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Youk Chhang, el guardián de la memoria sobre el genocidio de Camboya

Youk Chhang, el guardián de la memoria sobre el genocidio de Camboya

EFE

Manila —

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Superviviente de los abusos y las torturas del brutal régimen del Jemer Rojo, Youk Chhang trabaja desde hace dos décadas como celoso guardián de la memoria sobre el genocidio en Camboya (1975-1979) para impedir el “crimen” de olvidar los errores de la historia.

“Si no te enfrentas al pasado, difícilmente puedes ser optimista respecto al futuro. Y hay que ser optimista sobre el futuro para avanzar. Creo que los errores del pasado deben servir de lección a las nuevas generaciones”, aseveró en una entrevista a Efe en Manila.

Chhang, de 57 años, recogerá mañana en la capital filipina el premio Ramon Magsaysay, popularmente conocido como “el Nobel de Asia”, por su “incesante labor en favor de la memoria, la justicia y la reparación” al frente del Centro de Documentación de Camboya.

Esa institución ha recopilado y digitalizado desde 1995 alrededor de un millón de documentos que acreditan crímenes de lesa humanidad, localizado unas 23.000 fosas comunes de los campos de trabajo forzado en los murieron unos dos millones de personas, y recabado los testimonios de unas 10.000 víctimas y victimarios.

Recibe el reconocimiento con “modestia y humildad” porque aún “queda mucho por hacer” para sanar las heridas en Camboya, pero feliz de regresar a Filipinas, que fue su hogar durante un año cuando llegó como refugiado en 1986 tras huir de su país por la frontera con Tailandia con sólo 17 años.

“Después de haber sido deshumanizado en Camboya, Filipinas fue como aterrizar en el cielo. Fue el primer lugar donde alguien me llamó amigo”, rememora Chhang, que perdió a su padre y cinco de sus ocho hermanos durante el régimen maoísta de Kampuchea, bajo la batuta de Pol Pot.

Tenía catorce años cuando los Jemeres Rojos obligaron a su familia a abandonar su hogar en Phnom Penh para trabajar como esclavos en una comuna rural, donde fue detenido y brutalmente torturado delante de todo el mundo por arrancar unas setas y hierbas del campo para su hermana embarazada y hambrienta.

La muerte iba a ser su condena hasta que un día otro de los prisioneros intercedió para que lo liberaran una mañana de 1978. Años después entendió que su libertad se produjo a cambio de la vida de ese hombre.

“Tuve terribles remordimientos y quise honrar su memoria buscando a su familia para contarles qué sucedió con él, pero nunca los encontré”, relata.

Hay episodios que aún le atormentan, como cuando un jemer rojo acusó a una de sus hermanas de robar arroz. Para comprobarlo le rajaron el abdomen y, tras encontrarlo vacío, la dejaron morir desangrada.

La caída del régimen del Jemer Rojo con la invasión del Ejército de Vietnam en 1979 no frenó la sangría ni el hambre en Camboya, por eso su madre le empujó a huir con cinco dólares en el bolsillo y le suplicó que estudiara para lograr una vida mejor.

“Es desgarrador que tu madre te diga que huyas porque no puede cuidar más de ti”, cuenta Chhang, quien cumplió los deseos de su madre y se doctoró en Ciencias Políticas en Estados Unidos, tras su periplo como refugiado en Tailandia y Filipinas.

Años después decidió servir en la misión de paz de las Naciones Unidas en Camboya en 1992, pero comprobó con tristeza que los Jemeres Rojos seguían en activo y amenazaban de nuevo a su familia.

“Ahí entendí que tenía que hacer algo para que no se repitieran los horrores del pasado. Tenía que contribuir a la paz y la reconciliación nacional. Lo hice por mi madre y todas las madres de Camboya que habían sufrido tanto”, señala.

En 1995 encontró la manera de encarrilar esa “misión vital” cuando la Universidad de Yale lo contrató para dirigir el Proyecto de Genocidio Camboyano, germen del Centro de Documentación que desde 1997 funciona de manera independiente.

La labor de documentación de esa institución no sólo ha servido como memoria histórica, sino que se utilizó como prueba en el Tribunal de Camboya sobre los crímenes de lesa humanidad del Jemer Rojo que comenzó a funcionar en 2006, aunque muchos de los responsables del genocidio murieron antes de ser juzgados.

Ahora Chhang está inmerso en la construcción del Instituto Sleuk Rith, un ambicioso proyecto que albergará una biblioteca, un centro de investigación y un museo; además de desarrollar un título de posgrado sobre crímenes de lesa humanidad.

Empeñado en la búsqueda de la memoria y la verdad para no olvidar y cicatrizar las heridas de la historia, la pregunta es ¿se puede perdonar?: “Porque iba a perdonar si nadie se ha disculpado por lo que pasó”.

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