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Víctimas bajo sospecha: el caso Arandina revela el cuestionamiento que sufren las denunciantes de violencia sexual

"De vuelta a casa quiero ser libre, no valiente" ha sido alguna de las reivindicaciones que han podido leerse en la Noche Violeta de Madrid.

Marta Borraz

La advertencia que uno de los tres exjugadores de la Arandina hizo tras conocerse la sentencia que les condena a 38 años de cárcel por haber agredido sexualmente a una menor se materializó dos días después. Algunos medios han comenzado a publicar audios de la víctima con el objetivo de desacreditar su relato, probado por la Audiencia de Burgos. Algo que, junto a su reproducción por parte de usuarios de Twitter, las declaraciones de personajes públicos que cuestionan su credibilidad o las concentraciones de apoyo a los tres hombres, forma parte de un mismo proceso que emerge en los casos de violencia sexual y que se amplifica en los mediáticos: la revictimización de las mujeres que la sufren.

Este miércoles, aprovechando que el tribunal celebra una 'vistilla' para decidir si los exjugadores entran en prisión –han recurrido el fallo–, se ha convocado en Burgos otra manifestación a su favor similar a la que ya se celebró el pasado sábado en Aranda de Duero bajo el lema #YoSíOsCreo. El movimiento feminista ha respondido con una contramanifestación el mismo día y otra protesta el próximo sábado 21. En este caso, el lema será #HermanaYoSíTeCreo, el que ha inspirado las multitudinarias concentraciones de los últimos años de apoyo a la víctima de 'la manada' de Pamplona.

Un caso en el que también la joven tuvo que vivir el clima de sospecha que suele desplegarse cuando una mujer denuncia violencia sexual y que incluso llegó a constatar el Tribunal Supremo en la sentencia que condenó a los cinco hombres. Sus datos personales –su supuesto nombre, DNI y fotografías– fueron difundidos a través de distintos blogs, lo que unido a la propia trascendencia pública del caso, al seguimiento de su vida privada que llegó a hacerle un detective contratado por la defensa y al hecho de haber sido “juzgada” en “todo tipo de redes sociales”, le produjo “un gran desasosiego” y “mayor dolor y sufrimiento”.

Para Sonia Cruz, psicóloga de la fundación Aspacia, que trabaja con víctimas de violencias machistas, el caso de esta menor “no es una excepción”, porque la doble victimización de las mujeres que denuncian violencia sexual “suele ser sistemática”. “Es frecuente observar cómo se tiende a poner el foco en ellas y se cuestiona su  comportamiento. El objetivo es restarles credibilidad por haber subido a la casa del chico o por haber tenido contacto previo, por ejemplo. Se piensa que lo han provocado ellas o que están mintiendo para conseguir algo”. Un proceso que califica de “extremadamente grave” en el caso de los exjugadores de la Arandina puesto que la víctima era menor de edad en el momento de los hechos y lo sigue siendo, por lo que “supondría una grave violación de sus derechos como niña”.

La presunción de inocencia es otra cosa

De hecho, su familia ha denunciado a la Policía la difusión de los audios que, por otro lado, ya fueron evaluados en el procedimiento judicial. En la sentencia, los magistrados apuntan a que estaban motivados por “su inmadurez”, al igual que “la postura que venía manteniendo en redes sociales de protagonista y no de víctima”. El fallo es tajante y concluye que la chica se expresó “en forma consistente y sincera”, que los audios no pueden llevar a la conclusión de “que los hechos denunciados fueran falsos” y que los jueces apreciaron una clara intimidación ambiental.

Sin embargo, días después de la condena, unas cuantas personas se concentraron en Aranda con pancartas que clamaban por “el fin de las denuncias falsas”. Para la abogada especializada en violencia machista Ester García, cuando los casos son mediáticos existe la parte positiva de que “la sociedad comienza a ser consciente” de las implicaciones de la violencia sexual y el funcionamiento de la justicia, pero existe la contraparte de que la defensa “use estos medios para desacreditar a las víctimas. El cuestionamiento así es mucho más rápido y ágil y llega a más gente”.

En muchas ocasiones, no se reduce a una estrategia de los investigados –o, como en este caso, condenados– sino que las redes sociales y los medios se convierten en espacios en los que se reproducen de forma acrítica declaraciones culpabilizadoras. Algunas han tachado directamente a la víctima del caso de “manipuladora” o han puesto el foco “en el comportamiento” de muchas menores de edad, que “consumen alcohol, fuman, y ojo a sus cuentas de Instagram: culo en pompa, tanga, historiales de tipo caliente; barbaridades de ese tipo. Pero luego cuando ocurren cosas las llaman menores”, llegó a decir un militante de Vox.

Por eso, la jurista distingue entre la presunción de inocencia y el derecho a la defensa, que “por supuesto, tiene cualquier investigado” de “la tendencia a desacreditar a las denunciantes”. Y pone como ejemplo, las menciones que a veces hacen las defensas en sede judicial sobre su vida privada: “Yo entiendo que hagan una defensa técnica, pero hay preguntas que sobran, que no esclarecen los hechos y cuyo único objetivo es culpabilizarla”.

La culpa interiorizada

Por otro lado, las expertas reivindican la importancia de ampliar el foco y no solo hablar de doble victimización en los casos que trascienden públicamente. “Lo vemos todos los días. Se observan claramente los mitos machistas sobre la víctima y el agresor en el entorno cercano y en las diferentes fases del proceso judicial” y su objetivo es “mantener la desigualdad entre hombres y mujeres”, señala Cruz.

Un proceso que, añade la experta, ocurre sobre todo en los casos que se salen del 'perfil tipo de violación' que suele tener presente el imaginario colectivo: de noche, con el uso de la fuerza y la violencia física y por parte de un desconocido. “La mayoría de agresiones no se producen de esa forma, sino que los agresores suelen formar parte del entorno de la víctima. Por eso, se le da la vuelta a la tortilla y ellos se convierten en víctimas y las mujeres en agresoras. Esto hace que nuestra experiencia nos diga que se revierte la responsabilidad y que empieza a recaer sobre nosotras. Eso es lo que está en nuestra propia mente antes, durante y después de la violencia  sexual”, explica la psicóloga.

Por eso, el sentimiento de culpa que las propias mujeres tienen es uno de los elementos fundamentales de la asistencia psicológica posterior. “El grueso de la intervención suele dirigirse al daño que produce en la víctima el no ser creída y ser juzgada. Ya bastante duro es atreverse a contar y a hablar de la violencia sexual sufrida, pero el daño se redobla cuando se hace”, señala Cruz, que pone el foco en que es algo que tiene “un objetivo claro: seguir manteniendo la desigualdad de género” y justificar lo que, en realidad, “es una vulneración de los derechos humanos”.

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