La reutilización de las aguas residuales depuradas: oportunidades y riesgos

6 de septiembre de 2022 22:38 h

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Las aguas residuales urbanas se usan de facto para el riego desde hace décadas, pues además se trata de un agua que de por sí ya contiene nutrientes, lo cual era apreciado tradicionalmente por los agricultores. De hecho, cuando se empezaron a construir las depuradoras en los años 70 y 80, hubo varios conflictos en diferentes puntos del territorio con agricultores, que alegaban que cuando entraban en funcionamiento las depuradoras, las aguas que captaban de los ríos para riego, contenían menos nutrientes, por lo que tenían que aportar abonos adicionales a los cultivos, con el consiguiente gasto económico. E incluso en los mismos años 90, no era infrecuente que los agricultores perforaran los colectores de aguas residuales para la utilización de las mismas en el regadío. Por ejemplo, eso mismo pasaba con algunos colectores del Canal de Isabel II, que discurrían por el sur de la Comunidad de Madrid. Ni qué decir tiene que el riego con aguas residuales sin depurar, además de ser ilegal, suponía un riesgo evidente para la salud.

Sin embargo, las aguas adecuadamente depuradas, sí pueden emplearse para determinados usos. De hecho, a partir de la sequía del 1990-94, se inició y potenció la reutilización de las aguas residuales depuradas, como una forma de obtener unos recursos hídricos, que podrían resultar especialmente útiles durante los periodos de escasez de agua. A estas aguas se les denomina regeneradas, y son aguas residuales que han sido sometidas a una depuración con tratamiento terciario y una desinfección adicional, y pueden ser utilizadas para el riego de parques, jardines y baldeo de calles, así como para el regadío. Sin embargo, el volumen actual de agua residual depurada que se reutiliza para riego es tan solo de 382 hm3 en la campaña 2017/18, bastante por debajo del 10% del volumen total de agua que se depura, y muy por debajo de lo previsto en el Plan Nacional de Reutilización (2010), en el que se estimaba una reutilización de 998 hm3 anuales para 2015 y 1.403 hm3 para 2021. Además, el actual nivel de utilización se mantiene más o menos estable en los últimos 15-20 años.

El motivo de este estancamiento en la producción de aguas regeneradas se encuentra en el coste económico que conlleva su obtención, que es superior al que pagan los regantes por el agua. El problema no está en que su coste sea elevado, que no lo es, el problema está en que el precio que pagan los regantes por el agua es anormalmente reducido, de tan solo unos pocos céntimos de euro por metro cúbico, que ni siquiera cubre los costes ambientales, sociales y económicos que su obtención conlleva. Ese precio tan bajo, aproximadamente 25-30 veces menor al que se paga de media para el abastecimiento a poblaciones, está produciendo un crecimiento continuado del consumo en el regadío, que conlleva una cada vez mayor sobreexplotación de nuestros recursos hídricos superficiales y subterráneos. Por ello, es fundamental que se aumente sustancialmente el precio del agua en el regadío, debiendo cubrir al menos los costes medioambientales, sociales y económicos que su obtención y consumo lleva aparejado, tal y como se establece en la Directiva Marco de Agua. De esta manera se conseguiría racionalizar su uso en la agricultura, que actualmente supone del orden del 85% de consumo total de agua, según el INE. Además, si tenemos en cuenta los retornos (el agua que después de ser utilizada vuelve a los cauces o acuíferos), mientras que en el abastecimiento a poblaciones es del 80%, en el regadío es inferior al 10%, por lo que el consumo neto real de agua del regadío asciende hasta el 93% del consumo total de agua.

La reutilización de las aguas residuales depuradas conlleva ventajas e inconvenientes. Entre las ventajas está que puede servir para sustituir volúmenes de agua procedentes de ríos y acuíferos, lo que contribuiría a aliviar la presión que de forma continua se ejerce sobre los mismos. Además, como el agua regenerada debe obligatoriamente cumplir determinados niveles de calidad, puede servir para garantizar una adecuada depuración de las aguas residuales en las depuradoras. Una garantía más interesante de lo que pudiera parecer, dado que se estima que del orden del 35% de las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) existentes en nuestro país, depuran de manera deficiente. Y de hecho, a consecuencia de esa deficiente depuración, la Comisión Europea le haya abierto ya a España varios expedientes sancionadores.

