En estos tiempos líquidos y fragmentados de vínculos sociales débiles y frágiles de empleos precarios, sin puntos de vista dominantes, pensar en lo eterno y en lo universal se nos presenta como un absurdo patético y trasnochado. O revolucionario. La funcionalidad de los excesos del relativismo posmoderno con respecto a la solidez del capital ha tejido una matriz de pensamiento en la que se da por supuesta la falta de asideros morales y cognitivos, y nos lleva a asumir que todo lo moral colapsa en la relación entre personas como una mercancía más, donde dinero y valor se convierten cínicamente en lo mismo, y que ya que toda verdad es relativa, no se puede diferenciar de la simple mentira. Medio siglo celebrando el relativismo ha pavimentado el camino hacia las noticias falsas.
Recuperar la idea de lo eterno y universal, ideas en cuyo nombre la humanidad ha cometido las mayores barbaridades, puede ser un punto de crítica al tiempo que una guía de emancipación. Por ejemplo, siguiendo a Badiou, la izquierda tiene ideas eternas y universales. Las condiciones históricas varían infinitamente, pero en cada contexto, la izquierda es la expresión particular de ideas que siempre están (eternas) y que nos interpelan como humanidad (universales). Sabemos que un movimiento histórico es un caso particular del despliegue de la izquierda universal cuando lucha contra la opresión, la explotación o la marginación. Cuando un grupo humano quiere aniquilar a otro grupo humano, cuando vive a costa de su trabajo o cuando no le reconoce completamente como humano, vemos una encarnación del mal. Y los grupos que luchan porque no haya otros que controlen sus vidas, que se aprovechen de su trabajo, que luchan contra ser discriminados, encarnan la humanidad que todos llevamos dentro. Como humanos, son los perdedores en la explotación, en el reconocimiento o en la participación política, quienes en sus luchas particulares encarnan nuestra universalidad.
La línea de progreso histórico sí que existe, la mueve la resistencia y el avance de la humanidad que va perdiendo en cada momento. Eso no quiere decir que vayan a ganar, pero sí que saben cuál es la dirección a seguir. Lo complejo es saber trazar el camino ante la variación histórica, quienes están en el mismo bando de perdedores y quienes, sin estar en el bando, pueden ser aliados. El todo vale posmoderno no es más que una rendición ante cómo las luchas progresistas han sido instrumentalizadas por los grupos poderosos, como por ejemplo la idea de comunismo fue apropiada para intereses particulares por burócratas de partido, o la comunión del cristianismo, como coartada para legitimar barbaridades y dictaduras, o el reconocimiento de identidades, que nos es devuelto como hábitos de consumo en beneficio de las empresas. Pero ante la astucia del mal que se presenta a sí mismo como portador de tales valores universales, solo cabe enfrentarle en su cinismo. Así, por ejemplo, en las protestas chinas marxistas en recientes huelgas, en la Teología de la Liberación, en la antigua Alemania comunista o en el Haití que luchó por su independencia, al grupo dominante se le retaba con su propio vocabulario de libertades, democracia, fraternidad… pidiendo aquello que no daban y en lo que se legitimaban.
Justicia distributiva, de reconocimiento y de participación política, estas tres dimensiones eternas de la organización de la polis son de las que hemos hablado. Pero también el amor es una idea eterna. El amor en sus muchas manifestaciones, ya sea erótico, filial, de amistad, el amor como el cuidado que se basa en el reconocimiento, no en el interés. Da lo mismo la sociedad o la época en la que miremos, que así como la física puede detectar la flecha del tiempo, podemos detectar si la sociedad avanza en un sentido más justo y humano, más cálido y acogedor. Los relativistas se han quedado en la apariencia de los fenómenos, sin ser capaces de ver cómo lo simbólico, tan pegado a cada época, y lo imaginario, tan particular de cada persona, se mueven precisamente en cada coordenada histórica entre quienes van a favor y en contra del avance de estas ideas eternas.
Las personas concretas también son eternas y universales, en la medida que saben encarnar con su ejemplo este movimiento de la flecha de la humanidad. Jesucristo, Buda, el Ché… en tanto que personas podrían tener sus miserias y contradicciones, pero no nos interesan en su particularidad. Son ejemplo precisamente por lo que aportan en ese sentido de una historia donde más personas puedan habitar para desarrollar completamente su humanidad.
(Dedicado a Pepe López Rey)