Un tribunal avala a una víctima de abusos que tardó seis años en denunciar a su agresor: “Culpa, vergüenza y miedo”
Un tribunal de Madrid ha impuesto tres años de cárcel a un hombre que en 2015 abusó sexualmente de una mujer borracha y semiinconsciente que no denunció los hechos hasta cuando, seis años después, se encontró a su agresor por casualidad paseando por el centro de la ciudad. Los jueces de la Audiencia de Madrid avalan el relato de la víctima y justifican el tiempo que tardó en denunciar los hechos. “Culpa, vergüenza y miedo”, relatan los jueces, son unos “sentimientos frecuentes” en las víctimas de delitos sexuales que dejan una “huella indeleble” en quien los padece.
La sentencia condenatoria, que todavía es recurrible y que ha podido examinar elDiario.es, explica que la víctima estaba sentada con una amiga en una terraza del centro de Madrid en abril de 2021 cuando se levantó y señaló con el dedo a un hombre que llevaba el rostro cubierto con una mascarilla. Lo retuvo en el lugar hasta que apareció la Policía Municipal y entonces lo identificó, sin dudar, como el hombre que había abusado sexualmente de ella seis años antes. Según contó un agente en el juicio, el acusado incluso se puso de rodillas en el suelo para pedir que no hicieran caso a la mujer.
El relato que contó ese día a los agentes y, más tarde, a todos los jueces que han estudiado el caso, ubica los hechos en los primeros días de enero de 2015, cuando ella estaba de fiesta con unas amigas por el barrio de La Latina, en el centro de Madrid. Después de vomitar varias veces y encontrarse mal por la borrachera decidió irse a casa en un taxi, momento en que el acusado entró en el coche con ella para ir hasta su domicilio. Una vez allí, y después de vomitar nuevamente, recordaba haber sido agredida sexualmente por el acusado a pesar de su negativa a mantener relaciones con él.
Ya en ese momento la víctima aportó varios detalles a la Policía, además del relato que ya había hecho a sus amigas un año antes: esa noche, después de los abusos, el acusado se tomó un vaso de leche con galletas en su cocina, hizo un comentario sobre las vistas del inmueble y se marchó. Al día siguiente, además, envió un mensaje al móvil de la víctima. Casi diez años después de los hechos, esas pruebas han servido para que su relato sea “corroborado periféricamente”.
Los abusos tuvieron lugar en enero de 2015, la “casualidad” del encontronazo en el centro de Madrid en abril de 2021 llevó a la primera denuncia y el juicio se celebró en la Audiencia Provincial de la capital el pasado noviembre. El resultado ha sido una condena de tres años de prisión por un delito de abusos sexuales, según el Código Penal vigente en ese momento, además de una indemnización de 20.000 euros para la víctima que el acusado ya consignó dos días antes del juicio. La sentencia todavía es recurrible ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
La Audiencia Provincial dedica buena parte de su sentencia a explicar por qué considera “absolutamente persistente” y “completamente verosímil” el relato de la víctima casi una década después de los hechos. Que pasaran casi seis años desde los abusos hasta la denuncia, explica el tribunal, no disminuye su credibilidad. “El tiempo transcurrido entre la fecha de los hechos y la identificación del acusado no descalifica la veracidad de las manifestaciones de la víctima”, afirma la sentencia.
Los mensajes, una “prueba irrefutable”
Los jueces analizan que la víctima contó a sus amigas lo sucedido por primera vez a finales de 2020 y que empezó entonces un tratamiento psicológico. Todos los testigos, tanto los que estaban en la noche de los hechos como en el momento de la detención, corroboraron su versión de los hechos. Y la policía judicial pudo recuperar una prueba que el tribunal considera “irrefutable”: los mensajes que el acusado mandó desde su móvil al de la víctima el día después.
El tribunal reconoce que el encuentro fortuito entre ambos en abril de 2021 en el centro de Madrid fue una “casualidad” y que ese reconocimiento inicial, con una mascarilla puesta, podría haber llevado el caso al archivo sin más pruebas de por medio.
A lo largo del juicio la defensa del acusado negó los hechos y alegó que, en ese momento, no se encontraba en España sino en su Italia natal. También cuestionó la validez de los mensajes de WhatsApp apuntando a una posible fabricación de pruebas y a la inverosimilitud de que se hubiera tomado un vaso de leche con galletas después de perpetrar el ataque sexual: es intolerante a la lactosa.
Los jueces rechazan estos argumentos y explican que la declaración de la víctima, acompañada de los testimonios de sus amigos, los psicólogos y los mensajes de teléfono, es suficiente para imponer una condena de tres años de prisión por abusos sexuales. Teniendo en cuenta a favor del acusado, añaden, que consignó 20.000 euros unos días antes del juicio y que “han transcurrido casi 10 años” desde que ocurrieron los hechos.
El paso del tiempo hasta la denuncia, interpuesta tras un encuentro casual en la calle, no es un obstáculo para los jueces de la Audiencia de Madrid, que se apoyan en su “experiencia judicial” para explicar que padece “sentimientos frecuentes” en las víctimas de delitos sexuales: “Le costó aceptar y asumir lo ocurrido, le daba vergüenza, se sentía mal y culpable, no quería hacer daño a sus allegados, tenía dudas de cómo sería tratada por la Policía y sintió miedo dado que el agresor sabía dónde vivía y había invadido lo que ella consideraba un sitio seguro como era su casa”. Los delitos sexuales, explica el tribunal, dejan una “huela indeleble” en las víctimas.
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