El PSOE y los brotes verdes
El ejercicio de la oposición es una de las principales funciones que se desarrollan en un sistema democrático. De la calidad de este trabajo depende, en buena medida, que los gobiernos rindan cuentas de sus actividades y los votantes dispongan de la información necesaria para tomar la decisión de premiar o castigar a los gobiernos. El ejercicio de la oposición es también una oportunidad para que un partido político presente a la ciudadanía credenciales para hacerse merecedor de la confianza del electorado y, gracias a ello, pueda incrementar su apoyo en las siguientes elecciones. Al igual que los gobiernos, los partidos de la oposición aspiran a que sus buenas obras adquieran visibilidad, y puedan ser evaluadas y recompensadas por el electorado. La oposición oposita.
En los últimos meses, el PSOE se ha enfrentado a un doble dilema. Ante la supuesta imposibilidad de reunir en el parlamento una coalición de apoyo suficiente para gobernar, se abrían dos opciones de oposición: el NOesNO y una “oposición cooperativa”. El NOesNO era una opción arriesgada porque segmentos importantes del electorado, y sobre todo importantes intereses empresariales y mediáticos, reclamaban al PSOE la abstención inmediata para no prolongar la situación de interinidad que se vivía con el gobierno en funciones.
Finalmente el Comité Federal sucumbió a esas presiones, a pesar de que algunas encuestas sugerían que la abstención no era la opción preferida del electorado socialista y que la mayoría de la ciudadanía prefería un gobierno alternativo.
La oposición cooperativa implicaba, en principio, conceder a Rajoy la investidura, para posteriormente “gobernar desde el parlamento”, aprovechando la minoría parlamentaria del gobierno. Se trataba de producir una combinación indeterminada de políticas derivadas de negociaciones entre el PP y el PSOE (a las que se podría sumar Ciudadanos, aunque no era estrictamente necesario para la matemática parlamentaria) y políticas que serían resultado de la negociación del PSOE con otros grupos para imponer al PP legislación contraria a sus preferencias (en materia educativa, laboral, seguridad ciudadana, etc...).
En un determinado momento, pareció que en el menú combinado de procesos de negociación en doble dirección íbamos a encontrar grandes dosis de acuerdos entre grupos de la oposición para revertir la obra del gobierno popular y pequeñas dosis de cooperación bipartidista. Algunos líderes socialistas anunciaron a bombo y platillo que iban a “crujir” a Rajoy con objeto de destruir su obra de gobierno en la anterior legislatura. Pero, en realidad, la configuración institucional y las dinámicas de competición partidista imponen grandes constreñimientos a esta estrategia, como se han encargado de apuntar distintos expertos.
Ante esta evidencia el PSOE se ha visto abocado a dar prioridad a negociar “constructivamente” con el PP para sacar adelante medidas, con la esperanza de que el electorado sabrá reconocer su intervención para traer esas mejoras (subida del Salario Mínimo Interprofesional, bono social eléctrico...) y, llegado el momento, optará por recompensarlos electoralmente por ello.
Pero se ha visto arrastrado también a alinearse junto al Partido Popular en otras circunstancias en que su posición ha sido más difícil de explicar (decreto sobre cláusulas suelo, el rechazo inicial a la comisión de investigación sobre el rescate bancario, el posible apoyo del PSOE al candidato del PP, Andrés Ollero, para presidir el Tribunal Constitucional...), emborronando sus opciones de salir airoso de su nueva estrategia cooperativa.
En este contexto, en el PSOE se han aprestado a anunciar que la estrategia cooperativa funciona. Les ha bastado comprobar que en la estimación de voto que hacía el CIS del barómetro de enero el PSOE subía 1,6 puntos respecto a la estimación del barómetro de octubre. Cabezas muy bien amuebladas del PSOE, con largas trayectorias en el mundo de la economía o de la sociología, no han reparado ni un segundo en dar credibilidad y relevancia a ese incremento (sin preguntarse si era superior al error muestral) y atribuirlo inequívocamente al ejercicio de oposición de la Gestora, descartando hipótesis alternativas.
