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Las “provincias traidoras” y las leales (¿a qué?)

Este año varios municipios catalanes boicotearon la “fiesta nacional” (me refiero al día festivo, no a las corridas de toros, que son “patrimonio nacional” y, según acaba de dictaminar el Tribunal Constitucional, obligatorias también en Catalunya).

El motivo argüido, en principio, es no estar de acuerdo en celebrar la conquista, el expolio y el genocidio de los nativos americanos. Cualquier mentalidad democrática tiene que estar de acuerdo con ese argumento y parece evidente que un país democrático debiera celebrar su fiesta cívica con otro motivo.

Claro que los contrarios a esos disidentes dicen que oficialmente es el “Día de la nación española” desde hace casi treinta años y por tanto no se refiere explícitamente a lo que denunció en su día Bartolomé de las Casas y que hoy llamamos genocidio y colonialismo. Sin embargo, la verdad verdadera es que ese día rebautizado es la continuación y el mismo día que antes se denominó “Día de la raza” y “Día de la Hispanidad”, que celebraba el imperio de la “madre patria” y sus “hijas”, las repúblicas americanas. Este día, como los demás símbolos de la nación española, la bandera borbónica y el himno, antigua “Marcha de Granaderos”, muestran todas las contradicciones internas de ese proyecto nacional. También muestran que el único proyecto nacional español a la vista desde que la II República está unido inextricablemente al régimen franquista y es su continuidad.

Y que la celebración consista en un desfile militar, cosa común a otros países, en estos pagos tiene más de amenazador que tranquilizador para la población civil. Todos sabemos que la trayectoria del Ejército español no acredita eficacia en la defensa del suelo nacional y, en cambio, mucha experiencia en presiones, amenazas, chantajes sobre los gobiernos y golpes de estado. En España cuanto más Ejército, Guardia Civil, legionarios y policía para garantizar la invocada “unidad de España”, mayor es la debilidad de la sociedad y mayor el vacío de unidad cívica.

Sí, los ayuntamientos que boicotean esa celebración lo hacen por el mismo motivo por el que no quieren tener la bandera roja y gualda de los Borbón en sus balcones: no quieren formar parte del Reino de España y desean formar parte de una república catalana. Lo del genocidio americano más bien es por decir algo.

El PSOE, el partido que decía de sí mismo no hace tanto que era el que mejor representaba la España real, ofrece precisamente la imagen de ese fracaso nacional. Claro que el PSC no puede apoyar la investidura de Rajoy ni por delante ni por detrás, es que la sociedad catalana no lo soportaría y los mandaría al limbo definitivamente. Y claro que se pueden comprender las razones de los dirigentes autonómicos andaluces, extremeños, castellano manchegos y asturianos de ese partido para pretender que Rajoy vuelva a gobernar, sus intereses particulares son contrarios a los intereses de la sociedad catalana, por ejemplo.

La realidad española es que existen intereses nacionales contrarios y eso es grave, sin embargo el diálogo sincero y las actitudes solidarias pueden enfrentar un asunto grave. Pero lo que es definitivamente grave es que ya hay proyectos nacionales contrarios y eso no veo que permita el diálogo. Es natural que haya quien desee acogerse a una monarquía que les garantice, a través de la coerción a sus ciudadanos, mantener una situación que les beneficia y es natural que haya quien desee liberarse de la coerción de un estado que les oprime y no les respeta.

Cualquier diálogo interno español posible pasaría por poner sobre la mesa las balanzas fiscales y hablar claro de los intercambios entre comunidades autónomas, pero eso es precisamente lo que oculta el lenguaje populista y patriotero. El PSOE está roto en varias direcciones, pero el grupo que ha tomado el poder dentro garantiza que ese diálogo nunca se dará. Es lo que hay y lo que vendrá.