, once meses después, ha golpeado sin piedad sobre sus espaldas. Los resultados de aquella noche del 19 de junio de 2022 fueron implacables. Dieron la mayoría absoluta a Moreno Bonilla y demostraron lo que ocurría cuando la izquierda navegaba entre la apatía y la desmovilización, con una oferta política basada en más incertidumbres que certezas y excesos de bronca, ruido y desunión.

La recomposición de los espacios políticos tras el 28 de mayo se hará alrededor del PP en todas las comunidades autónomas que se enfrentaban a elecciones, a excepción de Asturias y Castilla La Mancha, por la mínima. No es mejor el resultado en las principales ciudades, con una concentración de poder municipal histórico en manos del PP. 

Inevitablemente, la lectura de estos comicios ha de hacerse en clave nacional. La campaña electoral fue enfocada así desde el principio. No hubo espacio para las propuestas concretas a nivel de barrio, de ciudad o de comunidad autónoma. El PP impuso el marco bajo el cual todos los demás terminaron articulando sus discursos. Ayuso habló de ETA y todos le respondieron sobre ETA. Aznar habló de presos y Zapatero contestó sobre presos. Ayuso habló de ocupación y todos terminaron hablando de ello. 

Las derechas han hecho suya en estas elecciones la unidad de acción. El viejo “caminar separados, golpear juntos” ha sido adoptado con maestría por Feijóo, Ayuso y Abascal. No se estorbaron, conscientes de que cada uno debía hacer su papel y de que ambos partidos se necesitaban, como se va a comprobar en las numerosas alianzas que tejerán en las próximas semanas. Sin embargo, es previsible que Feijóo y los suyos tracen una estrategia orientada a modular de cara a las generales la que también es su principal debilidad: este 28M ha consumado su dependencia de Vox en casi todas las plazas relevantes. 

Por otro lado, será necesario un diagnóstico adecuado tras la hecatombe que representan estas elecciones para la izquierda. De lo contrario, el aroma a fin de ciclo que dejan puede ser demoledor en las generales. Por lo pronto, PSOE y Unidas Podemos tienen ante sí el reto, en un contexto de máxima dificultad, de volver a presentarse como un gobierno de coalición y no como una suma de conveniencia. Unidas Podemos debe elegir si ser gobierno u oposición. Hacer las dos cosas al mismo tiempo ya no parece una alternativa creíble: en un sentido u otro, la coherencia cotiza al alza. Los de Belarra (e Iglesias) pareciera que llevan algún tiempo dando por amortizado este ciclo político; están en modo trincheras, como si estuviesen convencidos de que la victoria electoral de la derecha y la extrema derecha en diciembre es más bien una certeza que una posibilidad y que, por tanto, lo que toca es volver a los cuarteles de invierno a preparar la travesía en el desierto. 

Eso deja en dificultades la estrategia de Yolanda Díaz como candidata a las generales, que tiene ya poco tiempo y demasiado trabajo si quiere jugar un papel relevante en diciembre. Los cálculos tácticos y los ejercicios de equilibrismo en un contexto de ruido y bronca han opacado hasta la fecha sus intentos de construir una alternativa por la izquierda al PSOE. El resultado en plazas tan relevantes como Barcelona o Valencia, con serios reveses para Ada Colau y Joan Ribó, no ayudan. Está por ver si la reflexión en torno al 28M propicia la unidad de la izquierda alternativa en torno a su figura o, más bien, profundiza en la desunión. 

Finalmente, el PSOE tendrá que afrontar con honestidad la gestión del final del ciclo iniciado por Sánchez en 2019. Porque, entre otras cosas, es también esto lo que representan unos resultados tan adversos. Ante una pérdida de poder municipal y autonómico sin precedentes en democracia se hace necesaria una revisión integral de la estrategia de los socialistas de cara a las generales de diciembre para tratar de invertir la tendencia del 28 de mayo. En política nunca es tarde, pero un correcto diagnóstico de lo que ocurrió hace ahora un año en Andalucía hubiese dado tiempo y hubiese evitado aciagas sorpresas.