Es posible que exigir a un partido algo más de rigor en su labor propagandística es ponerle el listón demasiado alto en esta época de postverdades a tutiplén. La Gestora no hace nada que no hayan hecho otros dirigentes en el PSOE y otros partidos. Pero no por ello debemos ahorrarles un saludable ejercicio de escrutinio para ayudar a contener y, en lo posible, reconducir estas derivas. ¿Hay razones para pensar que el PSOE se está beneficiando de sus nuevas estrategias de oposición? A tenor de los datos, no se me ocurren.
Desde el final del gobierno de Zapatero, la valoración que la ciudadanía realiza de la labor de oposición del PSOE al gobierno del PP es muy mala. En el gráfico 1 se muestran las diferencias entre valoraciones positivas y negativas en distintos momentos en el tiempo. En todas las etapas (salvo la de Zapatero) las valoraciones negativas predominan claramente sobre las positivas. Con Rubalcaba, más del 70% de los ciudadanos llegaron a valorar mal (“mal” o “muy mal” en las encuestas del CIS) la labor de oposición del PSOE. Menos del 5% la valoraban positivamente (“bien” o “muy bien”).
La llegada de Sánchez a la Secretaría General contribuyó a reducir sensiblemente la magnitud de las valoraciones negativas, pero el nuevo CIS de enero certifica un cambio de tendencia. El electorado, en general, no parece especialmente predispuesto a reconocer lo que algunos responsables socialistas gustan en llamar ejercicio “útil” de oposición que realiza actualmente el PSOE. Las valoraciones negativas aumentan en enero, y las positivas descienden, provocando que las diferencias entre unas y otras se acrecienten.
Gráfico 1. Diferencia entre el porcentaje de valoraciones positivas (buena y muy buena) y negativas (mala y muy mala).
Esta tendencia sería menos preocupante para el PSOE si al menos sus votantes convalidaran la estrategia del partido. Pero volvemos a encontrarnos una pauta similar. Los votantes del PSOE han mostrado un grado muy alto de desafección hacia la labor de oposición del PSOE en los últimos años, pero esta valoración es especialmente negativa en las etapas de Rubalcaba y se deteriora de nuevo de manera inquietante con la gestora de Javier Fernández.
Respecto a octubre de 2015, última vez en que el CIS pregunta en sus barómetros por la valoración de la labor de la oposición, se ha producido una caída significativa de los votantes socialistas que la valoran bien, de 19% a 9,6%, y un incremento de los que la valoran mal, de 28,4% a 34,2 %.
Gráfico 2. Valoración de la labor de oposición al Gobierno central que realiza el PSOE, por votantes del PSOE.
El deterioro de la valoración de la labor de la oposición coincide con la derechización de la imagen del PSOE. Los votantes perciben al PSOE como un partido que se está escorando rápidamente hacia posiciones de centro. Así, en la escala ideológica, donde 1 corresponde a extrema izquierda y 10 a extrema derecha, los ciudadanos colocan al PSOE en enero en el valor 4,74, lejos del 4,46 en que colocaban al partido en el último barómetro de octubre 2016, del 4,07 en que colocaban al PSOE Zapatero cuando llegó al gobierno en 2004 o del 3,8 en que ubicaban al PSOE de Felipe González en su primera legislatura.
La estrategia cooperativa está reforzando claramente el perfil centrista del partido, lo que se evidencia, por otra parte en el hecho de que el presidente de la Gestora haya acabado siendo mejor valorado por los votantes de centro y de derechas que por los votantes de izquierda, como hace unos días evidenciaba perspicazmente un análisis de Lluis Orriols.
El PSOE tiene un gran reto por delante, y seguramente cuenta con muchos activos para salir del estado de postración en que se halla y volver a ser un partido que pueda tener opciones a gobernar el Estado. Pero es difícil que lo consiga si no asume con realismo las consecuencias de sus actuaciones y aprende de ellas, tomando en consideración los datos tal como llegan, con sus luces y con sus sombras. Anunciar brotes verdes antes de tiempo es un ejercicio que, vistos los precedentes, debería haber aprendido ya a evitar.