Asimismo, el empleo de agua residual depurada supone para el regante la gran ventaja de utilizar un agua que siempre va a estar disponible, con independencia de los niveles de precipitaciones que se produzcan en los diferentes años.

Sin embargo, el uso de las aguas residuales depuradas también puede generar daños ambientales considerables, al reducir el volumen de agua que va a parar a los cauces. La sobrexplotación a la que se somete a la mayor parte de los ríos en España, ha traído consigo que en cada vez más de ellos las aguas residuales procedentes de las depuradoras supongan un porcentaje importante del caudal que llevan los ríos, especialmente durante los meses de verano. De hecho, cada vez son más los ríos que durante los meses de estiaje empiezan a llevar algo de agua a partir del vertido de las aguas residuales de las depuradoras. Por ello, si a causa de la reutilización se les priva de esas aportaciones, el estado de bastantes ríos empeoraría aún más. Además, la reutilización podría servir también para la creación de nuevos regadíos, tal y como ha ocurrido con el gran volumen de agua que se ha “liberado” en las modernizaciones de regadíos, y que se ha empleado para suministrar a otros nuevos, con el consiguiente impacto ambiental que ello produciría.

Por ello, el uso de agua residual depurada solo debería autorizarse para sustituir volúmenes de agua procedentes de ríos o acuíferos que se estén captando, garantizando la permanencia en los mismos del agua “liberada”, y siempre que en los cauces que actualmente reciben esos vertidos no se produzca una reducción significativa del caudal, que conlleve un empeoramiento de las condiciones medioambientales de los mismos.

Actualmente, de los aproximadamente 4.800 hm3 de aguas residuales depuradas que se generan anualmente en España (INE, 2017), 3.081 hm3 se vierten a los cauces, mientras que 1.711 hm3 va a parar directamente al mar, en la mayoría de los casos a través de emisarios submarinos. Si nos fijamos en este último dato, nos encontramos con que un gran volumen de agua residual depurada se vierte directamente al mar, sin realizar ninguna función ambiental. Además, el control que puede realizarse por parte de la sociedad sobre la calidad de la depuración de las aguas que se vierten con emisarios submarinos al mar, es muy escaso. A causa de ello, la calidad de los vertidos que van al mar a través de emisarios submarinos desde las depuradoras es, en general, bastante peor que la del agua depurada que se vierte a los cauces. Es relativamente frecuente que la rotura fortuita en tierra de un emisario submarino saque a la luz unas aguas supuestamente depuradas, en unas condiciones de salubridad pésimas.

Por ello, debería aumentarse sustancialmente la reutilización de las aguas residuales depuradas que se vierten directamente al mar, para los diferentes usos, y siempre que sustituyan el volumen hasta ese momento captado de ríos y acuíferos. De esta manera, se reduciría la presión que actualmente soportan algunos ríos y acuíferos. Además, muchos de estos últimos están sufriendo ahora la intrusión de agua del mar. También serviría para garantizar una adecuada depuración de esas aguas que se van a emplear en la reutilización, y que ahora se vierten al mar mediante emisarios submarinos, y tras una depuración en muchos casos muy deficiente.

En definitiva, si la reutilización de las aguas residuales depuradas se realizase en las condiciones anteriormente indicadas, podría ser de gran interés ambiental y social, tanto para reducir la presión que soportan nuestros ríos y acuíferos, como para contribuir a garantizar una adecuada depuración de las aguas residuales que, como hemos indicado anteriormente, todavía deja mucho que desear. Sin embargo, si no se adoptan desde el principio las medidas y cautelas antes mencionadas, la reutilización de aguas residuales depuradas podría generar nuevos impactos ambientales, tal y como ha ocurrido con la modernización de regadíos.