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De edificios voladores a empleados mecánicos: los inventos que imaginaron hace 100 años que tendríamos hoy

La anatomía de un hombre mecánico.

Raúl González

¿Desde cuándo acompañan nuestra vida cotidiana ciertos inventos? Aunque resulta difícil imaginarse el día a día sin muchos de ellos, más difícil todavía es aventurarse a imaginar cuáles serán los que nos acompañarán dentro de cien años. La Biblioteca Nacional, en una nueva mirada al pasado, recopila en un hilo de Twitter distintas publicaciones de principios del siglo XX, en las que sus autores soñaron con los inventos de un futuro incierto.

Si algo ha traído de cabeza a muchos inventores desde el principio es el deseo de volar, tema que ocupa muchas de estas publicaciones. En 1909, se publicaba en la revista Alrededor del Mundo un artículo dedicado al “tranvía volador” y ya detallaban cómo funcionaría: “un carril único y elevado del que cuelgan los coches por troles lo bastante fuertes para sostener su peso y el de los pasajeros” sumado a “un sistema de propulsores como los de los aeroplanos”. Un mecanismo que, detallaban, “no puede ser más sencillo”.

También había espacio para los “aeroplanos con automóviles sobrepuestos” (1910), “aviones capaces de elevarse y descender verticalmente” (1908) e incluso “edificios voladores” (1909).

De hecho, se pensaba que para el año 2000 el espacio aéreo iba a estar tan colapsado que apenas habría tráfico por vía terrestre. “Casi todo el mundo viajará por los aires”, decía una publicación de 1910 que hablaba del ferrocarril futuro: el monocarril eléctrico.

Los robots eran otra de las grandes inquietudes de los científicos y a ellos dedicaron diversos artículos. En el año 1906 ya se pensaba incluso en el robot de cocina que conocemos hoy, aunque con otro diseño muy distinto. “La cocinera del porvenir en el año 2000”, firmaba este artículo publicado en Caras y Caretas. Años después, en el 1930, se hablaba de los autómatas: “unos admirables hombres mecánicos de tamaño natural que obedecen maravillosamente a cuanto por su complicado mecanismo se les ordena: andan, hablan, cantan, limpian, alcanzan los objetos; hasta besan”.

Asimismo, se esperaban grandes avances para el mundo de la ganadería y la agricultura. En el año 1908, el doctor Albert Calmette experimentaba con el estiércol producido en las granjas para obtener de él “gas para el alumbrado”. Y un año antes, en 1907, aparecía el concepto de “la electrocultura”, que pensaba en la electricidad como fuente principal de cultivo de los árboles frutales.

Otro campo para el que se aventuraba un gran desarrollo en el siglo XXI es el de la comunicación. Ya en el año 1904 se imaginaron las videollamadas gracias al “fotófono”, un invento que consistiría en el clásico teléfono fijo con una pantalla incorporada que nos permitiría ver a la otra persona. Y para los sordos idearon el “acusticón” en 1907, un teléfono que se comercializó 20 años después, que constaría de receptores especiales que harían que las personas pudieran “enterarse perfectamente del sermón o los cantos”.

Se pensó incluso en un prototipo mejorado de la radio, con muchos más extras, en el 1935. El aparato contaría con pantalla de televisión, telefotografía, teleautografía y receptor de periódico entre otros añadidos.

“Estas opiniones parecen algo fantásticas; pero, ¿qué hubiesen dicho nuestros abuelos si al principio del siglo XIX un sabio les hubiese asegurado que los hombres descubrirían el medio de viajar en vehículos sin tracción de sangre, de escribirse y hablarse con la rapidez del rayo (...) y de ver a través de los cuerpos opacos?”, firmaba en una de estas publicaciones el autor Julio Broutá, “el horizonte de la ciencia es inconmensurable, y la utopía de ayer es la realidad de mañana”.

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